Castellana negra | ||
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Ejemplar de gallina castellana negra. | ||
Nomenclatura biológica | Gallus gallus | |
Otros nombres | Moura[1] o ibérica negra | |
Región de origen | Castilla, España | |
Características | ||
Tipo | gallina | |
Dimorfismo sexual | Sí | |
Peso | Gallo 3 kg y gallina 2,3 kg[2] | |
Plumaje | Negro | |
Ojos | Grandes, vivos y con iris rojizo, desde el anaranjado hasta el pardo rojizo. | |
Cola | Cola arqueada y casi en ángulo recto | |
Patas | Color pizarra | |
Carácter | Tranquilo | |
Otros datos | ||
Utilización | Puesta | |
Federaciones | GANECA | |
La castellana negra o ibérica negra es una raza autóctona española de gallinas originaria de la región de Castilla, de la que toma el nombre. Se trata de la raza de gallinas más antigua de la península ibérica y una de las primeras de Europa.[3]
Es la única raza española sin influencia extranjera y es origen de otras razas europeas.[3] Además, los estudios genéticos de los últimos años han confirmado que muchas de las gallinas de color negro que existen en Europa proceden de esta gallina, y a partir de ella se crearon otras razas como la menorca, la española cara blanca y la andaluza azul, conocidas y definidas en los estándares internacionales.[4] Desde el año 2008 está reconocida como raza en peligro de extinción.[5][6]
Fue introducida en España por los árabes en el siglo VIII, hecho por el que es conocida en algunos lugares con el nombre de moura.[1] Tradicionalmente se cuenta que era la raza favorita de Isabel I de Castilla, y que por expreso deseo de esta reina, Cristóbal Colón viajó con ellas a la Conquista de América.[4] Al parecer, también fue introducida en Flandes en tiempos del emperador Carlos V.[4][2]
Fue recogida en el tratado de Aves de Corral (1902) de Domingo Massuet y Amorós, donde poéticamente asegura que «El gallo es sin duda el prototipo del español, alto, esbelto y arrogante, hasta el punto de haberse dicho de él en el extranjero que revelaba en su aspecto y movimiento la hidalguía española». Además, la califica como la reina del corral en punto a huevos, y estima una puesta anual de 150-170 huevos.[2] Su estándar fue definido en 1926 por Enrique de Villamil, siendo una de las primeras gallinas en tenerlo.[4] Entonces en Andalucía era conocida como andaluza, jerezana o malagueña negra, mientras que en algunas zonas de Castilla y León la llamaban zamorana.[2]
En la primera mitad del siglo XX fue una de las razas de gallina más utilizada en España para la obtención de huevo de color blanco y tamaño medio. En esos años existían estirpes seleccionadas[1] que llegaban a producir entre 220 y 225 huevos anuales.[4][2] Pero con la llegada de los híbridos y la avicultura industrial fue desechada para la producción de huevos de color blanco, reservando para este fin la raza leghorn, y el número de ejemplares se fue reduciendo progresivamente.[1]
En 1975 el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria comenzó su proceso de recuperación, a través del Programa de Conservación de razas autóctonas españolas de gallinas (1975-2000),[7] garantizando la preservación de la raza.[2] En 2008 fue reconocida como Raza autóctona en Peligro de Extinción por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.[5][6] En el año 2010 un grupo de criadores de esta raza fundó la Asociación de Amigos de la Gallina Castellana Negra (GANECA), una asociación de carácter nacional y sin ánimo de lucro, con la finalidad de aumentar el número de productores, y con ello la cantidad de ejemplares.[1] Junto al Ministerio de Agricultura, es gestora del Plan de Mejora y Conservación oficial de la raza, y de su Libro Genealógico.[3] A comienzos de 2021, el Ministerio de Agricultura autorizó a GANECA el uso del logotipo de Raza Autóctona 100% para ser utilizado en carnes, huevos y otros productos elaborados a partir de estas gallinas.[3]
Su futuro está profundamente ligado a la ganadería ecológica pues su rusticidad, su excelente adaptación al clima continental extremo de la meseta y su buena capacidad de puesta le aseguran unas buenas perspectivas.
Se trata de un ave adaptada a las condiciones climatológicas extremas de la meseta castellana, con fríos y calores extremos.[3] Es ligera, dinámica y vigorosa, y suele pernoctar en los árboles, lo que demuestra su capacidad de ponerse a salvo de los depredadores.[2]
Su plumaje es negro con reflejos irisados verdeazulados, más pronunciados en el macho. Tienen los ojos grandes, vivos y con el iris rojizo, que varía desde el anaranjado hasta el pardo rojizo. Sus orejillas son blancas, sus patas de color pizarra y su cola es arqueada y casi en ángulo recto. Son animales de carácter tranquilo. Los gallos alcanzan un peso de 3 kg, y se caracterizan por su cuello alargado, su cabeza ancha y gruesa, con pico mediano y fuerte, y muslos robustos. Las hembras son similares a los machos, aunque su peso se sitúa en los 2,3 kg.[2] Las gallinas comienzan su puesta a los seis meses. Los huevos son de color blanco, y la cantidad anual oscila entre los 180 y 200 huevos, con un peso de 64 gr. No tienen tendencia a encluecar, aunque los ejemplares más viejos lo hacen en ocasiones.[2]
Su ámbito geográfico se concentra en el territorio que conforma la antigua región de Castilla, las actuales comunidades de Castilla y León, Castilla-La Mancha y Madrid, principalmente. En lo que respecta a Castilla y León, cuenta con 22 explotaciones, que constituyen casi el 50 % del total de ejemplares.[2] Por su parte, en Castilla-La Mancha, hay criadores en Albacete capital, Fuensalida, Miguelturra, Ribatajada, Toledo, Tomelloso y Torrijos,[3] que reúnen al 10 % del total.[2]
Pero su cría no es exclusiva de este territorio, y también hay productores asociados en Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Cataluña, Extremadura, Navarra y la Comunidad Valenciana.[2] Fuera del territorio nacional, también hay criadores en Inglaterra, en Austria y en Alemania, donde se fundó en 1960 un grupo de criadores aficionados llamado SV der Züchter der Kastilianer.[1]