Abstención, en ciencia política, es el acto por el cual un votante decide no emitir criterio. En elecciones generales, los votantes que no van a las urnas a votar se consideran abstenciones o votos faltantes, y son distintos del voto nulo o del voto en blanco, que sí se depositan en las urnas. En un procedimiento parlamentario, el representante está presente en la votación, emite el voto, pero no emite criterio, ni a favor ni en contra del asunto consultado. En ambos casos, el sujeto se atiene al resultado del voto de los electores que sí votaron.
Aunque la abstención no suele considerarse una de las opciones ante la toma colectiva de una decisión, una alta abstención se considera generalmente como beligerante o indiferente entre el cuerpo de votantes. Si la abstención se generaliza se pierde el bien público de la democracia.[1] Ello es así porque los órganos representativos se instalan legalmente con independencia de la participación ciudadana en las elecciones.[2] Esa es una de las razones por las que en ocasiones la ley establece el sufragio obligatorio. En ocasiones, el carácter político de la abstención se ve reforzado si es necesario un determinado cuórum (porcentaje de votantes efectivos sobre el total del cuerpo electoral) para dar validez al resultado.[3]
Los primeros estudios sobre la abstención como práctica política establecían distinciones de votantes por la razón que ellos mismos daban para no acudir a votar.[4] Más tarde, los diferentes autores han ido distinguiendo principalmente dos tipos de abstención, una voluntaria y otra involuntaria, y dentro del primer tipo, una subdivisión que incluyera una abstención con significación política, que se denominaría activa.[5] La tipología más generalmente aceptada parte de esa subdivisión para distinguir dos tipos de abstención:[6]
La abstención activa o abstención política, como se ha dicho, es uno de los posibles posicionamientos o posturas políticas ante una consulta popular. Consiste en la renuncia a ejercer el derecho al voto en vez de optar por las opciones que suponen la participación en la consulta con un objetivo definido: el voto afirmativo o negativo (en el caso de un referéndum);[11][12] o el voto por una u otra de las candidaturas (en el caso de unas elecciones). A veces también se preconizan otras posibilidades de utilización del voto que no deben incluirse en esta abstención activa: el voto en blanco o el voto nulo (este último no se contabiliza como voto válido pero implica, como el blanco, acudir al acto de la votación, y votar, jamás puede ser igual a abstenerse). La abstención activa se entiende como una postura de protesta, y como una acción política, ya sea frente a una elección en particular, el sistema político en general o una situación de falta de garantías democráticas. La abstención tiene mayor significación política en los sistemas en que el voto es obligatorio.
La abstención total incluye denominada abstención técnica, o forzosa (que estaría incluida dentro de la abstención pasiva), en la que el elector no ejerce su derecho por razones más allá de su voluntad, que incluirían los defectos en el censo electoral, la enfermedad o incapacidad del votante, el aislamiento del centro electoral en el que debería depositar su voto, o en el caso de encontrarse de viaje y no ejercer su voto por correo. Algunos de esos factores tienden a reducir su importancia, en particular debido a la extensión de infraestructuras y la progresiva informatización de los procesos electorales, así como a programas específicos de ayuda a votantes con dificultad para ejercer su derecho al voto.[14] En todo caso, la abstención técnica se ve aumentada en aquellos sistemas o votaciones en que el registro previo de cada votante para figurar en el censo de la elección es voluntario.[15]
Algunos autores llegan a cifrar la abstención técnica en el entorno del 10% del censo.[16] En todo caso, más allá de estimaciones, no es posible distinguir quiénes no han acudido a votar por una razón política, por una razón técnica o por desentendimiento, desencanto o temor en los casos de violencia.
La Ley Nacional de Registro de Votantes de 1993, también conocida como la "Ley de Votantes Motorizados", facilita a todos los estadounidenses el ejercicio de su derecho fundamental de votación. Uno de los propósitos básicos de la Ley, es incrementar los históricamente bajos números de minorías y de personas discapacitadas registradas que han resultado de la discriminación.