La cultura misisipiana fue una cultura calcolítica de Norteamérica que floreció en el medio-oeste, el este y el sudeste del actual Estados Unidos aproximadamente entre los años 800 y 1550 de nuestra era.
El estilo de vida misisipiano nació en el valle del río Misisipi (del cual toma su nombre). Las culturas del valle del río Ténesi pudieron asimismo empezar a desarrollar características misisipianas en esta época. Casi todos los emplazamientos misisipianos son anteriores a 1539 (cuando Hernando de Soto exploró el área), y se han descubierto muy pocos artefactos de esta cultura, lo que indica que la misma desapareció casi completamente antes de tomar contacto con los europeos.
Existe un conjunto de montículos de tierra en forma de pirámide truncada o de plataforma, de forma generalmente cuadrada o rectangular, circular en algunas ocasiones. En su cima solían ser levantadas otras estructuras (casas, templos, osarios, etc.).
Tecnológicamente, no tenían sistema alguno de escritura, ni arquitectura en piedra, ni metalurgia, aunque trabajaban depósitos naturales.
La etapa misisipiana se divide generalmente en tres o más períodos. Cada uno de estos períodos históricos es una distinción arbitraria que varía de región a región. Para cada sitio arqueológico concreto, parece que los diferentes períodos de desarrollo comienzan a veces más temprano o más tarde que otros sitios arqueológicos, dependiendo de la velocidad de adopción o desarrollo de determinados rasgos misisipianos.
El inicio de las culturas misisipianas coincide con el final de la transición del periodo silvícola (500-1000 d. C.). A partir de la cultura missipiana se observa en el registro arqueológico una preponderancia en ciertas regiones al aumento complejidad socioeconómica, el sedentarismo, la centralización y la agricultura intensiva. Se considera que el período misisipiano aparece en la mayor parte de lugares de dicha cultura entre ca. 1000-1200 d. C.
El período misisipiano medio se considera a menudo el punto culminante de la era misisipiana. La expansión del gran complejo ceremonial en Cahokia, la formación de otro gran complejo por parte de algunas jefaturas, la propagación del Complejo Ceremonial Sudeste, el desarrollo del arte y el simbolismo son característicos de este período de cambios. Los rasgos misisipianos mencionados anteriormente llegaron a generalizarse toda la región mississipiana. En la mayoría de los sitios arqueológicos, este período abarca el período c. 1200-1400 d. C.
El período misisipiano tardío suele considerarse a partir c. 1400 hasta el contacto con los europeos y se caracteriza por el incremento del número de conflictos bélicos, la agitación política y los movimientos de población. La población de Cahokia se dispersa a principios de este período (1350-1400), tal vez a causa de emigración hacia otros centros políticos. Durante este periodo se construyen más estructuras defensivas que en períodos anteriores y, a veces, se observa también una disminución de la construcción de montículos y de centros ceremoniales. Aunque algunas zonas siguieron manteniendo una cultura esencialmente misisipiana hasta el primer contacto significativo con los europeos, la mayoría de las áreas habían experimentado dispersión de la población y graves tensiones sociales hacia el año 1500. Estas tensiones, que en ocasiones coinciden con el colapso cultural completo de un determinado sitio, coinciden con el cambio climático global denominado pequeña Edad de Hielo, que por ejemplo afectará a la cultura de los Anasazi, contemporánea de la cultura mississipiana.
Diversos estudiosos han investigado los relatos de la expedición de Hernando de Soto entre 1539-1543 para desvelar datos sobre los misisipianos. Hernando de Soto, de acuerdo con las crónicas, visitó diversos asentamientos o ciudades y en algunos casos pasó en ellos un mes o más, por lo que tuvo ocasión de conocer algunos detalles de su cultura y modo de vida. Algunos de los encuentros con los indígenas fueron violentos, mientras que otros fueron relativamente pacíficos. En algunos casos, De Soto parece haber sido utilizado como una herramienta o un aliado en las disputas entre los indígenas. Un ejemplo bien documentado es que, por ejemplo, De Soto negoció una tregua entre los pacaha y los casqui.
Los encuentros posteriores de De Soto redujeron aproximadamente a la mitad el número de sus tropas, frente a tal vez cientos de indígenas muertos en sus lucha contra las tropas de De Soto. Las crónicas de De Soto son de los primeros documentos escritos sobre el pueblo misisipiano, y son una fuente invaluable de información sobre sus prácticas culturales. Las crónicas de la expedición de Narváez fueron escritas antes de la expedición de De Soto.
Tras la destrucción y desbandada de la expedición de De Soto, el pueblo misisipiano continuó su estilo de vida con muy poca influencia europea directa. Sin embargo, indirectamente, introducciones europeas cambiaron drásticamente a las sociedades indígenas americanas en el este de los Estados Unidos. Debido a que los nativos no tenían inmunidad a las nuevas enfermedades infecciosas, como el sarampión y la viruela, epidemias que causarían algún tiempo después tantas muertes que sacudieron el orden social de muchos grupos indígenas. Algunos grupos adoptaron los caballos europeos y se convirtieron en nómadas.[1] Las estructuras políticas colapsaron en muchos lugares.
