En el catolicismo, las apariciones marianas son las manifestaciones de la Virgen María ante una o más personas en un tiempo y lugar específicos. La Iglesia católica ha aprobado oficialmente 28 de estas apariciones como "de origen sobrenatural", mientras que muchas otras permanecen sin una aprobación formal.
Estas apariciones han dado origen a sitios de culto y peregrinación conocidos como santuarios marianos, entre los más célebres destacan la basílica de Guadalupe en México, el Santuario de Fátima en Portugal y el Santuario de Lourdes en Francia. Algunas también han inspirado la creación de órdenes religiosas como la Orden de los Carmelitas y la Orden de los Mercedarios. Sin embargo, la mayoría de estas manifestaciones no tienen un fin institucional, sino que buscan promover la renovación espiritual y devocional.
Las apariciones marianas se refieren a las manifestaciones de la Virgen María que se han producido en diversos momentos de la historia de la Iglesia católica, y que, en algunos casos, son consideradas como fenómenos sobrenaturales. La Iglesia distingue estas manifestaciones como «revelaciones privadas», en contraste con la «revelación pública» que concluyó con la muerte del último de los apóstoles. En el caso de las apariciones marianas, la Iglesia permite a los fieles aceptar libremente estas manifestaciones aprobadas, ya que no forman parte esencial de la doctrina.[1]
Una de las primeras apariciones documentadas de la Virgen María es la de la Virgen del Pilar al apóstol Santiago el Mayor en Zaragoza, España, alrededor del año 40 d. C., cuando la Virgen, según la tradición, se apareció para alentar al apóstol en su misión evangelizadora.[2] Esta aparición dio lugar a la construcción del Santuario de la Virgen del Pilar, que actualmente es un importante centro de peregrinación en Europa.
Una de las apariciones más importantes en la historia católica es la de la Virgen de Guadalupe, en 1531, cuando, según la tradición, la Virgen María se apareció en varias ocasiones al indígena San Juan Diego en el cerro del Tepeyac en México. Esta aparición dio origen al culto de la Virgen de Guadalupe, que se ha convertido en un símbolo nacional mexicano y en un icono de la devoción mariana en toda América Latina. La Basílica de Santa María de Guadalupe es hoy uno de los destinos de peregrinación más visitados del mundo.[4]
A lo largo de los siglos, otras apariciones notables han seguido marcando la devoción de millones de fieles en diversas regiones del mundo. Entre las más relevantes y con aprobación eclesiástica se encuentran las de:
La Virgen de Lourdes, que se apareció en 1858 a Santa Bernadette Soubirous en Lourdes, Francia, manifestándose como la "Inmaculada Concepción".[5] Desde entonces, Lourdes es un importante centro de peregrinación, conocido por las fuentes de agua a las que se atribuyen propiedades milagrosas.
En tiempos más recientes, la Iglesia ha continuado evaluando fenómenos marianos. Uno de los casos actuales en estudio es el de Medjugorje en Bosnia y Herzegovina, donde las supuestas apariciones de la Virgen María desde 1981 han atraído a millones de peregrinos. Aunque la Santa Sede ha autorizado las peregrinaciones, aún no se ha pronunciado oficialmente sobre la autenticidad de las visiones.[7]
La posición de la Iglesia sobre las apariciones es cautelosa y sujeta a estrictos procesos de análisis. Cada caso es sometido a investigaciones teológicas y científicas para determinar si cumple con los criterios establecidos por la Congregación para la Doctrina de la Fe. A través de la historia, solo un reducido número de apariciones ha recibido una aprobación oficial.[8]
La actitud de la Iglesia católica hacia las apariciones marianas es variada y se determina caso por caso. Desde el reconocimiento oficial hasta el rechazo, cada aparición es evaluada cuidadosamente mediante rigurosas investigaciones que incluyen análisis teológicos y científicos. Este proceso se realiza siguiendo las directrices establecidas por la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo propósito es asegurar la autenticidad de los fenómenos sobrenaturales declarados como "de origen divino". Estas investigaciones cuentan con la colaboración de teólogos, científicos y autoridades eclesiásticas.[9]
La legislación eclesiástica actual en torno a las apariciones comenzó a desarrollarse en el siglo XX. Uno de los primeros papas en formalizar el enfoque fue Benedicto XV, quien alentó el estudio teológico de estas manifestaciones y estableció normas preliminares para investigarlas.[10] Posteriormente, en 1978, bajo el pontificado de Pablo VI, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió el documento *Normae Congregationis*, el cual establece criterios más detallados para evaluar la autenticidad de las apariciones, incluyendo la valoración de su contenido doctrinal, los frutos espirituales y los efectos en la comunidad.[11]
Para que una aparición sea considerada auténtica, la Iglesia sigue un proceso de evaluación que incluye:
Investigación preliminar: Los obispos locales tienen la primera responsabilidad de investigar los reportes de apariciones dentro de su jurisdicción. Ellos deben analizar el testimonio de los videntes, la coherencia de los mensajes con la doctrina católica y cualquier fenómeno extraordinario.
