El mató es un tipo de queso fresco, típico de la gastronomía de las Cataluña. Tiene menos grasa que la mayoría de los otros quesos. Su origen es medieval y las primeras referencias a este las encontramos en el Llibre de Sent Soví.
Tradicionalmente se elaboraba con leche de cabra u oveja. Es popular en el campo de la dietética deportiva por ser bajo en grasas pero alto en proteínas.
Se fabrica de forma artesanal haciendo hervir la leche y coagulándola con un elemento vegetal como la flor de cardo (Cynara cardunculus), jugo de limón o un elemento animal (cuajo). El producto que resulta se filtra mediante un trapo en recipientes de mimbre o caña. Se obtiene así una masa pastosa de color blanco, ligeramente dulce por efecto de la concentración de la lactosa de la leche.
La fabricación industrial utiliza el mismo principio físico-químico pero se utiliza leche pasteurizada y depósitos de acero inoxidable de gran capacidad.
El mató se consume como postre. Puede hacerse espolvoreado con azúcar aunque la forma más tradicional es la que utiliza miel para endulzarlo, dando origen al mel i mató.