La Ilustración Guatemalteca | ||
---|---|---|
Señorita Leonor de Mezerville con un ejemplar de La Ilustración Guatemalteca Fotografía de Alberto G. Valdeavellano[1] | ||
Tipo | Revista quincenal | |
Formato | revista | |
País | Guatemala | |
Sede | Ciudad de Guatemala | |
Ámbito de distribución | élites guatemaltecas | |
Fundación | 1 de julio de 1896 | |
Fundador(a) | Rafael Spínola, A. Macías del Real | |
Fin de publicación | 15 de junio de 1898 | |
Género | Revista literaria | |
Ideología política | Liberal | |
Idioma | Español | |
Precio | 50 centavos de peso guatemalteco | |
Difusión | nacional | |
Circulación | nacional | |
Propietario(a) | Siguere, Guirola y Cía. | |
Editor(a) jefe | Rafael Spínola | |
Columnistas | A. Macías del Real, Ramón A. Salazar | |
Escritores | Antonio Batres Jáuregui, Agustín Gómez Carrillo | |
Sitio web | La Ilustración Guatemalteca | |
La Ilustración Guatemalteca fue una revista quincenal que se publicó en Guatemala del 1 de julio de 1896 al 15 de junio de 1898. En una época en que únicamente el cinco por ciento de la población guatemalteca sabía leer, esta publicación tenía artículos dedicados a los miembros de la élite guatemalteca y describió muchos sucesos que ocurrieron durante el gobierno del general José María Reina Barrios, especialmente la crisis económica derivada de la caída de los precios del café y el desarrollo de la Exposición Centroamericana, evento que Reina Barrios llevó a cabo para promocionar la construcción del ferrocarril interoceánico en Guatemala -en una época en que todavía no se había construido el Canal de Panamá- y sacar así a Guatemala de la crisis en que se encontraba.[2] La revista presentó numerosas fotografías de Alberto G. Valdeavellano, pionero de la fotografía en Guatemala.
La Ilustración Guatemalteca empezó a publicarse el 1 de agosto de 1896 con el fin de servir de publicación ilustrada y ajena a pasiones políticas, personales y religiosas.[4] Uno de sus objetivos principales era promocionar e informar sobre la Exposición Centroamericana, evento que el presidente Reina Barrios había organizado a un gran costo para el erario nacional para mostrar los avances tecnológicos de Guatemala -principalmente el ferrocarril transoceánico- a posibles inversionistas extranjeros.[4]
Si bien no quería entrar en polémicas de ninguna índole, era abiertamente liberal y anticlerical, como lo era el gobierno imperante en Guatemala en esa época. Y también sirvió una función informativa, presentando artículos sobre la crisis económica que vivía Guatemala en ese tiempo debido a la fuerte inversión que hizo el gobierno de Reina Barrios en infraestructura y a un descenso dramático en el precio del café -único artículo que se producía en Guatemala en ese entonces-;[5] sobre el retorno del obispo Ricardo Casanova y Estrada;[6] quien se acogió a una amnistía otorgada por el gobierno y pudo retornar a Guatemala tras ser expulsado a Cuba por el general Manuel Lisandro Barillas Bercián; y sobre los intentos del presidente de extender su mandato constitucional más allá de 1898 y las críticas que se generaron al respecto.[7][8]
La revista también fue pionera en las noticias deportivas en Guatemala, publicando información sobre el ciclismo, deporte que a finales del siglo xix era exclusivo para la élite guatemalteca; las noticias sobre el club ciclista aparecían quincenalmente en La Ilustración Guatemalteca e incluían siempre alguna fotografía de sus participantes.[3] Los miembros de la Junta Directiva de la Unión Ciclista de Guatemala eran: (1) presidente: Miguel Llerandi -inmigrante español-, (2) vicepresidente: Víctor Sánchez Ocaña -exdirector del Instituto Nacional Central para Varones, exsecretario de la embajada de Guatemala en México y jefe de la Dirección General de Estadística-, (3) vocal primero: M. Larreynaga -exsecretario de la embajada de Guatemala en los Estados Unidos y exinspector de Instrucción Pública, (4) vocal segundo: Arturo Petrili -comerciante de origen italiano que había estudiado en Europa y en los Estados Unidos-, (5) vocal tercero: José Lizarralde -caficultor educado en Bruselas-, (6) secretario: el señor Gavarrete -educado en Europa y Estados Unidos y tesorero de la Lotería del Hospicio-, y (7) tesorero: José Quevedo V., -militar e ingeniero graduado de la Escuela Politécnica y secretario de la Escuela Facultativa de Ingeniería.[3]
Al finalizar el primer año de publicación, la revista cambió de nombre y se llamó La Ilustración del Pacífico.[9] En su primer número relataron las viscicitudes que habían vivido durante su primer año y explicaron por qué cambiaron de nombre: al aparecer su primer fascíulo había habido mucho entusiasmo y ofertas de cooperación, suscripciones y colaboraciones, pero al cabo de poco tiempo los anunciantes se alejaron por el alto costo de los anuncios y las colaboraciones eran simples artículo promocionales de sus autores. Y también fueron criticados por publicar el retrato del arzobispo Ricardo Casanova y Estrada -debido al ambiente positivista que se vivía entre los intelectuales guatemaltecos a finales del siglo xix y por publicar información financiera en donde se hacía ver la severa crisis económica que vivía Guatemala en 1897.[9] Dicha crisis económica también los afectó, además de que el papel utilizado para los fotograbados era fuertemente gravado por el fisco guatemalteco.[9] A pesar de los problemas, les quedaba la satisfacción de que los guatemaltecos en el extranjero utilizaban la revista para mostrar los grabados en donde aparecían los edificios y estructuras del país y demostraban así que el país estaba prosperando; en vista de este uso que se le daba fuera de las fronteras de Guatemala, los editores decidieron continuar con la revista un año más y cambiarle el nombre por el de La Ilustración del Pacífico.[9] El director de la revista en esta oportunidad fue el escritor, político y diplomático guatemalteco Ramón A. Salazar.
La revista se distinguió por presentar retratos de damas de la sociedad guatemalteca, de grupos de indígenas del interior de la República y de estudiantes distinguidos en las principales instituciones educativas del país. La mayoría de las fotografías eran del fotógrafo Alberto G. Valdeavellano.