Consulta a expertos: Teólogos, psicólogos y científicos pueden ser consultados para descartar explicaciones alternativas, como alucinaciones o fraudes. La Congregación para la Doctrina de la Fe puede intervenir si considera que el caso requiere mayor profundidad.
Dictamen final: La Iglesia categoriza cada caso como constat de supernaturalitate (se confirma como de origen sobrenatural), non constat de supernaturalitate (no se confirma ni se rechaza como sobrenatural) o constat de non supernaturalitate (se rechaza como no sobrenatural).[12]
A lo largo de los años, algunos sectores dentro y fuera de la Iglesia han expresado escepticismo sobre las apariciones marianas. Los críticos argumentan que algunas apariciones pueden estar relacionadas con expresiones extremas de piedad popular, autosugestión o incluso alucinaciones colectivas.[13] Este escepticismo se extiende a sectores laicos, que suelen ver en estas apariciones un fenómeno cultural o psicológico más que una intervención divina.
En varios casos, las autoridades eclesiásticas o civiles han respondido con escepticismo o hasta con oposición hacia los presuntos videntes. Un ejemplo destacado es el caso de Santa Bernadette, quien enfrentó escepticismo e incluso represalias de las autoridades civiles tras sus visiones de la Virgen de Lourdes en 1858. De igual forma, los videntes de Fátima -Lucía dos Santos, Francisco Marto y Jacinta Marto- también sufrieron persecución y rechazo por parte de las autoridades civiles y algunos sectores eclesiásticos en los primeros años después de sus visiones en 1917.[14]
La posición de la Iglesia hacia las apariciones de dudosa veracidad es cautelosa. En casos como las supuestas apariciones de Medjugorje, la Iglesia ha autorizado las peregrinaciones pero se ha abstenido de emitir un juicio definitivo sobre su autenticidad. Esta postura de "aprobación parcial" permite a los fieles buscar inspiración espiritual sin comprometer a la Iglesia en una declaración sobre la veracidad de los fenómenos.[15]
El debate en torno a las apariciones refleja no solo temas de fe, sino también cuestiones culturales y sociológicas. En algunos países, las mariofanías están profundamente ligadas a la identidad nacional o a movimientos sociales, como ocurre con la Virgen de Guadalupe en México, quien es vista como un símbolo de resistencia y unidad.[16] Fuera de la Iglesia, algunas personas consideran que las apariciones marianas podrían ser manipuladas para influir en comunidades devotas, promoviendo mensajes que pueden tener implicaciones políticas o sociales. Estos factores subrayan la complejidad con la que las apariciones marianas deben ser comprendidas y abordadas.
