El marcionismo fue una doctrina/secta cristiana (calificada como herejía por la ortodoxia cristiana posterior) del siglo II. Durante esta temprana etapa de consolidación cristiana, el fundamento teológico de esta secta tuvo una notable influencia dualista. Toma su nombre de su principal creador, el teólogo Marción (85-150 d. C.).
El marcionismo fue un sistema de creencias dualistas escindido del cristianismo primitivo que se originó con las enseñanzas de Marción de Sinope en Roma alrededor del año 144.[1] Marción fue un teólogo cristiano primitivo,[2] evangelizador[2] y una figura importante en el cristianismo primitivo.[2][3] Era hijo de un obispo de Sinope en el Ponto. Hacia mediados del siglo II (140-155) viajó a Roma, donde se unió al gnóstico sirio Cerdón.[4]
Marción predicaba que el Dios benévolo del Evangelio que envió a Jesucristo al mundo como salvador era el verdadero Ser Supremo, diferente y opuesto al Demiurgo malévolo o dios creador, identificado con el Dios hebreo del Antiguo Testamento.[2][3][5] Se consideraba seguidor del apóstol Pablo, del que creía que era el único y verdadero apóstol de Jesucristo.[2][3]
El canon de Marción, posiblemente el primer canon bíblico cristiano jamás compilado, constaba de once libros: el evangelio de Marción, que era una versión más corta y anterior al Evangelio de Lucas (el cual se cree que es una versión extendida del evangelio de Marción), y diez epístolas paulinas.[2][3][6] El canon de Marción rechazaba todo el Antiguo Testamento, junto con todas las demás epístolas y evangelios de lo que se convertiría en el canon de 27 libros del Nuevo Testamento, que durante su vida aún no había sido compilado.[2][3][7][8] Las epístolas paulinas gozan de una posición destacada en el canon marcionista, ya que Pablo era considerado por Marción como el único y verdadero apóstol de Cristo.[2][3][8]
El marcionismo fue denunciado como una herejía por los primeros Padres de la Iglesia quienes escribieron contra él, especialmente Tertuliano en su tratado de cinco libros Adversus Marcionem (Contra Marción), en torno al año 208.[2][3] Los escritos de Marción se han perdido, aunque fueron muy leídos y debieron existir numerosos manuscritos.[2][3] Aun así, muchos estudiosos afirman que es posible reconstruir y deducir gran parte del antiguo marcionismo a través de lo que los críticos posteriores, especialmente Tertuliano, dijeron sobre Marción.[2][3][9]
Según Ireneo, Marción mantenía vínculos con el pensamiento de Cerdón, lo que le llevaba a vilipendiar al Dios del Antiguo Testamento y a colocar sobre éste dios perverso e inferior, a Cristo que procede del Padre. Policarpo de Esmirna denominó a Marción "primogénito de Satanás." [10]
Nacido en Frigia, en Asia Menor, (Turquía), hijo de un obispo que fue excomulgado, Marción prosperó como comerciante y naviero. Viajó a Roma entre 135 y 140 d. C. buscando ser nombrado dignatario de la Iglesia, sin lograrlo.
Fue declarado hereje y excomulgado en 144 de nuestra era. En el momento de su muerte (150) había logrado exitosamente el primer cisma del Cristianismo, cuyos efectos se prolongarían hasta el siglo III. Elaboró la primera gran herejía cristiana y redactó el primer canon del Nuevo Testamento, sistemáticamente organizado conforme a su propio dogma. A pesar de que suele atribuírsele el carácter de “gnóstico” nunca tuvo ese carácter, no obstante su cercanía, antes de elaborar su propio cuerpo doctrinal, con la herejía Docética. A. von Harnack no lo consideró propiamente gnóstico, y en el mismo sentido se ha expresado C. Vidal Manzanares al excluirlo de la enumeración de los maestros gnósticos. Desde luego, existen algunas diferencias importantes entre la gnosis y el marcionismo. Con todo, algunos autores creen que la amalgama de paganismo y cristianismo de Marción es sustancialmente similar a la de los gnósticos.[10]
Este primer canon de "su nuevo testamento", ayudó a la iglesia cristiana del segundo siglo a motivarse rápidamente para preparar el canon auténtico de los libros del Nuevo Testamento. Hasta entonces se leía el Antiguo Testamento, porciones del Nuevo Testamento y cartas del apóstol Pablo en las congregaciones, pero no había un canon del Nuevo Testamento como tal.
