El abigeato es un delito punible y estipulado en los códigos legales de la mayoría de los países ganaderos y que consiste en el robo o hurto de ganado o animales domésticos, principalmente caballos y vacas, aunque también se da en ovinos. Lo que vulgarmente se llama cuatrero en Argentina y Chile o matrero en Uruguay.
El ladrón de ganado recibe el nombre de cuatrero o abigeo. Este delito aún se da en las áreas ganaderas de todo el mundo, en especial si aumenta el precio de la carne.[1]
Para combatir el abigeato existen varios métodos, desde conseguir armas[1] o vehículos[2] hasta modernas técnicas en las que se compara el ADN del animal faenado con el de las carnicerías o mataderos.[1] Desarrollo de la trazabilidad, una de cuyas funciones es el control del abigeato.[3]
Siempre se han robado caballos. Por ejemplo, en el canto X de la Iliada de Homero se narra cómo Ulises y Diomedes roban de noche los caballos de Reso y lo matan junto a doce de sus hombres. Con el aumento de la ganadería en el siglo XIX y principios del siglo XX, se volvió todavía más común y era considerado un delito mayor muy grave, porque podía empobrecer absolutamente a una persona o familia; se castigaba con la pena de muerte, sumaria o por linchamiento en algunos países. En la actualidad el abigeato continúa siendo bastante común y lo realizan incluso organizaciones delictivas.[1]
Entre 1876 y 1877 se construyó un sistema de fosas y fortificaciones en el centro y sur de la Provincia de Buenos Aires conocida como la Zanja de Alsina; cuya función fue la de entorpecer el paso del ganado que era robado por grupos indígenas.[4]
Actualmente en Uruguay el abigeato ha llevado a que se limite la cría de ovejas en las cercanías de los pueblos rurales.[5] Se han realizado hasta 25.000 denuncias en el año. Los ladrones suelen matar los animales para quitarles la carne, mayoritariamente. El abigeato consiste en el Uruguay y la Argentina, en la extracción de la carne del animal hurtado en el mismo campo, o cercanías del lugar del robo, a luz de la luna o del farol. El ladrón y/o compañía carnean enteramente al animal en el lugar del robo en menos de 30 minutos y se entierra su cuero en las cercanías, como señal al señor de las tierras, de que en las cercanías, hay un cuatrero.[2] Los productores rurales consideran que el abigeato es favorecido y alentado por una legislación inadecuada y la inoperancia de los organismos oficiales encargados de su prevención y represión. Se ha reconocido desde el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca, que detrás del abigeato existe un negocio donde operan organizaciones delictivas que comercializan la carne y que no se trata simplemente de acciones de personas aisladas motivadas por el hambre.
En la Península de Yucatán, en el periodo comprendido entre 1821 y 1847 se registraron 146 casos de abigeato por grupos de indígenas originarios de los pueblos, haciendas y especialmente de los ranchos, por causa de la ocupación de sus montes por el ganado proveniente de las fincas.[6]
En el norte de México a partir de 1848, el abigeato se incrementó generando una crisis económica de gran magnitud, así como innumerables protestas de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. El ganado era robado y vendido en los Estados Unidos de América a bajo precio, participando en este saqueo mexicanos y estadounidenses. Ya para 1865 las haciendas del noreste de México se encontraban al borde de la ruina, escaseando el ganado, pudiéndose afirmar que los ranchos tejanos se surtieron o iniciaron a partir de 1848 con ganado de México.[7]