Los kalbíes fueron una dinastía árabe musulmana de Sicilia, isla que gobernaron del 948 al 1053. Los nombraban teóricamente los califas fatimíes, aunque fueron tornándose paulatinamente autónomos.
Los aglabíes llegaron a Marsala, en Sicilia, en el 827 con una flota que llevaba diez mil soldados a las órdenes de Asad ibn al-Furat; por entonces los bizantinos estaban sumidos en una crisis interna. Los invasores se apoderaron de Palermo en el 831 e hicieron de ella su capital.[1] Se adueñaron luego de Siracusa en el 878 y en el 902 de la última plaza en poder de Bizancio, Taormina.[2][3] Al mismo tiempo, llevaron a cabo varias incursiones por la Italia meridional, a consecuencia de las cuales se crearon nuevos emiratos en Tropea, Tarento y Bari. Los musulmanes estaban, no obstante, divididos por rencillas internas debidas al deseo de hacerse con el poder en la región. La isla dependía formalmente de los aglabíes y luego de los fatimíes.
Tras aplastar una rebelión, el califa fatimí nombró a Hasán al-Kalbi (948-953) emir de Sicilia, el primero de la dinastía kalbí, a la que dio nombre. Los fatimíes hicieron de ellos sus representantes en la isla hasta que trasladaron la capital del califato de Ifriqiya a El Cairo en el 969.[4] Las incursiones en el sur de la península itálica prosiguieron con los kalbíes hasta el siglo XI, y en el 982 un ejército alemán al mando de Otón II fue derrotado por Abu'l-Qasim en la batalla de Stilo, disputada cerca de Crotona, en Calabria.
Emires kalbíes de Sicilia
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El declive de la dinastía comenzó con el emirato de Yusuf al-Kalbi (990-998), que confió la isla a sus hijos y permitió que los ziríes de Ifriqiya interviniesen en la política insular. El conflicto dinástico se agudizó en tiempos de al-Ajal (1017-1037); las distintas facciones enfrentadas se coligaban con bizantinos y ziríes. Ninguna de estas dos potencias pudo afianzar su presencia en Sicilia permanentemente, pero esta se dividió en tiempos de Hasan as-Samsam (1040-1053) en pequeños feudos. Los kalbíes se extinguieron en el 1053, y en 1061 los normandos de la Italia meridional, con Roger I de Sicilia a la cabeza, emprendieron la conquista de la isla, que completaron en el 1091.[5] Sin embargo, los conquistadores permitieron a los musulmanes permanecer en ella; estos desempeñaron un destacado papel en la administración, el ejército y la economía del reino normando hasta el siglo XII.
Sicilia, y especialmente Palermo, fue un centro económico importante del Mediterráneo durante el período kalbí. Los musulmanes introdujeron el cultivo de los limones, las naranjas y la caña de azúcar, así como el algodón y la morera (para la sericultura) y crearon sistemas de riego para mejorar la agricultura.[6] Sicilia era también un importante núcleo comercial del Mediterráneo, con conexiones con el Oriente Próximo, el África septentrional y las repúblicas marítimas italianas como Amalfi, Pisa y Génova.