En su época, siglo II, Roma es la ciudad más importante del mundo, centro del poder, del comercio, de la cultura, es habitada por personas que provienen de todas partes de Europa, del Norte de África y de Asia Menor, Durante la primera mitad de este siglo la Iglesia se encuentra unida, tiene como símbolo principal al pez, todavía no se ha conquistado para su fe el carácter de religión oficial del Imperio y aún es una secta más, pero es la más activa: tiene adeptos en todos los estratos de la sociedad, incluso entre los patricios. El Emperador Tito Elio Adriano Antonino prohíbe la persecución de cristianos y en la primera parte de este siglo se inicia la costumbre de enterrar en el subsuelo a los muertos en “las catacumbas”, es la época de los más "grandes" gnósticos, Valentín y Basílides, este último vive en Alejandría.
Roma disfruta de un largo período de prosperidad y de respeto a los cultos religiosos, lo cual permite el florecimiento del cristianismo y es precisamente en ese momento cuando Marción llega a la capital del imperio romano, con el propósito de obtener una archidiócesis y para ello dispone de 200.000 sestercios, sin embargo no logra su cometido y es entonces que decide organizar su propia iglesia, cosa que logra con éxito, además de que organiza su cuerpo doctrinal y publica su versión revisada del Nuevo Testamento.
Los textos que conformarían el Nuevo Testamento, hasta antes de Marción, circulaban en fragmentos aislados como cartas, algunas apócrifas, sin que existiera un canon unificado respecto a ellas.
La idea de publicar su propio Nuevo Testamento y separarse del cuerpo principal obligó a la Iglesia a revisar y a establecer su propio canon del Nuevo Testamento.
A pesar de que no existe ninguna duda de que Marción escribió al menos dos obras muy importantes, Los Evangelios y Antítesis ambas se han perdido, sin embargo gracias a Tertuliano, su más devoto impugnador en su obra Ad Martionem, es posible reconstruir las enseñanzas de Marción.
La premisa del marcionismo es que muchas de las enseñanzas de Cristo son incompatibles con las acciones del Dios del Antiguo Testamento. Centrándose en las tradiciones paulinas del Evangelio, Marción consideraba que todas las demás concepciones del Evangelio, y especialmente cualquier asociación con la religión del Antiguo Testamento, se oponían a la verdad y suponían un retroceso. Además, consideraba los argumentos de Pablo sobre la ley y el evangelio, la ira y la gracia, las obras y la fe, la carne y el espíritu, el pecado y la rectitud, la muerte y la vida, como la esencia de la verdad religiosa. Atribuyó estos aspectos y características como dos principios, el Dios recto e iracundo del Antiguo Testamento, que es al mismo tiempo idéntico al creador del mundo, y un segundo Dios del Evangelio que es sólo amor y misericordia.[11]
Los marcionistas sostenían que el Dios de la Biblia hebrea era inconsistente, celoso, airado y genocida, y que el mundo material que creó era defectuoso, un lugar de sufrimiento; el Dios que hizo tal mundo es un demiurgo chapucero o malicioso.
En el Dios [del Antiguo Testamento] vio un ser cuyo carácter era la justicia severa, y por tanto la ira, la conflictividad y la falta de misericordia. La ley que rige la naturaleza y el hombre le pareció acorde con las características de este Dios y el tipo de ley revelada por él, y este Dios es el creador y señor del mundo (κοσμοκράτωρ kosmokrator). Como la ley que gobierna el mundo es inflexible y, sin embargo, por otra parte, llena de contradicciones, justa y de nuevo brutal, y como la ley del Antiguo Testamento exhibe las mismas características, así el Dios de la creación era para Marción un ser que reunía en sí mismo todas las gradaciones de atributos, desde la justicia a la malevolencia, desde la obstinación a la inconsistencia." "[12]
En la creencia marcionista, Cristo no era un Mesías judío, sino una entidad espiritual que fue enviada por la Mónada para revelar la verdad sobre la existencia, permitiendo así a la humanidad escapar de la trampa terrenal del demiurgo. Marción llamó a Dios el Dios Extraño (o el Dios Extranjero, en algunas traducciones), ya que esta deidad no había tenido ninguna interacción previa con el mundo, y era totalmente desconocida. (Véase también el Dios Desconocido del Helenismo y el sermón paulino del Areópago)
En varias fuentes populares, Marción se cuenta a menudo entre los gnósticos, pero como dice el Diccionario Oxford de la Iglesia Cristiana (3.ª ed.), «está claro que habría tenido poca simpatía con sus especulaciones mitológicas» (p. 1034). En 1911 Henry Wace afirmó que:
Un teólogo moderno se apartaría de los sueños del valentinianismo con un desprecio silencioso, pero no podría negarse a discutir la cuestión planteada por Marción, de si existe tal oposición entre las diferentes partes de lo que considera la palabra de Dios, que todas no pueden provenir del mismo autor.
