Muckraker es, en inglés, el nombre con que se conoce al periodista o grupo semiorganizado de periodistas o escritores norteamericanos que, a comienzos del siglo XX, se dedicaron a denunciar públicamente la corrupción política, la explotación laboral y una serie de abusos, inmoralidades y trapos sucios de personajes e instituciones de la época. Del inglés, significa removedor de basura.
Es un periodismo de oposición al poder, un movimiento activista y contrahegemónico o contracultural (underground en inglés), que supone un intento, estrictamente profesional, de superar la saturación informativa, caracterizada por la estandarización y el cúmulo de datos y hacer un tipo de periodismo dirigido a provocar una respuesta.
Supone la primera corriente de periodistas que van a desarrollar por completo características propias del posterior periodismo de investigación. El escritor Michael Johnson, en su obra El nuevo periodismo, reflexiona sobre estos periodistas, que surgen en una época en la que Estados Unidos empezaba a convertirse en una gran potencia industrial, lo que la situaba en un foco de atracción de miles de inmigrantes. Los inmigrantes constituían una población con pocos recursos económicos, y tras su llegada aumentó la delincuencia. Estos periodistas sacaron a la palestra lo más sórdido de la sociedad, unas condiciones que contraponían con las de los más poderosos. A pesar de las condiciones negativas que afectaban al periodismo de la época (entre las que hay que citar el alto analfabetismo entre la sociedad, que limitó la repercusión de sus trabajos), los muckrakers consiguieron introducir algo de temor en las clases dirigentes. Querían hacerle ver a la gente de a pie que las grandes familias, las poderosas también tenían cosas de qué avergonzarse.
Inspirados por el gran periodista inglés William Thomas Stead, quien inició este tipo de periodismo en Inglaterra en 1885, algunos de los periodistas más conocidos por practicar este tipo de periodismo en los Estados Unidos fueron:
En general, todas estas obras, por su propia temática, no fueron muy bien recibidas. Eran exponentes de un periodismo que se caracteriza por mostrar la cara oculta de la realidad.
A partir de 1912-1915, por las presiones que reciben estos periodistas, se va a producir un gran silencio informativo y va a desaparecer ese periodismo, con una honrosa excepción: la revista Time, nacida en 1923, que aunque no hace una crítica tan dura y frontal, va a tratar de mantener en su trabajo una dinámica propia del Periodismo de investigación, donde la buena documentación es básica para contextualizar los datos. Esta publicación será el único bastión al que se aferra un periodismo de más profundidad, al que se aferra el Periodismo de investigación.
En los años sesenta, sobre todo a partir del hito de Mayo del 68, aparece una corriente de nuevos periodistas que recogieron en buena medida la herencia de los de la década de los veinte. Son periodistas que desconfían de las fuentes oficiales de poder, a ellos no les interesa lo que siempre se ha venido contando, lo que ya se sabe. El periodista no sólo se interesa por lo institucional, y además muestra todos los vicios e inmoralidades que se están produciendo y que merecen ser conocidas. Esta actitud se materializa en tres corrientes periodísticas: la prensa underground, el periodismo comprometido y de participación, practicado, entre otros, por Norman Mailer; y el nuevo periodismo de investigación de muckrakers.
Estos periodistas apuestan por mantener una postura desafiante y escéptica ante las fuentes de poder. Están convencidos de que lo oficial no interesa, ya que hay otras fuentes de información y, además, el periodista puede convertirse en testigo directo de lo que va a comentar. Es un periodismo marginal, de denuncia, en el que el periodista debe buscar información en otro sitio ajeno a aquel en el que se difunden las noticias oficiales. Recogen el testigo de los muckrakers, recogen los aspectos más marginales de la sociedad. El periodista vuelve a coger las riendas de la investigación.
Nadie lo quería. Tuve que crear una agencia de noticias independiente y venderlo a los periódicos como una colaboración sindicada, explicando a todo el mundo que los derechos de autor eran nuestros, que había estado sujeto a consultoría jurídica y que nuestra era toda responsabilidad ante cualquier proceso judicial que pudieran instruir. O sea, fue horrible.
Ciertamente, Seymour Hersh merece una atención especial en este tema por la importancia de sus investigaciones.