En Joara, un asentamiento grande, cerca de Morganton, Carolina del Norte, los nativos americanos de la cultura mississippiana interactuaron con los colonizadores españoles de la expedición de Juan Pardo, que construyeron allí una base en 1567 llamada Fuerte San Juan de Xuala (Fort San Juan). Existe documentación de la expedición y pruebas arqueológicas del fuerte y de la cultura nativa americana. Los soldados estuvieron en el fuerte unos 18 meses (1567-1568) antes de que los nativos los mataran y destruyeran el fuerte. (También mataron a los soldados estacionados en otros cinco fuertes; sólo sobrevivió un hombre de 120). En el lugar se han recuperado artefactos españoles del siglo XVI, que marcan la primera colonización europea en el interior de lo que se convirtió en Estados Unidos.[2].
Para cuando se comenzó a documentar más, el estilo de vida misisipiano había cambiado en forma apreciable e irremediable. Algunos grupos habían mantenido conexión con su pasado de construcción de montículos a través de la tradición oral, como los cherokees de finales del siglo XIX,[3] mientras que otros grupos indígenas americanos emigraron cientos de kilómetros y, habiendo perdido a muchos de ancestros por las enfermedades infecciosas, no conservaban un recuerdo nítido de que sus ancestros habían construido los montículos esparcidos por todo el paisaje. Esto contribuyó al mito de los constructores de montículos como un grupo diferente de los indígenas, el cual fue rigurosamente desacreditado por Cyrus Thomas en 1894.
Aunque la cultura misisipiana experimentó graves perturbaciones y conflictos ya antes de que los europeos comenzaran a documentar su organización política, los exploradores escribieron sobre varias unidades políticas misisipianas, y otras han sido descubiertas luego de investigaciones arqueológicas. Algunos de estos sitios fueron:
El pueblo misisipiano fue casi con certeza de donde descendieron la mayoría de las naciones indígenas americanas que viven actualmente en la misma región histórica. La mayor parte de los pueblos de la región hablan lenguas de las familias muskogui y siux, aunque también caddo e iroquesas. Los pueblos históricos y modernos que se cree han descendido de la cultura misisipiana extendida son los Alabama, Apalachee, Caddo, Cherokee, Chickasaw, Choctaw, Creek, Guale, Hitchiti, Houma, Kansa, Missouri, Mobilian, Natchez, Nación Osage, Quapaw, Seminole, Tunica-Biloxi, Yamasee y Yuchi.
Los eruditos han estudiado los registros de la expedición de Hernando de Soto de 1539-1543 para conocer sus contactos con los mississippians, mientras viajaba por sus pueblos del sudeste. Visitó muchos pueblos, en algunos casos durante un mes o más. La expedición de Hernando de Soto en La Florida es una crónica de esos pueblos. Algunos encuentros fueron violentos, mientras que otros fueron relativamente pacíficos. En algunos casos, de Soto parece haber sido utilizado como herramienta o aliado en antiguos feudos nativos. En un ejemplo, de Soto negoció una tregua entre los Pacaha y los Casqui.
Los encuentros posteriores de De Soto dejaron cerca de la mitad de los españoles y quizás muchos cientos de nativos americanos muertos. Las crónicas de de Soto se encuentran entre los primeros documentos escritos sobre los pueblos del Misisipi y son una fuente inestimable de información sobre sus prácticas culturales. Las crónicas de la expedición de Narváez fueron escritas antes que la expedición de Soto; la expedición de Narváez informó a la Corte de Soto sobre el Nuevo Mundo.
Tras la destrucción y huida de la expedición de Soto, los pueblos del Misisipi continuaron su modo de vida con escasa influencia europea directa. Indirectamente, sin embargo, las introducciones europeas cambiaron drásticamente estas sociedades nativas. Debido a que los nativos carecían de [[Inmunidad (medicina) |inmunidad]] contra las enfermedades infecciosas que portaban los europeos sin saberlo, como el sarampión y la viruela, las epidemias causaron tantas muertes que socavaron el orden social de muchos cacicazgos. Algunos grupos adoptaron caballos europeos y se pasaron al nomadismo.[7] Las estructuras políticas se derrumbaron en muchos lugares.
En Joara, cerca de Morganton (Carolina del Norte), los nativos americanos de la cultura misisipiana interactuaron con los colonizadores españoles de la expedición de Juan Pardo, que construyeron allí una base en 1567 llamada Fuerte San Juan. Existe documentación de la expedición y pruebas arqueológicas del fuerte y de la cultura nativa americana. Los soldados estuvieron en el fuerte unos 18 meses (1567-1568) antes de que los nativos los mataran y destruyeran el fuerte. (También mataron a los soldados estacionados en otros cinco fuertes; sólo sobrevivió un hombre de 120). En el lugar se han recuperado artefactos españoles del siglo XVI, que marcan la primera colonización europea en el interior de lo que se convirtió en Estados Unidos.[8].
Para cuando se empezaron a escribir más relatos documentales, el modo de vida de los misisipi había cambiado irrevocablemente. Algunos grupos mantuvieron un vínculo de tradición oral con su pasado de construcción de montículos, como los Cheroqui de finales del siglo XIX.[9] Otros grupos de nativos americanos, tras haber emigrado muchos cientos de kilómetros y haber perdido a sus ancianos a causa de las enfermedades, no sabían que sus antepasados habían construido los montículos que salpicaban el paisaje. Esto contribuyó al mito de los constructores de montículos como pueblo distinto de los nativos americanos, que fue rigurosamente desmentido por Cyrus Thomas en 1894.