Cerrejonisuchus | ||
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Rango temporal: Paleoceno | ||
Taxonomía | ||
Reino: | Animalia | |
Filo: | Chordata | |
Clase: | Sauropsida | |
Subclase: | Diapsida | |
Superorden: | Crocodylomorpha | |
(sin rango): | Mesoeucrocodylia | |
Familia: | Dyrosauridae | |
Género: |
Cerrejonisuchus Hastings et al., 2010 | |
Especie | ||
C. improcerus Hastings et al., 2010 (especie tipo) | ||
Cerrejonisuchus es un género extinto de crocodilomorfo dirosáurido. Es conocido a partir de un cráneo completo y una mandíbula de la formación Cerrejón, en la mina de carbón homónima del norte de Colombia, que data del período Paleoceno. Especímenes pertenecientes a Cerrejonisuchus y a otros dirosáuridos han sido hallados en la mina abierta de carbón del Cerrejón en el departamento de La Guajira. La longitud del rostro es de solo el 54-59% del total de la longitud total craneal, haciendo del hocico de Cerrejonisuchus el más corto de todos los dirosáuridos.[1]
Con una longitud estimada en 1.22 metros a 2.22 m., Cerrejonisuchus era pequeño para un dirosáurido. Esta estimación de tamaño está basada en las longitudes dorsales de cráneos alojados en el Museo de Historia Natural de Florida, identificados como los especímenes IGM 29 y UF/IGM 31. Cerrejonisuchus tenía la más corta longitud corporal de cualquier dirosáurido conocido, mucho menor que el mayor miembro del grupo, Phosphatosaurus gavialoides, el cual llegaba a tallas de entre 7.22 a 8.05 metros de largo.[1]
Actualmente los únicos ejemplares conocidos de Cerrejonisuchus son UF/IGM 29 (el holotipo), UF/IGM 30, UF/IGM 31, y UF/IGM 32. De estos, UF/IGM 29 y UF/IGM 31 se cree que representan individuos adultos plenamente crecidos mientras que UF/IGM 32 sería un individuo inmaduro. En UF/IGM 31, las suturas neurocentrales de la vértebra anterior dorsal están cerradas, un indicador de madurez morfológica. Adicionalmente, la presencia de osteodermos bien desarrollados es probablemente una indicación más de su madurez, ya que en los cocodrilos modernos los osteodermos comienzan su calcificación después de un año y crecen hasta articularse con los otros osteodermos para formar un escudo dérmico en la madurez. Asimismo, las suturas que separan los huesos del cráneo en ambos especímenes están totalmente fusionados, sugiriendo que los individuos habían alcanzado una avanzada etapa ontogénica. En contraste, UF/IGM 32 tenía una sutura del hueso nasal no fusionada, sugiriendo que era menos maduro que los otros individuos. UF/IGM 32 es también notablemente menor que los otros especímenes.[1]
Comparado a la longitud craneal total, el rostro de Cerrejonisuchus es el más corto de cualquier dirosáurido. Junto a Chenanisuchus, son los únicos dirosáuridos de hocico corto. El hocico de Cerrejonisuchus es estrecho y consistente en anchura desde las fosas nasales, o narinas, a la órbita de los ojos. El margen del hocico, a diferencia del de muchos dirosáuridos de hocico largo, es liso, sin ningún tipo de "ornamentación", es decir, sin las ondulaciones laterales de los huesos maxilar y premaxilar que forman alrededor de alvéolos de los dientes. Las fosas nasales están colocadas en una disposición muy anterior, casi en la punta del hocico. Las órbitas están orientadas anterodorsalmente, mirando hacia arriba y ligeramente hacia adelante. La dentición de Cerrejonisuchus es generalmente homodonta, aunque el tercer diente maxilar es alargado y el cuarto es algo menor que el resto.
Cladograma propuesto por Hastings et al. (2010) mostrando las relaciones filogenéticas de Cerrejonisuchus dentro de Dyrosauridae:[1]
Neosuchia |
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Cerrejonisuchus probablemente tenía una dieta consistente en peces, invertebrados, ranas, lagartos, pequeñas serpientes, y posiblemente mamíferos.[1][2] El corto hocico de Cerrejonisuchus se cree que es una adaptación para una dieta generalista. Se cree que los dirosáuridos de hocico largo, por su parte, eran especies marinas que se alimentaban casi exclusivamente de peces. Con su hocico más corto, Cerrejonisuchus pudo haber sido capaz de ocupar un nuevo nicho ecológico en el ambiente de selvas tropicales de la Colombia del Paleoceno.[2]
Cerrejonisuchus es conocido desde mediados a finales del período Paleoceno en la formación Cerrejón. Todos los especímenes proceden de la mina a cielo abierto del Cerrejón en la mina La Puente debajo de la Veta de Carbón 90. La mina también ha producido los restos de Titanoboa cerrejonensis, una serpiente recientemente descrita de unos 12.8 metros de largo de la familia de las boas, siendo la serpiente de mayor tamaño que haya existido.[3] Como Cerrejonisuchus, los fósiles de Titanoboa fueron encontrados en una capa de arcilita gris directamente subyacente a la Veta de Carbón 90.[4] Material adicional de dirosáuridos ha sido hallado en la formación Cerrejón junto al de Cerrejonisuchus, y se cree que representan al menos dos taxones diferentes. La edad de la formación Cerrejón ha sido datada entre mediados a finales del Paleoceno basándose en isótopos de carbono, polen, esporas, y quistes de dinoflagelados.[5]
La sección de la formación Cerrejón de la cual se extrajeron los fósiles de Cerrejonisuchus fue probablemente depositada en un ambiente de transición, probablemente agua salobre en un entorno de río y lagunas. Grandes tortugas de agua dulce podocnemídidas (Cerrejonemys) junto a peces dípneos y peces elopomorfos han sido también hallados en esa parte de la formación.[6] Cerrejonisuchus pudo haber sido una fuente de alimento para Titanoboa, la cual habría vivido en el mismo entorno de aguas salobres.[2] La fauna de vertebrados de la formación Cerrejón era similar a las actuales faunas de vertebrados neotropicales ribereños.[3]
Durante el Paleoceno, los sistemas de ríos pudieron haber invadido una planicie costera cubierta por una húmeda selva neotropical. La temperatura global era mucho más cálida que hoy en día, basándose en modelos paleoclimáticos. El gradiente de temperatura latitudinal entre el ecuador y las latitudes medias de América del Sur era similar al gradiente que existe en la actualidad. Los elevados niveles de dióxido de carbono en la atmósfera probablemente causaron una temperatura de invernadero a escala global. Las frecuentes precipitaciones estimadas y el incremento de pCO2 pudieron haber mantenido la flora selvática durante el efecto invernadero del Paleoceno.[3]
La presencia de dirosáuridos como Cerrejonisuchus en el Paleoceno de Colombia sugieren que hubo una radiación de dirosáuridos en Suramérica siguiendo al límite K–T, en la extinción masiva del Cretácico-Terciario. La dispersión bien pudo haber sido de África a Brasil, continuando la migración hasta alcanzar Norteamérica.[7] Colombia puede ser vista como una ruta transicional desde Brasil a América del Norte, y también hacia Bolivia, asumiendo que ésta era costera.[1]