Lucio César [a] (17 a. C.-2 d. C.) fue un aristócrata romano miembro de la dinastía Julio-Claudia por nacimiento y adopción. Fue uno de los primeros herederos de Augusto, pero murió años antes de poder acceder a la herencia. En ocasiones se le asigna el nomen Julio.
Lucio César nació en el año 17 a. C. —quizá el 29 de enero—,[2] como segundo hijo de Marco Agripa y de su tercera esposa Julia la Mayor.[3] Fue adoptado el mismo año de su nacimiento junto a su hermano, Cayo César, por su abuelo Augusto con evidentes intenciones de hacerlos sus herederos.[4] Su padre biológico murió en el año 12 a. C.[5]
Al igual que su hermano, apareció vestido de negro en los juegos funerarios en honor de su padre que se celebraron en el año 7 a. C.[6] En el año 4 a. C. Augusto le confirió el título de princeps iuventutis [7] y dos años después lo designó cónsul para el año 4 d. C.[8] Ese mismo año presidió los juegos que inauguraban el templo de Mars Ultor (Marte Vengador) y el nuevo foro de Augusto; además participó junto a su hermano Cayo en unos juegos troyanos.[9]
Murió el 20 de agosto de 2 d. C. en Marsella de camino a un destino en Hispania, a donde se le enviaba para ganar experiencia militar, quizá de una enfermedad contagiosa.[10] Se rumoreó entonces que Livia estaba detrás del suceso,[11] pero Barrett rechaza tal acusación alegando las dificultades que implicaría organizar un envenenamiento a distancia.[12] Su cuerpo fue escoltado hasta Roma por tribunos militares y los hombres principales de cada ciudad por las que pasaba el cortejo fúnebre.[13] Fue enterrado en el Mausoleo de Augusto.[14] Estuvo prometido a Emilia Lépida, descendiente de Sila y Pompeyo, pero su muerte impidió que pudieran casarse.[15]
Fue educado por su abuelo y padre adoptivo como si fuese su tutor, quizá con un exceso de protección. Cuando acompañaba a Augusto en sus viajes, cabalgaba delante o a su lado.[16] Estar rodeado de lujo y en una posición privilegiada parece ser que le había convertido en un joven arrogante e insufrible y no se portaba como correspondía a un miembro de la casa imperial.[17] Muchos en Roma, con sinceridad o para ganarse su favor, acudían a él para halagarlo o conseguir méritos políticos.[18] Por otra parte, Lucio y su hermano Cayo fueron muy queridos por el pueblo:[16] en cierta ocasión, aparecieron en una representación teatral y el público prorrumpió en aplausos;[b] un centurión de Acerras erigió un altar en su honor con una inscripción en verso;[21] la ciudad de Sardes les rindió honores;[22] tras su muerte, la colonia de Pisa levantó un monumento descomunal para honrarlos.[21] Tiberio escribió una elegía [c] en su honor en solidaridad con Augusto.[24] Años después, Augusto en su testamento consideró su pérdida y la de su hermano un destino atroz.[25]