Batalla de Préveza | ||||
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Invasión otomana de Europa Parte de guerra turco-veneciana de 1537-1540 | ||||
Batalla de Préveza, cuadro de Ohannes Umed Behzad en el "Museo Naval de Estambul". | ||||
Fecha | 28 de septiembre de 1538 | |||
Lugar | Préveza, ( Grecia) | |||
Coordenadas | 38°57′33″N 20°45′01″E / 38.9592, 20.7503 | |||
Resultado | Victoria otomana | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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La batalla de Préveza fue un enfrentamiento naval el 28 de septiembre de 1538, frente a la bahía de Préveza, en el que se enfrentaron una flota aliada cristiana al mando de Andrea Doria, gran almirante de Carlos I de España y V de Alemania, y una flota otomana al mando del Jeireddín Barbarroja, bey de Argel y también gran almirante del sultán Solimán. La armada cristiana, dificultada por mal tiempo y una estrategia indecisa, fue derrotada por los turcos a pesar de su superioridad numérica.
Préveza ha pasado a la historia como la peor de las derrotas de Andrea Doria, cuyo rol en la contienda quedó sumido en la controversia. Numerosos historiadores especulan con que sus extrañas órdenes no pretendían ganar la batalla, sino perjudicar al contingente veneciano bajo su mando, al que era hostil debido a la enemistad entre Génova y Venecia, y a la vez salvaguardar las naves españolas y genovesas, con vista a sus propias operaciones en el futuro.[4][5][6]
Khair-ad-Din había encabezado desde 1519 una serie de ataques a posiciones españolas en el Mediterráneo, que lo habían convertido en el principal marino protegido por el sultán Solimán el Magnífico. En 1529 tomó la fortaleza del peñón de Gibraltar. En 1534, al mando de 60 galeras construidas con su propio diseño asoló el sur de Italia y de improviso atacó Túnez, apoderándose de este importante puerto aliado de España.
Ante el avance de Barbarroja, el papa Paulo III pidió la conformación de una Liga Santa. A instancias del papa, Carlos V formó una impresionante armada (reforzada por Caballeros de Malta, italianos y alemanes) para rescatar Túnez. Después de tres días de asedio y saqueos, el estratégico puerto fue recuperado en la llamada Jornada de Túnez. Carlos V encargó a Andrea Doria que a toda costa atrapara, vivo o muerto, a Barbarroja.
Durante casi cuatro años, Barbarroja continuó atacando puertos mediterráneos aliados de España: saqueó las costas de Apulia, atacó Corfú (donde fue rechazado por las defensas allí apostadas) e inmediatamente luego de esto atacó el mar Adriático obteniendo para Constantinopla un tributo consistente en un millar de jóvenes mujeres, 1500 jóvenes varones, 200 adolescentes vestidos con capa de oro, una gran cantidad de objetos muy apreciados, como paños, vasos de oro y cálices robados de iglesias cristianas, y 400 000 piezas de oro. Los rescates de estos adolescentes y jóvenes trajeron grandes beneficios adicionales.
La Liga Santa puso rumbo a solventar la amenaza, pero sus tensiones internas amenazaban con hacerla estallar: los venecianos, capitaneados por Vincenzo Capello, tenían una profunda desconfianza mutua con españoles y genoveses, a los que el almirante Andrea Doria representaba al mismo tiempo al mando de la armada. Esta hostilidad resultaría desastrosa.[7]
La Liga Santa se reunió en Corfú, adonde primero llegaron los venecianos de Capello y la flota papal de Marco Grimani, que había sido rechazada por los turcos en un intento de tomar la fortaleza de Préveza. La flota quedó completa con la llegada de Andrea Doria al mando de las naves españolas y genovesas el 22 de septiembre de 1538, juntndo en total 146 galeras y 50 buques de vela. Por su parte, llegado de un intento fallido de tomar Heraclión, el almirante turco había recibido noticias de su posición y, tras saquear la isla de Cefalonia, se refugió en el golfo de Arta con sus 122 galeras, en apariencia inferiores a la flota cristiana. Por sugerencia de su teniente judío Sinan Reis, Barbarroja desembarcó un contingente de artillería en Accio, lo que efectivamente convirtió el golfo en una posición defensiva.[8]
Tras localizar a Barbarroja, Doria se detuvo con su armada ante las puertas de Arta, donde las dos flotas se observaron mutuamente. Barbarroja no podía salir a mar abierto, ya que habría supuesto su destrucción, pero por el contrario, Doria tampoco podía asaltar el golfo, en cuya boca sus buques habrían quedado atorados. La única opción cristiana habría sido desembarcar sus fuerzas terrestres, eliminar la artillería otomana e instalar sus propios cañones, convirtiendo así el golfo en una ratonera, pero Doria no lo hizo, influido por el fracaso de Grimani y por la previsión de mal tiempo. El genovés no podía maniobrar libremente con sus naves de vela, en cuya potencia de fuego confiaba para vencer a los turcos, debido a que la mar amenazaba con empujarlas contra la costa si se acercaban demasiado. Un intento turco de construir fortificaciones fue rechazado por los cañones cristianos, aunque no hubo más intercambios que este. Los dos almirantes eran conscientes de sus ventajas y no se atrevían a atacar para no cometer un error fatal.[9]
