El carbonado o diamante negro es la variedad natural de diamante más resistente. Se trata de un aglomerado policristalino de cristales de diamante, grafito y carbono amorfo.[1] Se encuentra, principalmente, en depósitos aluviales en la República Centroafricana y en Brasil.
Los carbonados fueron descubiertos en el Brasil hacia el 1840. Recibieron su nombre portugués porque se asemejaban al carbón.[2]
Los carbonados son piedras opacas de color negro o grisáceo. Hay ejemplares de colores verdosos o amarillentos. Están formados por un agregado de grano muy fino, en base de diamantes cristalinos microscópicos, grafito y carbono amorfo. También pueden contener otros minerales.[3][4]
Su estructura es porosa, basada en formaciones dendríticas de octaedros microscópicos y concreciones irregulares. A veces forma concreciones regulares. Las dimensiones de los carbonados son relativamente grandes, del orden de 10 mm de diámetro de media, con un peso de hasta 20 quilates. No son raros los ejemplares que pesan centenares de quilates.
Menor que la del diamante. Varía entre 3,13 y 3,46 g/cm3.[3]
Los carbonados, con su estructura poli-cristalina y la presencia de porosidades, tienen propiedades mecánicas irregulares. Los poros internos y la ausencia de planos de exfoliación hacen que su talla sea muy difícil y la causa de gran cantidad de material rechazado.[5]
Los diamantes negros presentan una fuerte luminiscencia (fotoluminescencia y electroluminiscencia a la vez) provocada por la presencia de nitrógeno y por los espacios vacíos de su estructura cristalina. Los análisis de esta luminiscencia demuestran que hubo presencia de materiales radiactivos en el proceso de formación de los carbonados.[5]