Manuel Vicent | ||
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Manuel Vicent en 2021 | ||
Información personal | ||
Nacimiento |
10 de marzo de 1936 Villavieja (España) | (88 años)|
Nacionalidad | Española | |
Familia | ||
Hijos | Mauricio Vicent | |
Educación | ||
Educado en | ||
Información profesional | ||
Ocupación | Escritor, periodista, novelista y escritor de cuentos | |
Empleador | El País (desde 1977) | |
Géneros | Teatro, biografía, columna, libro de viaje, gastronomía, entrevista y crítica literaria | |
Distinciones |
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Manuel Vicent Recatalá[1][2] (Villavieja, Castellón, 10 de marzo de 1936) es un escritor y articulista español.
Manuel Vicent nació en 1936, el año en que estalló la guerra civil española. De hecho, su primer recuerdo de infancia le retrotrae a la entrada de fuerzas militares de Franco en su pueblo natal, Villavieja. Muy influido por un viejo profesor humanista y republicano se fue forjando su posicionamiento antimilitarista, republicanismo, humanista y anticlerical.[3]
Después de obtener la Licenciatura en Derecho por la Universidad de Valencia —previamente había realizado un par de cursos de Filosofía—, se trasladó a Madrid, donde cursó estudios de periodismo en la Escuela Oficial, donde comenzó a colaborar en las revistas Hermano Lobo, Triunfo y otros medios. En la capital de España conoce a numerosos intelectuales y artistas; entre otros, al también periodista y escritor Francisco Umbral, que más tarde lo definiría como «calvo y joven, judío de ojos claros, experto en pintura, irónico y gélido».[4] Sus primeros artículos sobre política los publica en el diario Madrid y, posteriormente, escribe en El País —medio en el que continúa colaborando— unas crónicas parlamentarias que le hacen famoso entre los lectores.
Su obra comprende novelas, teatro, relatos, biografías, artículos periodísticos, libros de viajes, apuntes de gastronomía, entrevistas y semblanzas literarias, entre otros géneros. Sus novelas Tranvía a la Malvarrosa y Son de mar han sido adaptadas para la gran pantalla de la mano de José Luis García Sánchez y Bigas Luna, respectivamente.[5]
Es padre del fallecido corresponsal de prensa en Cuba del diario El País y Cadena Ser, Mauricio Vicent.
Destaca en la obra de Manuel Vicent su colaboración con el diario El País de forma casi ininterrumpida desde 1981.[6] Salvo breves lapsos de verano o navideños en los que escribe reportajes más amplios para otras secciones del periódico, el escritor valenciano publica una columna de libre contenido en la última página del diario impreso en su edición dominical. Respecto a esta faceta literaria, el propio autor escribió en una de sus primeros libros recopilatorios:
Para que todo el universo quepa en una columna de 66 líneas a 30 espacios es necesario desechar lo que sobra: planetas, estrellas, galaxias, el vacío que existe entre ellas con su silencio de piedra pómez. Hay que quedarse solo con lo esencial: con las grandes pasiones que mueven al alma de unas hormigas, con las horas infinitas que invierten los muertos soñando. Una columna de periódico debe ser el reloj de arena que filtre la memoria de ese deseo que el lector sentirá mañana.A favor del placer
Con frecuencia, su prosa ha sido calificada como «impresionista», que trasluce una representación del mundo en la senda de otros ilustres paisanos suyos como Joaquín Sorolla o Vicente Blasco Ibáñez.[3] Según el humorista gráfico Andrés Rábago García (más conocido como Ops y, después, El Roto), que ilustró su obra Crónicas urbanas, el estilo de Vicent «es muy barroco, pero también muy luminoso».[7] Para Francisco Umbral, Vicent es «preciosista y crudo, estilista de las quijadas de burro» del que admira «la calidad tectónica de su prosa, (…) la fuerza levantina de sus imágenes, (…) el volumen áureo y matinal de su palabra». Y remata: «Uno, que ya no cree en casi nadie, cree en Manuel Vicent como uno de los últimos monjes que va miniando el códice desordenado de la actualidad».[4]
En palabras del propio autor, en sus columnas y relatos trata de reflejar «esos momentos que nos hacen felices, perplejos, escépticos y expertos en dioses menores».[8] A propósito de su faceta de articulista, trata de cultivar la máxima de que «el éxito de un periodista no consiste en ser leído, sino en ser creído».[3]
Su estilo es un juego de oposiciones y dualidades, contrapuntos, ideas binarias, antítesis: lo sublime y lo banal, lo cotidiano y lo trascendente, lo bello y lo grotesco, el idealismo y el pragmatismo, la racionalidad y el instinto, el misticismo y el descreimiento, Dios y el carpe diem se confrontan una y otra vez en los textos vicentinos.[9]