Aión (griego: αιών, del arcaico αἰϝών, aiwón) o Eón, en la Grecia arcaica, indicaba el aliento y la fuerza vital, y por extensión, el de duración (límites de su existencia en el tiempo) de una vida finita o el tiempo que nos toca vivir y que nos otorga el destino.
Posteriormente pasó a designar las grandes eras, generaciones o edades de la vida, los eones y finalmente, la eternidad, sin principio ni fin.
Pierre Chantraine identifica su significado original precisamente en la noción de "fuerza vital",[1] identificando en el arcaico αἰϝ- una conexión con la raíz indoeuropea reconstruida *ai-w- para expresar la "fuerza vital".
Analizando los conceptos que los antiguos griegos utilizaban para referirse al "tiempo": aión, kronos (χρόνος, tiempo cuantitativo, lineal, cronológico) y kairós (καιρός, tiempo cualitativo, oportuno para la acción),[2] el filósofo Gilles Deleuze, observa la oposición entre aión y kronos: "Según aión sólo el pasado y el futuro persisten y subsisten en el tiempo. En lugar de un presente que reabsorbe el pasado y el futuro, un futuro y un pasado que dividen el presente en cada instante, que lo dividen infinitamente en pasado y futuro, en los dos sentidos a la vez. O más bien es el instante sin espesor y sin extensión que divide cada presente en pasado y futuro, en lugar de vastos y densos presentes que incluyen el futuro y el pasado en relación entre sí".[3]
El filósofo André-Jean Festugière, especialista en neoplatonismo, ha distinguido los siguientes significados de la palabra:[4]
Carl Gustav Jung escribió en 1951 un ensayo titulado Aion. Contribuciones al simbolismo del sí-mismo. En él, estudiaba el Yo como una "totalidad psíquica que trasciende el Yo". El Yo es la culminación del proceso de individuación. Unifica polaridades opuestas (incluidos anima y animus). Este concepto tiene muchos puntos en común con el de Brahman en el vedismo y el hinduismo.