Una diferencia primordial entre los marcionitas y los gnósticos era que los gnósticos basaban su teología en la sabiduría secreta (como, por ejemplo, Valentín, que afirmaba haber recibido la sabiduría secreta de manos de Teudas, quien la recibió directamente de Pablo) de la que decían tener en posesión, mientras que Marción basaba su teología en el contenido de las Cartas de Pablo y en los dichos escritos de Jesús; en otras palabras, un argumento a partir de las escrituras, en el que Marción definía lo que era y lo que no era escritura. Además, se cree que la cristología de los marcionitas era principalmente docetista, negando la naturaleza humana de Cristo. Esto puede deberse a que los marcionitas no estaban dispuestos a creer que Jesús era hijo de Dios Padre y del demiurgo. Los estudiosos del cristianismo primitivo no concuerdan respecto a si clasificar a Marción como gnóstico: Adolf von Harnack no clasifica a Marción como gnóstico,[13] mientras que G. R. S. Mead sí lo hace.[14] Harnack argumentó que Marción no era un gnóstico en sentido estricto porque Marción rechazaba los elaborados mitos de la creación, y no pretendía tener una revelación especial o un conocimiento secreto. Mead afirmaba que el marcionismo tiene ciertos puntos de contacto con el gnosticismo en su idea de que el creador del mundo material no es la verdadera deidad, en el rechazo del materialismo y en la afirmación de un reino espiritual trascendente y puramente bueno en oposición al reino físico maligno, en la creencia de que Jesús fue enviado por el Dios «Verdadero» para salvar a la humanidad, en el papel central de Jesús en la revelación de los requisitos de la salvación, en la creencia de que Pablo tenía un lugar especial en la transmisión de esta «sabiduría», y en su docetismo. Según el artículo de la Encyclopædia Britannica de 1911 sobre Marción:[15]
No era una mera escuela para cultos, ni revelaba misterios para privilegiados, sino que pretendía fundar la comunidad cristiana sobre el evangelio puro, las auténticas instituciones de Cristo. Sin embargo, Marción encontró que el evangelio puro estaba en todas partes más o menos corrompido y mutilado en los círculos cristianos de su tiempo. Su empresa se convirtió así en una reforma de la cristiandad. Esta reforma debía liberar a la cristiandad de las falsas doctrinas judías, restaurando la concepción paulina del evangelio, siendo Pablo, según Marción, el único apóstol que había entendido correctamente el nuevo mensaje de salvación entregado por Cristo. Por lo tanto, desde el punto de vista de Marción, la fundación de su iglesia -a la que primero se vio empujado por oposición- equivale a una reforma de la cristiandad a través de un retorno al evangelio de Cristo y a Pablo; nada debía aceptarse más allá de eso. Esto demuestra que es un error incluir a Marción entre los gnósticos. Ciertamente era un dualista, pero no era un gnóstico.
El marcionismo muestra la influencia de la filosofía helenística en el cristianismo, y presenta una crítica moral del Antiguo Testamento desde el punto de vista del platonismo. Según Harnack, la secta puede haber llevado a otros cristianos a introducir una declaración formal de creencias en su liturgia (véase Credo) y a formular un canon de Sagradas Escrituras autorizadas propio, produciendo así finalmente el actual canon del Nuevo Testamento.
En cuanto a la cuestión principal, sin embargo, de si conocía o asumía la existencia de un Nuevo Testamento escrito de la Iglesia en cualquier sentido, en este caso una respuesta afirmativa es muy improbable, porque si esto fuera así se habría visto obligado a hacer un ataque directo al Nuevo Testamento de la Iglesia, y si tal ataque se hubiera hecho deberíamos haber oído hablar de él por Tertuliano. Marción, por el contrario, trata a la Iglesia Católica como una que "sigue el Testamento del Dios Creador", y dirige toda la fuerza de su ataque contra este Testamento y contra la falsificación del Evangelio y de las Epístolas Paulinas. Su polémica habría sido necesariamente mucho menos sencilla si se hubiera opuesto a una Iglesia que, al poseer un Nuevo Testamento junto al Antiguo, hubiera puesto ipso facto a este último bajo el amparo del primero. De hecho, la posición de Marción hacia la Iglesia católica es inteligible, en toda la fuerza de su simplicidad, sólo bajo la suposición de que la Iglesia no tenía todavía en su mano ninguna 'litera scripta Novi Testamenti.'[16]
Se cree que Marción impuso una moral severa a sus seguidores, algunos de los cuales sufrieron en las persecuciones. En particular, se rehusaba a readmitir a quienes se retractaban de su fe bajo la persecución romana. (véase también Lapsi)
El primer aspecto relevante en el pensamiento de Marción es que distingue y separa como cosas totalmente diferentes al Dios Creador del Antiguo Testamento, Yahvé, del Dios verdadero, Padre, capaz de encarnar a un hijo hombre, Cristo conforme al Nuevo Testamento y concluye que ambas religiones son paralelas y que tienen por única conexión a la geografía.