En la teología católica, el enfoque racionalista ha influido significativamente en el análisis de las apariciones marianas, promoviendo un tratamiento prudente y, en muchos casos, escéptico hacia estas manifestaciones. Desde la perspectiva católica, el fenómeno de las apariciones se considera una "revelación privada", es decir, una manifestación de carácter personal que no modifica ni añade nada a la revelación pública concluida con la muerte del último de los Apóstoles.[17]
La revelación pública es el conjunto de enseñanzas que, según la doctrina católica, Dios comunicó a través de los profetas, Jesucristo y sus apóstoles, quedando registrada en las Sagradas Escrituras y la Tradición. Con la muerte del último apóstol, se considera que esta revelación se completó y que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, tiene el deber de custodiarla y transmitirla sin alteraciones.[18]
En cambio, las revelaciones privadas, como las apariciones marianas, no son necesarias para la fe católica y no están en el mismo nivel que la revelación pública. Aunque algunas de estas manifestaciones han sido aprobadas por la Iglesia católica, la aceptación de su autenticidad queda al criterio personal de los fieles, quienes son libres de valorarlas como fuente de devoción sin necesidad de considerarlas doctrinalmente obligatorias.[19]
A partir del siglo XVIII, el pensamiento racionalista comenzó a influir en la teología católica, promoviendo una visión crítica de las apariciones y revelaciones privadas. Este enfoque busca analizar los fenómenos sobrenaturales desde una perspectiva que integre la razón y la ciencia, para descartar explicaciones alternativas, como fenómenos psicológicos o engaños. San Juan de la Cruz, uno de los místicos y teólogos más influyentes en la espiritualidad católica, advertía de los peligros de basar la fe en visiones o revelaciones, y subrayaba la importancia de la cautela y el discernimiento espiritual.[20] Esta perspectiva es compartida por otros teólogos, quienes sostienen que la verdadera espiritualidad debe fundamentarse en la fe y la confianza en la revelación pública, en lugar de depender de experiencias extraordinarias.
Con este enfoque racionalista, la Iglesia católica ha establecido normas para evaluar las apariciones, basadas en la prudencia y la rigurosidad científica y teológica. Por ejemplo, la Congregación para la Doctrina de la Fe examina cada caso atendiendo a criterios como la coherencia con la doctrina, la sinceridad de los videntes y los frutos espirituales del fenómeno. Las apariciones que superan este proceso de evaluación pueden ser aprobadas y alentadas como fuente de devoción, sin que se considere obligatoria la aceptación de su autenticidad.[21]
Ejemplos de cautela en el reconocimiento de apariciones
Esta cautela ha llevado a que la Iglesia sea extremadamente cuidadosa en sus reconocimientos. Por ejemplo, aunque la aparición de la Virgen de Guadalupe en 1531 es ampliamente venerada y ha recibido la aprobación eclesiástica, en otros casos, como las Apariciones marianas de Medjugorje, la Iglesia aún no ha emitido un veredicto definitivo, permitiendo la devoción y las peregrinaciones sin declarar oficialmente la autenticidad de las visiones.[22]
El escepticismo y el racionalismo teológico han jugado un papel clave en la contención de las manifestaciones populares relacionadas con las apariciones marianas, ayudando a la Iglesia a evitar excesos devocionales y a centrar la fe en los fundamentos de la revelación pública. Sin embargo, para muchos fieles, estas apariciones representan un vínculo especial con la Virgen María y una fuente de inspiración espiritual.[23]
A lo largo de los siglos, las apariciones marianas o mariofanías han desempeñado un papel significativo en la espiritualidad católica, promoviendo la devoción a la Virgen María y generando importantes centros de peregrinación y culto en diversas regiones del mundo. Estas apariciones han dado lugar a la construcción de numerosos santuarios, ermitas e iglesias que hoy son de gran relevancia espiritual y cultural, como el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe en España o la Gruta de Lourdes en Francia.
La tradición de las apariciones marianas se remonta, según la historia católica, a los primeros siglos del cristianismo, siendo la Virgen del Pilar en Zaragoza, España, la más antigua. Según la tradición, la Virgen María se apareció en el año 40 d. C. al apóstol Santiago el Mayor para alentarlo en su misión evangelizadora.[24] Aunque esta historia no cuenta con pruebas históricas concluyentes, la devoción a la Virgen del Pilar ha perdurado a lo largo de los siglos, y su santuario sigue siendo un importante centro de peregrinación en Europa.
