Cáncer de testículo | ||
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Seminoma en un testículo. | ||
Especialidad | oncología | |
El cáncer de testículo es un tipo de cáncer que generalmente se origina en el testículo, una parte del sistema reproductor masculino, aunque también se puede manifestar inicialmente en el abdomen o en el tórax (mediastino). Su causa es hasta el momento desconocida. Es una enfermedad que ha pasado de ser extremadamente rara a principios del siglo XX, a ser en la actualidad el tipo de tumor maligno más común entre los varones jóvenes. Se diagnostica cada año esta enfermedad a entre 8000 y 9000 varones en Estados Unidos, 1400 en el Reino Unido, unos 500 en España y sobre 10 000 en la Unión Europea.[1][2][3] A lo largo de la vida, la probabilidad de desarrollar cáncer de testículo es de 1 entre 250 (0,4 %), aunque la incidencia varía en función de las razas. La mayor incidencia se da entre los varones de raza blanca de parte del norte de Europa. En la Unión Europea la menor incidencia se presenta en España. Los varones de raza negra tienen la menor incidencia global.[4] Es más común entre los 15 y 40 años, aunque puede afectar a varones de cualquier edad. El cáncer de testículo tiene una de las tasas de curación más altas de todos los tipos de cáncer, por encima del 90 %, y prácticamente del 100 % si no se ha extendido.[5] Incluso en los relativamente pocos casos en los que se ha extendido ampliamente, la quimioterapia consigue curar completamente al menos a la mitad de esos casos.
La gran mayoría de los casos de cáncer de testículo es detectado por el propio paciente. No produce síntomas generales que puedan hacer sospechar de un problema médico, como dolor o fiebre. Dado que el cáncer de testículo es curable cuando se detecta precozmente, los expertos recomiendan la realización mensual de la autoexploración testicular tras una ducha caliente, cuando el escroto está más relajado. El varón debe examinar suavemente cada testículo palpando en busca de bultos duros y luego comparar ambos.
Los síntomas incluyen:
No es muy común que el cáncer de testículo se extienda a otros órganos, aparte de los pulmones, pero si se da el caso los síntomas pueden incluir:
Cualquiera de esos síntomas debería ser consultado con el médico, el cual valorará la importancia de los síntomas e indicará si es preciso realizar estudios complementarios o si es necesario acudir al urólogo u otro especialista.
El cáncer de testículo es uno de los más curables de todos si se detecta pronto.
El diagnóstico del cáncer de testículo se realiza mediante ultrasonidos con una ecografía de los testículos, y si lo hay, su extensión por rayos X y TAC. Además en un análisis de sangre se miden los marcadores tumorales específicos AFP, GCH-ß, (y LDH) que proporcionan mayor evidencia sobre el tipo de tumor y su extensión. En caso de que en la primera consulta haya un diagnóstico inicial dudoso, la ecografía debería ser realizada antes de 2 semanas.
La biopsia o PAAF del testículo está contraindicada en general,[8][9] puesto que puede facilitar la dispersión del tumor por una ruta que no es la usual. Y está indicada solo en pacientes con tumores retroperitoneales o mediastinales.
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La edad de riesgo depende del tipo de tumor. Hay tres picos: infantil hasta los 4 años para los teratomas y tumores de saco vitelino, de 25–40 años los seminomas y no seminomas, y a partir de los 60 años los seminomas espermatocíticos)[12]
Periódicamente se realizan campañas publicitarias para concienciar a los hombres a que examinen sus testículos —de forma análoga a las mamas femeninas— con regularidad.
El cáncer de testículo puede desarrollarse a partir de cualquier tipo de célula de las presentes en el testículo, pero más del 95 % de todos los cánceres de testículo son de células germinales. (Las células germinales producen los espermatozoides; en sí mismas no son patogénicas). En general, aquí nos referiremos al cáncer de testículo de células germinales. La histopatología del cáncer de testículo es complicada, y debería ser hecha por un patólogo experimentado que especifique características tales como, invasión vascular (en los no seminomas), de la rete testis (en los seminomas), o el porcentaje de los distintos tipos de tumor si los hubiere.[13]
Los tumores de células germinales se distinguen entre seminomas y no seminomas[14][15] (en el Reino Unido los no seminomas los denominan genéricamente teratomas, mientras que en EE. UU. usan la palabra teratoma para otro tipo).