La mañana del 27, Doria ordenó a su flota levar anclas y dirigirse con rumbo sur hacia Sessola, cerca de Léucade, donde iniciarían incursiones contra Lepanto con el fin de obligar a Barbarroja a salir para tratar de defenderlo. Sin embargo, el almirante otomano salió del golfo antes de lo que podrían haber previsto y se lanzó temerariamente en persecución de la flota cristiana por mucha que fuera su superioridad en número, coincidiendo fatídicamente con un momento en que una enconada falta de viento había disgregado a los cristianos debido a la incapacidad de los buques de vela de seguir el paso a las galeras. De este modo, Barbarroja se encontró con una armada vulnerable y carente de preparación, en la que Doria tardó tres horas completas en ordenar el ataque mientras varios navíos venecianos a la deriva entraban ya en combate contra sus perseguidores. La tardanza desesperó a Capello y Grimani, que llegaron a personarse en la nave de Doria para implorarle darse prisa.[10]
Los combates se sucedieron mientras Doria formaba a la flota. El gran buque insignia veneciano, el Galeone di Venezia, capitaneado por Alessandro Condalmiero, quedó a la deriva a diez millas de Sessola, y pronto se vio rodeado por decenas de galeras otomanas, a las que mantuvo a raya a duras penas con ayuda de sus muchos cañones mientras otros cristianos bregaban por acudir a su rescate. Por fin, la flota cristiana estuvo lista en formación de bloque, con el virrey de Sicilia Ferrante Gonzaga en el ala izquierda, los caballeros de Malta en la derecha, el joven Giovanni Andrea Doria al frente, Andrea en el centro, y en retaguardia los venecianos y las naves de transporte con Francesco Doria. Por su parte, los turcos formaron en Y, con Barbarroja al frente, Seydi Ali Reis a izquierda, Salih Reis a derecha y Turgut y Murat atrás. Los otomanos atacaron por los flancos, cerniéndose sobre los vulnerables barcos de vela, y Doria empeoró la situación al no movilizar a su centro, hallándose ocupado en tratar de encerrar a los turcos con un ambicioso movimiento de pinza entre galeras y naves que no tuvo éxito.
Al final del día, Doria ordenó la desbandada general rumbo a Corfú, entre las peticiones de los venecianos, malteses y papales de no dar la batalla por perdida. Atrás dejaron 13 barcos destruidos y 36 capturados, mientras que los turcos no habían perdido ninguna nave y sólo habían sufrido daños menores. El día estuvo lleno de acciones individuales valerosas, como la del capitán vizcaíno Machín de Munguía y la compañía del Tercio Viejo que le acompañaba, que se salvaron milagrosamente en un buque de vela a la deriva atacado por decenas de embarcaciones, pero el balance fue una derrota y una oportunidad perdida.[11] Por si fuera poco, una tormenta cayó sobre todos, de tal manera que los cristianos tardaron 15 días en reunirse de nuevo. El propio Barbarroja perdió casi 70 galeras contra la costa dálmata a causa del temporal después de no haber perdido ni una durante la batalla.
La discordia estalló entre los miembros de la Liga Santa por las acciones realizadas durante la batalla. Capello en particular acusó a Doria de haber saboteado la contienda para no arriesgar las naves hispanogenovesas y reservarlas para futuras campañas fuera de la Liga, mientras que Doria acusó a los venecianos de incompetencia y criticó el hecho de que se habían negado a embarcar a la prestigiosa infantería de marina española en sus naves. Realmente los cronistas encontraron inexplicable que Doria ordenase la retirada y además abandonase tras de sí a las naves de la Serenísima.[12] El intelectual sefardí Joseph ha-Kohen incluso propuso que Dios había confundido la mente del genovés para castigarle por tratar con dureza a sus prisioneros judíos en sus campañas corsarias.[13]
Khair-ad-Din tuvo por delante toda una larga vida al frente de la flota otomana. En 1543 Francia se alió con los turcos contra España, circunstancia que aprovechó para saquear Provenza. Murió a la edad de 65 años mientras se construía un palacio en Constantinopla. La armada otomana continuaría prevaleciendo en hasta la Batalla de Lepanto, 33 años más tarde.