Con el paso de los siglos, las mariofanías se extendieron a otras regiones, especialmente en momentos de crisis o renovación espiritual. En el siglo XII, la aparición de la Virgen del Carmen en Inglaterra al fraile Simón Stock dio origen a la devoción del Escapulario del Carmen, un símbolo de protección que aún conserva gran relevancia en la Orden de los Carmelitas y entre los fieles católicos.[25]
En la Edad Moderna, las apariciones de la Virgen María adquirieron un papel central en el contexto de la Contrarreforma. Con el fortalecimiento de la reforma protestante, que rechazaba la veneración a María y a los santos, el catolicismo subrayó las apariciones marianas como una prueba de la intervención divina en la Iglesia. Un ejemplo notable es la aparición de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego en México en 1531. Esta mariofanía no solo consolidó el cristianismo en América Latina, sino que también vinculó a la Virgen María con las poblaciones indígenas, convirtiéndose en un símbolo de unidad e identidad nacional en México.[26]
Durante este período, otras apariciones significativas tuvieron lugar en Europa, como la de la Virgen de la Candelaria en Tenerife, Islas Canarias, en el siglo XV, y la de la Virgen del Pino en Gran Canaria en el siglo XVI, ambas en España. Estas mariofanías contribuyeron a la creación de importantes santuarios y festividades locales que aún hoy perduran.[27]
En el siglo XIX, las apariciones marianas comenzaron a suscitar interés tanto entre los fieles como entre los estudiosos, motivando un examen más riguroso. En 1858, la aparición de la Virgen de Lourdes a Santa Bernadette Soubirous en Lourdes, Francia, marcó un hito en la devoción mariana moderna. La Iglesia católica aprobó rápidamente esta aparición, y la Gruta de Lourdes se convirtió en uno de los santuarios más visitados del mundo, reconocido por los supuestos milagros de sanación atribuidos a su fuente de agua.[28]
En 1917, otra aparición significativa fue la de la Virgen de Fátima en Cova da Iria, Fátima, Portugal, en la que se apareció a tres niños pastores, Lucía dos Santos, Francisco Marto y Jacinta Marto, revelando mensajes conocidos como los "Secretos de Fátima". Esta aparición, aprobada oficialmente por la Iglesia, ganó relevancia internacional, especialmente por sus supuestas profecías sobre el futuro de la humanidad.[29]
En el siglo XX y hasta la actualidad, las apariciones marianas continúan siendo objeto de veneración, pero también de un escrutinio teológico y científico cada vez mayor. Algunos casos recientes, como las supuestas apariciones de Medjugorje en Bosnia y Herzegovina, han atraído a millones de peregrinos desde su inicio en 1981. Aunque la Santa Sede ha permitido las peregrinaciones, aún no se ha pronunciado de manera concluyente sobre la autenticidad de estas visiones, mostrando la cautela de la Iglesia ante fenómenos modernos.[30]
El análisis contemporáneo de las mariofanías también incluye el estudio de fenómenos psicológicos y culturales. Algunos estudiosos argumentan que las apariciones podrían estar influenciadas por el contexto social y cultural de los videntes, lo cual lleva a la Iglesia a abordar estos casos con una metodología que integra tanto la teología como las ciencias sociales.[31]
Así, el itinerario histórico de las apariciones marianas refleja su impacto duradero en la espiritualidad católica, al mismo tiempo que muestra la complejidad de su discernimiento y aceptación en la era moderna.
La Iglesia católica ha aprobado oficialmente ciertas apariciones marianas después de rigurosas investigaciones. Estas manifestaciones son reconocidas como auténticas y se incluyen en el santoral católico oficial.[32][33]
En la Iglesia católica, varias fiestas marianas se celebran en honor a apariciones que, aunque no cuentan con la aprobación formal de la Congregación para la Doctrina de la Fe (fundada en 1542), han sido reconocidas y veneradas por siglos. Estas festividades se fundamentan en la declaración papal de la fiesta y en la devoción histórica del pueblo católico, más que en un proceso de análisis formal por parte de la Congregación. Las fiestas marianas en torno a estas apariciones son símbolos de la presencia y protección de la Virgen María en diversas culturas y épocas.
