Juan Antonio de Iza Zamácola | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
27 de diciembre de 1758 Dima (España) | |
Fallecimiento | 24 de marzo de 1826 | (67 años)|
Nacionalidad | Española | |
Información profesional | ||
Ocupación | Escritor, periodista e historiador | |
Seudónimo | Don Preciso | |
Juan Antonio [de Iza] Zamácola y Ocerín (Anteiglesia de Dima, Vizcaya, 27 de diciembre de 1756[1]-Madrid, 24 de marzo de 1826) escritor ilustrado y afrancesado, periodista, historiador, jurista y folclorista español, pariente del poeta suicida José de Iza Zamácola. Usó los pseudónimos de "Don Preciso",[2] "El Bachiller Tocamala", "El Extravagantísimo" y "Simeón de Errotacoechecojaunarensemearena".[cita requerida]
Perteneciente a una poderosa familia de la nobleza rural vizcaína, fue hermano de Simón Bernardo de Zamácola (autor del polémico proyecto del Puerto de la Paz en Abando, que dio motivo al motín de 1804 conocido como Zamacolada), y también de Santiago, Bernardo, Ramona y un sacerdote que marchó a Chile. Renunció a su primer apelido, Iza; hizo sus primeros estudios en Cigoitia (Álava) con abundante instrucción sobre derecho, lengua y folklore vascos, a que desde muy joven fue aficionado; fue un excelente guitarrista y cantor, dotado de grandes aptitudes para la danza y el baile, folclorista y poeta, escribano y jurista, filólogo e historiador.
En 1775 marcha a Madrid para preparar una plaza de escribano, que consiguió en 1785. En 1790 contrae matrimonio en Dima; al estallar la Guerra contra la Convención fue Regidor del Señorío y le nombraron capitán de Tercios. Al acabar la guerra vuelve a Madrid, donde trabaja como escribano real de la Corte y del Juzgado de Imprentas y Librerías del Reino. Allí colabora en prensa periódica en El Diario de Madrid con pseudónimos tales como "Don Preciso", "el bachiller Tocamala", "el Extravagantísimo" y "Simeón de Errotacoechecojaunarensemearena". Publicó El libro de moda en la feria, Madrid, 1795, en colaboración con fray Juan Fernández de Rojas, "Liseno". Es autor del libro satírico Elementos de la ciencia contradanzaria para que los currutacos, pirracas y madamitas de nuevo cuño aprendan por principios a bailar las contradanzas por sí solos o con las sillas de su casa (1796) y de una Colección de las mejores seguidillas, tiranas y polos que se han compuesto para cantar a la guitarra (1799 y 1803), por la cual se le considera el primer recopilador de cantes populares españoles; esta última obra, en dos volúmenes, tuvo algunos tropiezos con la Inquisición. Justifica su edición por
El deseo (...) de restablecer en España la música nacional, y de apartar quanto sea posible de nuestra vista la italiana, que no puede producir otro defecto que el de debilitar y afeminar nuestro carácter.
Viene después un interesante y encendido elogio de la poesía popular, a la vez que una burla de la casi siempre insufrible poesía dieciochesca:
Estas coplas son, propiamente hablando, nuestra poesía lírica, puesto que es la única que se canta y puede cantarse. (Y no) se ha de dar ese nombre a esas grandes odas, canciones y sonetos, y otras mil zarandajas. (...) Y quizá por esto quando veo aquellas canciones de a palmo, se me cae el libro de las manos, y si me empeño en leerlas, se me abre tantísima boca, y me entra letargo.
Se trata de dos volúmenes, y el segundo salió en 1803 a causa del éxito que tuvo el primero, y se amplió en 1805 y siguió reimprimiéndose. En Madrid ve impotente como su hermano cae en la locura. El 29 de febrero de 1804 solicitó permiso para publicar un periódico, Centinela de las costumbres, pero cuando ya había pasado varias censuras salió un decreto el 30 de abril que prohibía nuevos periódicos. Zamácola reclamó el 1 de mayo sin resultados. Publicó Tribunales de España. Práctica de los juzgados del Reino, Madrid, 1806. Fue comisario de policía afrancesado de Madrid el 18 de febrero de 1809, además de escribano principal del Tribunal Civil de la Corte de España, secretario general del Timbre, notario de los Reinos, todos ellos cargos josefinos, fuera de haber recibido de manos de José Bonaparte la Real Orden de España, por lo que tuvo que marchar al exilio en 1814, estableciéndose en el depósito de Auch con el canónigo, también emigrado, Pedro Estala, a quien vio morir. Fallece también su esposa Mariana Villar y escribe una Historia de las naciones bascas de una y otra parte del Pirineo Septentrional y costas del mar Cantábrico (Auch, 1818, tres vols.), alegato casticista a favor de los fueros vascos y de las antiguas costumbres de España en respuesta los ataques de Juan Antonio Llorente a los primeros. Con ello contribuyó a la creación de una conciencia histórica nacionalista en el País Vasco, pues fue el segundo, tras Oihenart, en abordar la historia de los vascos como un conjunto étnico, independientemente del estado al que pertenezcan: recoge y asume con meticulosidad los mitologemas vascos elaborados desde el siglo XVI: la igualdad primitiva, el vascoiberismo, el cantabrismo, el hidalguismo, el cristianismo primitivo etc. y otorga, como amigo de Pedro Pablo Astarloa, a la lengua vasca el rango de idioma paradisíaco dotado de todas las perfecciones. El plan de la obra quedó incompleto: faltan Bearn, el ducado de Gascuña y el de Aquitania. Regresó a Bilbao en 1820, poco después de establecerse el régimen constitucional, desarrollando una gran actividad como periodista. Publicó El Despertador (Bilbao, 1821-1822), de tendencia afrancesada y moderada, en colaboración con Luis de Astigarraga. Aparece responsable del número 3 de El Conciliador (Madrid, 1822). Todavía publicó Perfecciones analíticas de la lengua bascongada, (Bilbao, 1822), libro que se funda en Pablo Pedro Astarloa. Parece ser que fue padre del escritor de temas vascos Antonio de Iza Zamácola y tal vez del malogrado poeta José de Iza Zamácola. Señala en su Historia que tenía entre manos dos obras (Viajes y trabajos de un refugiado español por el Mediodía de la Francia y Don Preciso en Francia), pero no han llegado a nuestros días.
Marcelino Menéndez Pelayo (Historia de las Ideas Estéticas en España, III, Madrid, C.S.I.C., 1974, págs. 579-581) calificó a Zamácola de "hispanófilo" y también se ocupó de él Julio Caro Baroja en "Los Majos", Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, n.º 299, 1975, pág. 303. "Don Preciso" profesó gran cariño a los cantos y bailes regionales que denominó música nacional, adelantándose en cien años a los críticos modernos. Se muestra sin embargo crítico con el flamenco, pese a que la suya es la primera colección de coplas de la que puede decirse que corresponde a lo que se cantaba a finales del siglo XVIII y que coincide con lo que se cantó más adelante como peteneras, soleares y carceleras.