El primer paso en la lógica de Marción fue desterrar del cristianismo al Antiguo Testamento y de inmediato agregar que el Mesías al que se refiere el Antiguo Testamento no es Cristo, que aún no se ha cumplido esa profecía y que cuando ocurra, si llegara a ocurrir, el Mesías del Antiguo Testamento se llamará Emmanuel y no Jesús.
Emmanuel, el Mesías judío, estaría destinado de manera exclusiva al pueblo judío y solo tendría prosélitos entre estos, los descendientes de David. Además, contra él se levantarán los pueblos y los imperios y él responderá bélicamente, insiste Marción: este Mesías no ha llegado ni se ha cumplido esa profecía con Cristo, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento.
En este punto Marción dice que solo Pablo logró entender a Cristo, razón por la cual tuvo profundas diferencias con Pedro quien no comprendió las enseñanzas de Cristo y junto con los demás apóstoles trató de conservar el cristianismo como una secta judaica, cosa que finalmente debe ser resuelta separando con nitidez y de manera definitiva ambas religiones, ambos testamentos, ambos dioses, para lo cual no solo rechazó el Antiguo Testamento, sino que procedió a rechazar todos los elementos del Nuevo Testamento que consideraba judíos. Para lograrlo, de todas las Escrituras escogió el Evangelio de Lucas, excluyendo los relatos sobre el nacimiento de Cristo por considerarlos citas de la Biblia judía, y revisa minuciosamente y acepta como verdaderas solo diez de las cartas de Pablo por considerarlas exentas de judaísmo (Gálatas, 1.ª y 2.ª a Corintios, Romanos, 1.ª y 2.ª de Tesalonicenses, Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón), rechazando las otras cuatro (1.ª y 2.ª a Timoteo, Hebreos y Tito).
De esta manera, Marción es el primer cristiano que establece un canon preciso, una estricta delimitación del Nuevo Testamento aceptado y verdadero, lo cual constituye un poderoso instrumento religioso en esa época y a la postre obliga a la Iglesia primitiva a seguir por ese mismo camino y a formular el Nuevo Testamento.
Posteriormente escribió la “Antítesis” que es un análisis de las contradicciones entre el cristianismo, el Dios Padre del Nuevo Testamento y el judaísmo y el Dios Creador del Antiguo Testamento.
La siguiente es una reconstrucción de las Antítesis de Marción:[17]
Su rechazo al Dios del Antiguo Testamento suponía también un rechazo de su obra: la Creación; por lo que predicaba que la materia y el cuerpo eran en esencia malos. Basándose en este principio doctrinal predicó que Jesús no se encarnó jamás, que su cuerpo fue solo apariencia, por lo que negaba la encarnación del Verbo, así como la resurrección de los muertos. A pesar de negar la corporalidad de Jesús, afirmaba que su sufrimiento y muerte fueron reales en cierta medida.
Asimismo la negación de la encarnación suponía para Marción que Jesús no era hijo de José ni de María, para lo cual se basaba en Lucas 8, 21: “Mas Él respondió: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Influido por la herejía docética y por el platonismo, Marción considera que la carnalidad es corrupta, o un simple reflejo de la realidad, por ello ordena la abstinencia carnal, rechaza el placer en cualquier forma, obligando a los creyentes de su Iglesia a una vida de pobreza y privación extrema, la cual fue parte importante para el fin de esta herejía, pues incluso se opuso al placer sexual dentro del matrimonio.
En lógica con lo anterior y no obstante que el rito de la Iglesia marcionita copiaba el rito católico, difería en la pobreza de los hábitos y en que, en lugar del vino se utilizaba agua, pues la asociación del vino con la sangre era contraria con la parte gnóstica que influyó en menor grado, pero que definitivamente se aprecia en estos dos aspectos del ritual.