Virgen del Pilar (40 d. C.): Según la tradición, la Virgen María se apareció al apóstol Santiago en Zaragoza, España, mientras él evangelizaba la región. La aparición es considerada la primera manifestación mariana de la historia y la Virgen es venerada bajo la advocación de la Virgen del Pilar, cuya festividad se celebra el 12 de octubre, siendo un símbolo de devoción especial en España y América Latina.[34]
Virgen de las Nieves (358): Según la leyenda, la Virgen María se apareció al Papa Liberio y a una pareja patricia en Roma, instruyéndoles construir una iglesia en el lugar que encontrarían cubierto de nieve en pleno verano. Esta indicación milagrosa llevó a la construcción de la Basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas papales. La festividad se celebra el 5 de agosto.[35]
Virgen de Walsingham (1061): En Inglaterra, la noble Richeldis de Faverches tuvo una visión en la que la Virgen María le mostró la casa de la Sagrada Familia en Nazaret y le pidió construir una réplica en Walsingham. La aparición dio origen a uno de los santuarios marianos más antiguos de Europa. Su festividad se celebra el 24 de septiembre y es especialmente venerada por los católicos y anglicanos británicos.[36]
Virgen del Rosario (1208): Según la tradición dominicana, la Virgen María se apareció a santo Domingo de Guzmán en Toulouse, Francia, y le entregó el rosario como una herramienta espiritual para combatir las herejías y promover la fe. Esta aparición es conmemorada con la festividad de la Virgen del Rosario, celebrada el 7 de octubre, y ha sido fundamental en el desarrollo de la devoción mariana en la Iglesia.[37]
Virgen del monte Carmelo (1251): La tradición sostiene que la Virgen María se apareció a san Simón Stock, superior general de los Carmelitas, en el monte Carmelo en Israel, y le entregó el escapulario como símbolo de su protección. Esta aparición es considerada fundamental en la espiritualidad carmelitana, y su festividad se celebra el 16 de julio, siendo una advocación de gran importancia en España y en América Latina.[38]
Estas festividades marianas han desempeñado un papel esencial en la formación de la devoción a la Virgen María en diferentes contextos culturales y geográficos, y cada una de ellas representa un aspecto particular de la relación entre los fieles y María a lo largo de la historia.
Estas apariciones marianas han sido oficialmente reconocidas por la Iglesia católica y se encuentran en el santoral oficial. Su aceptación universal está respaldada por años de devoción, y sus festividades son celebradas por fieles de todo el mundo.
Virgen de Guadalupe (1531): Tuvo lugar en el cerro del Tepeyac, Ciudad de México, y fue aprobada oficialmente por la Iglesia en 1555. Se considera una de las advocaciones marianas más queridas en México y América Latina, y su festividad se celebra el 12 de diciembre. La aparición fue presenciada por San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, quien es venerado como el primer santo indígena de América.[39]
Virgen de las Gracias (1830): Se apareció a Santa Catalina Labouré en Rue du Bac, París, Francia, transmitiéndole el mensaje de la Medalla Milagrosa. Esta aparición, aprobada en 1836, es conocida por su mensaje de gracia y protección, y su festividad es el 27 de noviembre.[40]
Virgen de La Salette (1846): Se apareció en La Salette-Fallavaux, Francia, a dos niños, Mélanie Calvat y Maximin Giraud, con un mensaje de reconciliación y penitencia. Esta aparición fue reconocida oficialmente en 1851, y su festividad se celebra el 19 de septiembre, siendo un evento significativo en la espiritualidad católica.[41]
Virgen de Lourdes (1858): Se apareció a Santa Bernadette Soubirous en Lourdes, Francia, revelando la Inmaculada Concepción y asociándose con la sanación. Fue aprobada en 1862 y es celebrada el 11 de febrero. Millones de personas visitan Lourdes anualmente en busca de sanación física y espiritual.[42]
Virgen de Knock (1879): Fue vista por un grupo de 15 personas en Knock, Condado de Mayo, Irlanda, en una aparición que incluía también la figura de San José y San Juan Evangelista. Esta aparición fue reconocida en el mismo año y se celebra el 17 de agosto, siendo símbolo de paz y esperanza para los fieles irlandeses.[43]
Cada una de estas apariciones ha sido sometida a rigurosos estudios por parte de la Iglesia y ha alcanzado el estatus de "revelación privada" reconocida, permitiendo su veneración universal. Estas manifestaciones de la Virgen María han dado origen a importantes centros de peregrinación y han influido profundamente en la espiritualidad y cultura de los fieles católicos.