Los seminoma son tumores de células germinales inmaduras de crecimiento lento y representan alrededor del 50 % de los casos, de los cuales el 80 % son de estadio 1. Los seminomas tienden a estar confinados al testículo, puesto que se propagan relativamente despacio, y a través del sistema linfático. Suelen ser los más habituales entre el segmento de pacientes de mayor edad.
Los no seminoma, por el contrario, son células germinales más maduras que se propagan con mayor rapidez. Los no seminomas engloban varias subclases; sus tasas de expansión varían algo, pero se tratan de forma similar. Suelen ser los más habituales entre el segmento de pacientes de menor edad.
Cuando ambos, seminomas y no seminomas están presentes en un tumor (lo cual no es raro), el tumor se clasifica como no seminoma y se trata como tal.
La anatomía patológica del seminoma se confunde con relativa facilidad con la del carcinoma embrionario. En caso de recibir tratamiento de radioterapia, se debe asegurar que realmente no ha habido confusión, puesto que el carcinoma embrionario es un no seminoma que no es sensible a la radiación y sería un tratamiento inútil.
El cáncer de testículo es uno de los pocos tumores que producen marcadores tumorales específicos, que se pueden usar para seguir su evolución, y la efectividad del tratamiento. Para ello, antes de la cirugía, se deben determinar los niveles de los marcadores para establecer la referencia inicial.
La ausencia de marcadores tumorales no excluye la posibilidad de padecer un tumor de células germinales.
Un caso de cáncer de testículo se categoriza como perteneciente a uno de tres estadios[18] (que tienen subclasificaciones).
La mayoría de los casos cuando se detectan son de estadio 1; el estadio 3 es relativamente raro.
La propagación de las metástasis de cáncer de testículo tiene una progresión bien definida. Los ganglios paraaórticos (situados alrededor de la aorta y vena cava inferior a la altura de los riñones) son el primer lugar en el que se producen las metástasis. El escroto no comparte el sistema linfático de los testículos, ya que estos descienden desde el abdomen durante la gestación hasta su posición normal. Por ello se realiza una orquiectomía inguinal, evitando la alteración del sistema linfático y en lo posible la difusión de células tumorales a otras zonas donde no es sospechoso que en general pudieran aparecer. En los tumores de células germinales no seminomas, la propagación es hematológica y por ello el lugar más probable de una metástasis son los pulmones, hígado y cerebro.
Los tipos básicos de tratamiento son: cirugía, radioterapia, quimioterapia y observación o una combinación de ellos.[19] El tratamiento más adecuado estará en función del tipo de tumor, y su pronóstico.
La mayoría de las veces, la orquiectomía inguinal radical (extirpación del testículo y demás estructuras asociadas a través de una pequeña incisión en el abdomen) es suficiente para la curación completa del paciente. Es una operación sencilla y rápida que se hace con anestesia raquídea, y el paciente puede volver a su casa enseguida, o incluso el mismo día. Aunque sería posible en muchos casos quitar el tumor de un testículo dejándolo funcional, es algo que rara vez se hace por el riesgo de dejar algunas células del tumor, y se realiza la orquiectomía inguinal radical. Dado que es un órgano par, y un solo testículo es suficiente para la fertilidad, producción hormonal y otras funciones masculinas, la excepción sería sólo en el caso de que fuese el único testículo y sólo si la operación la realiza un experto. El 80 % de los pacientes están curados sólo con la cirugía, y tras ella hay que valorar las posibles opciones de tratamiento en función del riesgo particular basado fundamentalmente en el análisis patológico, los marcadores tumorales y la evidencia radiográfica. Para ello, tras la extirpación, el testículo es fijado con solución de Bouin[20][21][22] porque así conserva mejor algunos detalles morfológicos como la conformación nuclear. Una vez fijado está listo para que el tumor sea clasificado por el patólogo.
En el caso de los no seminomas que parecen ser de estadio 1, a menudo se realiza en una operación aparte una linfodectomía de los ganglios retroperitoneales para determinar si el cáncer era en realidad de estadio 2. Sin embargo, esto que es estándar en muchos sitios, también es omitido en muchos otros por el riesgo significativo de dañar determinados nervios al tratarse de una operación mayor que requiere de una gran experiencia, y que puede dar como resultado complicaciones como la eyaculación retrógrada e infertilidad.
