En la mitología griega (griego antiguo νεράιδα neraida, 'ondina'), se llamaba ondinas a las ninfas acuáticas náyades de espectacular belleza que habitaban en los lagos, ríos, estanques o fuentes al igual que las nereidas, mitad mujer y mitad pez.
Ondina es la heroína de una leyenda alsaciana. A su nacimiento, todas las hadas del vecindario se reúnen en torno a su cuna y le proporcionan muchas cualidades. Su abuela, que también es hada, le proporciona una persistencia excepcional. Un día, Ondina es raptada por un joven noble que consigue enamorarla hasta tal punto que rehúsa ir a ver a su madre enferma. Como castigo, su abuela la condena a amar por siempre al joven noble. Este, cansado de ella, finge creer que esta le ha engañado con otro. Le dice que no la creerá hasta que no le traiga un jarrón enorme lleno de agua del río Niddeck. Tras tres días de marcha llevando ese enorme peso, Ondina cae exhausta al agua mientras rellena el jarrón. Su abuela, el hada, va a rescatarla y, para evitarle continuar sufriendo a causa del noble, la transforma en una ninfa protectora de las aguas del río Niddeck. Desde entonces, en los días de tormenta se ve su reflejo en el agua de las cascadas del río.
Igualmente, en la actualidad existen variedades de leyendas, cuentos o hasta maldiciones. Ya que en la mitología se cree que hay ninfas, es decir, hadas que se encargan del orden del medio ambiente. Así como también, que son las encargadas de que no se altere la naturaleza.
En el siglo XVIII, sin poder establecer con exactitud el año, fue publicado en la ciudad de Roma el Gran Grimorio del papa Honorio, atribuido oficialmente a Antonio del Rabino. En esta obra de carácter ocultista, se hace mención de las Ondinas como los seres elementales protectores del agua.
En este mismo texto, se puede encontrar una oración que, según el autor, genera el favor de estos seres y evita que el hombre imbuido en esta magia sea muerto por ahogamiento o que naufrague bajo las inclemencias del tiempo.