Apariciones aprobadas localmente o con aceptación de veneración por la Santa Sede
Estas apariciones han sido reconocidas oficialmente por la iglesia local o aprobadas para devoción por la Santa Sede, aunque en algunos casos su veneración puede estar limitada a ciertas regiones. Estas aprobaciones responden a la influencia espiritual significativa que estas manifestaciones han ejercido en la vida de la Iglesia y en la devoción popular.
Virgen del Buen Suceso (1594–1634): Aparición reconocida en 1611 en Quito, Ecuador, y relacionada con la Mariana de Jesús Torres, una monja franciscana que recibió visiones de la Virgen, llamando a la oración y penitencia para la paz y protección de su pueblo.
Virgen de Šiluva (1608): Aparición reconocida en 1775 en Šiluva, Lituania, donde se apareció a un grupo de cuatro niños, promoviendo la devoción y la preservación de la fe en medio de persecuciones religiosas.
Virgen de Coromoto (1652): Reconocida en 1944, esta aparición tuvo lugar en Guanare, Venezuela, y se presentó a un indígena conocido como el Coromoto, quien se convirtió y promovió la fe católica entre su comunidad.
Virgen de Velankanni (siglo XVII): Reconocida en 1962 en Tamil Nadu, India, donde fue vista por marineros portugueses y se convirtió en un centro de devoción y peregrinación.
Virgen de La Vang (1798): Aparición reconocida en 1961 en Hải Lăng, Vietnam, donde se apareció a varios aldeanos vietnamitas perseguidos por su fe, convirtiéndose en un símbolo de protección y consuelo.
Virgen de Pontmain (1871): Aparición en Pontmain, Francia, reconocida en 1872, donde un grupo de cinco personas fue testigo de la Virgen, quien ofreció un mensaje de paz y esperanza en tiempos de guerra.
Nuestra Señora de Donglü (1900): Reconocida en 1928 en Donglü, China, donde se apareció ante un grupo de aproximadamente 700 personas, fortaleciendo la fe de los católicos en tiempos de persecución.
Virgen de Beauraing (1932–1933): Reconocida en 1949, esta aparición en Beauraing, Bélgica, fue presenciada por un grupo de cinco personas, quienes recibieron mensajes de amor y devoción.
Virgen de Cimbres (1936–1937): Reconocida en 2021 en Pesqueira, Brasil, donde Maria da Luz (Adélia) y Maria da Conceição fueron testigos de la aparición, promoviendo la devoción mariana.
Cada una de estas apariciones ha dejado una huella importante en la fe de los católicos de las regiones correspondientes, y varios de los santuarios levantados en su honor se han convertido en destinos de peregrinación destacados. La aprobación por parte de las autoridades eclesiásticas locales o de la Santa Sede refleja la relevancia cultural y espiritual de estas manifestaciones marianas, que han inspirado devociones profundas y perdurables.
Apariciones aprobadas por la Iglesia ortodoxa copta
La Iglesia ortodoxa copta ha reconocido oficialmente ciertas apariciones marianas en Egipto, todas ellas marcadas por la presencia de fenómenos extraordinarios y veneradas ampliamente por los fieles ortodoxos coptos, así como por otros cristianos en la región. Estas apariciones se consideran manifestaciones de la Virgen María en contextos de crisis o persecución religiosa, y son vistas como un símbolo de protección y consuelo para la comunidad copta.