La cirugía se puede realizar en otras partes del cuerpo donde (en casos raros) haya tumores y esto sea apropiado; puede ser antes o después de la quimioterapia o radioterapia, aunque con posterioridad a dichos tratamientos es una cirugía mucho más complicada y debe ser llevada a cabo por especialistas.
La radioterapia mediante rayos X de alta energía es efectiva en los seminomas, pero no en los no seminomas. Se puede administrar para tratar seminomas de estadio 2, o como terapia preventiva en el caso de cáncer en estadio 1, y así minimizar la probabilidad de que aún existan tumores minúsculos indetectables y que pudiesen extenderse, aunque en la práctica actual es preferida la observación. La extraordinaria sensibilidad a la radioterapia de los seminomas hace que la tasa de curación para los casos en estadio 1 sea superior al 95 %. Incluso la tasa de supervivencia no es significativamente menor para los casos de estadio 2 con tumores pequeños (<2 cm) tratados con radioterapia. Las dosis de radiación usadas para el tratamiento del seminoma son relativamente pequeñas, y aunque los efectos secundarios no son despreciables, no son tan importantes como los producidos por la quimioterapia. Como tratamiento preventivo en estadio 1 se suelen usar 20-25 Gy, y para el estadio 2 se aumenta a 30-35 Gy localizado sobre los tumores. La dosis total se reparte en varias sesiones de entre 1,5-2 Gy a lo largo de varias semanas.
La quimioterapia es el tratamiento estándar, con o sin radiación, cuando el cáncer se ha extendido a otras partes del cuerpo (o sea, estadio 2 o 3). En algunos sitios se ofrece como opción para los seminomas en estadio 1 como terapia preventiva en los casos de mayor riesgo. La introducción de la terapia con cisplatino como agente antitumoral supuso una revolución espectacular en la tasa de curación de este tipo de cáncer. Los agentes primarios son el cisplatino, etopósido y bleomicina. Los fármacos antitumorales causan efectos secundarios importantes, tanto agudos (vómitos, náuseas, caída del pelo, cansancio, neutropenia, sepsis, azoospermia), como a largo plazo (ototoxicidad, neuropatía periférica, tumores secundarios, problemas cardiovasculares).
Aunque el éxito del tratamiento depende del estadio, la tasa media de supervivencia (a cinco años) es de alrededor del 95 %, y para los casos de cánceres en estadio 1 (si son vigilados adecuadamente) es de prácticamente el 100 % de supervivencia.[23] Por eso es de suma importancia la acción inmediata cuando existe la posibilidad de padecer cáncer de testículo.
Consiste en hacer un seguimiento, mediante las pruebas y periodicidad apropiadas para el tipo de tumor, para vigilar que no haya recaída, y que el paciente permanezca libre de cáncer. De forma que en caso de detectar una recaída, se pueda aplicar el tratamiento adecuado en el momento en que es más efectivo.[24]
En los pocos casos en los que los tratamientos de radioterapia y quimioterapia estándar fallan, aún puede considerarse una combinación de quimioterapia intensiva, cirugía e incluso radioterapia, junto con un trasplante de médula.
La orquidectomía inguinal radical la realiza el urólogo; la radioterapia la administra el radiólogo o el oncólogo especialista en radioterapia; la quimioterapia la lleva a cabo el oncólogo generalista; y la observación la supervisa el oncólogo generalista.
Para cánceres de estadio 1 que no han tenido ninguna terapia preventiva, la observación durante al menos 3 a 10 años es crucial (análisis de sangre, TAC y radiografías) para evaluar si el cáncer se ha extendido a otras partes del cuerpo (metástasis). Para otros estadios y cuando se ha dado radioterapia o quimioterapia, la vigilancia dependerá de las circunstancias, pero normalmente debería realizarse durante un periodo de 5 años (con intensidad decreciente). En el caso de los seminomas, hay que considerar algún tipo de observación de por vida, pues se han dado algunos casos raros con recaidas decenas de años después, aunque tras cinco años la tasa de recaída es de menos del 5 % de los casos.[25]