Las críticas al comunismo, entendido generalmente como comunismo soviético o marxista-leninista, se refieren a un conjunto de posicionamientos hechos desde diversas ideologías políticas, todas ellas opuestas a la instauración de un Estado socialista, a su organización o a su gobierno, y a la teoría o la práctica del marxismo-leninismo que lo propone.
Los críticos del comunismo incluye a un abanico amplísimo de ideologías: conservadores de base religiosa (incluyendo a la Iglesia católica), liberales y anarquistas. Debe señalarse que no todos los críticos del comunismo tienen posturas procapitalistas: parte de los contrarios al comunismo son y han sido también anticapitalistas o al menos contrarios a alguno de sus aspectos (por ejemplo, el fascismo). Así tampoco ser opositor o contrario al comunismo necesariamente significa ser anticomunista en el sentido político, ya que este último término alude más a la erradicación y censura antes que a la confrontación ideológica.
Las críticas al Comunismo son, en su mayor parte, una crítica a la principal escuela de esta doctrina, el marxismo-leninismo que, siendo la práctica política predominante en el comunismo del siglo XX, presenta en su programa de acción medidas que se describen de forma resumida a continuación:
Debe tenerse presente de todas maneras que han existido formas de comunismo democrático como el comunismo consejista que no abogaban por la instauración de regímenes dirigidos desde arriba, e incluso ideologías cercanas socialmente al comunismo como la teología de la liberación que eran cristianas y no ateas.
Según los economistas liberales una economía comunista no puede funcionar de modo eficiente en el sentido de Pareto con base en que, al no existir un mercado libre que regule los precios, no existe modo de alcanzar un Mercado Estable. (Ver: Óptimo de Pareto).
Sin embargo, algunos economistas teóricos marxistas como Oskar Lange y Abba Lerner propusieron que existían un conjunto de reglas de planificación que podían tener el mismo efecto que la solución de mercado.[1][2]
Otros críticos afirmaron que el comunismo se basaba en la existencia de leyes históricas, cuando éstas no existen, ya que según esta postura la historia se ve alterada por los avances científicos, que son, por su naturaleza, impredecibles.
Sin embargo, la existencia de tendencias históricas guiadas por las estructuras económicas sigue siendo un problema abierto. Dentro del pensamiento marxista, Antonio Gramsci, sostuvo que "Para el marxismo ni la estructura económica social, ni la materia son absolutas".
Según algunos autores, los dirigentes comunistas serían responsables de la muerte de 100 millones de personas en el mundo entero, cifra popularizada en El libro negro del comunismo, editado por el anticomunista francés Stéphane Courtois.
Sin embargo, dichos análisis generalmente incluyen muertes por hambrunas que no siempre son responsabilidad directa de los gobiernos, como el caso de la administración china de Mao Zedong. También cuenta entre los comunistas al nacionalista general Chiang Kai-shek[cita requerida] (conocido por ser férreo enemigo del comunismo) y a Pol Pot, dictadorcamboyano que tras ser derrocado por otros comunistas,[3] terminó financiado por Estados Unidos.[4] Por otra parte, el régimen de Pol Pot oficialmente renunció al comunismo.[5] Aun así los Jemeres rojos recibieron el apoyo del Partido Comunista de China y del propio Mao Zedong.[6]
Por otro lado el libro editado por Courtois, fue criticado hasta por algunos de sus principales colaboradores, tanto por comparar el comunismo con el nazismo como por inflar el número de víctimas, así como por la manipulación de las cifras y el recuento global de las mismas.[7][8]
Otra crítica recurrente contra el marxismo-leninismo son sus prácticas antirreligiosas y la postura oficial atea de los países guiados por el marxismo. Las relaciones entre Iglesia y Estado en países socialistas han sido tensas en la mayoría de los casos, llegando a la represión de la libertad religiosa. En la URSS, Stalin quiso eliminar a la Iglesia Ortodoxa Rusa, pero la invasión alemana del 22 de junio de 1941 lo obligó a cancelar la campaña ateizante y autorizar a los obispos y sacerdotes a bendecir, en ceremonias públicas, a los regimientos que partían al frente y servirles como capellanes, para así atraer al pueblo creyente a la lucha contra el nazismo. El 4 de septiembre de 1943 se efectuó una reunión, en el Kremlin de Moscú, entre Stalin y 3 metropolitas para elegir al Patriarca de Moscú (Jefe de la Iglesia). 5 días después se eligió al metropolita Sergei, dando inicio a una larga historia de tensas relaciones entre el PCUS y la Iglesia Ortodoxa Rusa.