Virgen de Zeitoun (1968): En el barrio de Zeitoun, El Cairo, la Virgen María fue vista en el techo de la Iglesia de San Marcos entre 1968 y 1971, en lo que se considera una de las apariciones marianas más prolongadas y multitudinarias. Testigos de diversas confesiones religiosas afirmaron haber observado una figura luminosa que fue interpretada como la Virgen. La aparición fue aceptada oficialmente por el Papa copto Cirilo VI de Alejandría y recibió una amplia cobertura internacional.[45]
Virgen de Assiut (2000): En la ciudad de Assiut, al sur de Egipto, se reportaron apariciones de la Virgen María sobre la iglesia copta de San Marcos desde el año 2000. Los testigos describieron visiones luminosas de la Virgen, a menudo acompañadas de palomas de luz y fenómenos brillantes en el cielo. La Iglesia ortodoxa copta aprobó esta aparición debido a la gran cantidad de testimonios y el impacto devocional que generó en la región.[46]
Virgen de Warraq (2009): En el distrito de Warraq al-Hadar, en la periferia de El Cairo, la Virgen María fue reportada en 2009 por miles de personas que afirmaron ver una figura luminosa sobre la iglesia copta de la Virgen María y el Arcángel Miguel. Esta aparición también fue aceptada por la Iglesia copta ortodoxa, que la interpretó como un signo de paz y esperanza para los cristianos en Egipto. La Iglesia organizó celebraciones y vigilias en honor a la aparición, y el fenómeno atrajo la atención de numerosos medios de comunicación internacionales.[47]
Estas apariciones son reconocidas y celebradas dentro de la tradición copta ortodoxa y son interpretadas como momentos de especial consuelo y protección para la comunidad cristiana en Egipto, sobre todo en contextos de persecución religiosa y tensiones sociopolíticas. La devoción a la Virgen María en estas localidades continúa siendo un fuerte punto de encuentro espiritual y cultural para los fieles.
En algunos casos, la Iglesia permite la devoción a ciertas apariciones marianas sin emitir un juicio sobre su autenticidad. Otras apariciones son investigadas sin llegar a una conclusión formal, mientras que algunas son finalmente rechazadas como falsas debido a inconsistencias o falta de evidencia.
Devoción permitida pero sin confirmación de veracidad
La Iglesia católica ha permitido la devoción a algunas apariciones, aunque sin emitir una declaración formal sobre su autenticidad. Estas devociones se reconocen principalmente por su impacto espiritual y pastoral, y el Vaticano permite la veneración sin pronunciarse sobre la veracidad de los eventos.
Virgen de Medjugorje (1981–presente): Las apariciones en Međugorje, Bosnia y Herzegovina, fueron reportadas por un grupo de seis personas. En 2019, el Vaticano permitió oficialmente las peregrinaciones al lugar, aunque sin confirmar la autenticidad de las apariciones.[48] En 2024, la Santa Sede reiteró la autorización para la devoción, sin emitir un juicio definitivo sobre la veracidad de los testimonios debido a la falta de certeza en los relatos de los videntes.[49]
Estas apariciones reflejan cómo la Iglesia permite el desarrollo de devociones populares en ciertos contextos, a pesar de que no se confirme formalmente la veracidad de las visiones.
En algunos casos, la Iglesia ha reconocido la autenticidad de un milagro asociado a una aparición mariana, pero sin autorizar un culto formal o devoción oficial en torno a ella.
Virgen de Sion (1842): En Roma, Italia, Marie-Alphonse Ratisbonne, un judío de origen francés, informó haber visto a la Virgen María mientras caminaba cerca de la iglesia de Sant'Andrea delle Fratte. Este encuentro lo motivó a convertirse al catolicismo. El 3 de junio de 1842, la Iglesia local confirmó que se trató de un milagro auténtico. Aunque algunos, como San Maximiliano Kolbe, mostraron una profunda devoción hacia esta aparición, la advocación nunca ha sido oficialmente aprobada o rechazada por la Iglesia.[50]
Este tipo de reconocimiento refleja el enfoque de la Iglesia para distinguir entre el valor espiritual de una conversión o milagro y la autorización de una devoción pública en su honor.
En ciertos casos, la Iglesia mantiene una postura neutral respecto a las apariciones marianas, permitiendo a los fieles que crean en ellas sin emitir un juicio oficial sobre su autenticidad. Estas apariciones suelen inspirar devoción entre los creyentes, aunque su estatus oficial permanece indefinido.
Virgen de América (1956–1959): En Rome City, Indiana, Estados Unidos, la hermana Mildred Mary Neuzil afirmó haber recibido visiones de la Virgen. En 2020, la diócesis local de Indiana adoptó un enfoque neutral, indicando que no se emitiría un pronunciamiento oficial sobre la autenticidad de las apariciones.[51]
Virgen de Garabandal (1961–1965): En Cantabria, España, un grupo de cuatro niños reportó haber visto a la Virgen en múltiples ocasiones. En 2001, la diócesis de Santander emitió un comunicado declarando que no se pronunciaría oficialmente sobre la veracidad de las apariciones, manteniendo así una posición neutral.[52]
En algunos casos, las investigaciones sobre ciertas apariciones han sido pospuestas o rechazadas, sin resolución concluyente por parte de la Iglesia. Esto suele deberse a la falta de evidencia concluyente o al desinterés en su verificación formal.
Virgen del Universo (1945): En el Bronx, Nueva York, Estados Unidos, Joseph Vitolo afirmó haber presenciado una aparición de la Virgen. La Iglesia local no mostró interés en el caso y nunca inició una investigación formal para verificar la autenticidad del evento.[53]
Virgen de Soufanieh (1982–1983): En Soufanieh, un barrio de Damasco, Siria, Myrna Nazzour reportó apariciones y experiencias místicas asociadas a la Virgen María. La diócesis local no inició una investigación formal debido a la falta de evidencia concluyente, y el caso permanece sin resolución.[54]
Apariciones declaradas falsas por la Iglesia católica
La Iglesia ha declarado algunas apariciones como falsas, generalmente debido a inconsistencias en los relatos, falta de evidencia sobrenatural o sospechas de fraude. En estos casos, la Iglesia prohíbe la devoción pública y advierte a los fieles sobre la falta de autenticidad de los eventos.
Virgen en Ezquioga (1931): Aparición en Guipúzcoa, España, presenciada por Antonia y Andrés Bereciartua. Fue rechazada por la Iglesia en 1934 debido a la falta de pruebas y sospechas de fraude. No obstante, sigue teniendo el apoyo de un grupo minoritario de seguidores.[55]
Virgen de Clémery (1960): Aparición en Meurthe y Mosela, Francia, con Michel-Auguste-Marie Collin como vidente, quien afirmó recibir instrucciones de la Virgen. Estas afirmaciones lo llevaron a fundar la "Iglesia renovada de Cristo" y a proclamarse papa, lo cual fue rechazado por la Iglesia.[58]
Virgen de Belluno (1988): Aparición en Belluno, Italia, protagonizada por María Antonella Fioritti, quien aseguró que la Virgen le anunció un "gran milagro" en Pescara para el 28 de febrero de 1988. Dicho milagro nunca ocurrió, y la aparición fue rechazada.[62]
Virgen de Borġ in-Nadur (2006–presente): Aparición en Birżebbuġa, Malta, con Angelik Caruana como vidente, quien asegura recibir mensajes de la Virgen desde 2006. En 2016, la Iglesia local declaró que no es de naturaleza divina.[63]
Virgen de Trevignano (2016–presente): Aparición en Trevignano, Italia, protagonizada por Gisella Cardia, quien aseguraba comunicarse con la Virgen y realizar milagros. En 2024, la diócesis de Civita Castellana declaró falsas sus afirmaciones tras descubrir inconsistencias.[64]