Pueblo joven o asentamiento humano son los términos más utilizados para los barrios de chabolas o asentamientos irregulares que rodean Lima y otras ciudades del Perú. Muchos de estos pueblos se han convertido en distritos de Lima Metropolitana como: San Martín de Porres, Independencia, Comas, San Juan de Lurigancho, El Agustino, Ate, San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo, Villa El Salvador, etc.
Se estimó que los pueblos jóvenes tenían más de un millón de habitantes en 1974. Fueron construidos en las laderas o junto a los ríos.[1] Para 2008, se estimó que decenas de millones de peruanos estaban ocupando tierras.[2] Las áreas en aquel año, incluían a los distritos limeños de Comas, Los Olivos y Villa El Salvador.[3][4]
El barrio de chabolas de Medalla Milagrosa está compuesto por migrantes de todo el Perú.[1] Otros están poblados por campesinos afroperuanos, amerindios y mestizos que desde la década de 1940 han emigrado en grandes oleadas del campo peruano en busca de oportunidades económicas, convirtiendo a Lima en la cuarta ciudad más grande de América. Al igual que muchas otras ciudades que se industrializan rápidamente, el mercado laboral de Lima ha sido en gran parte incapaz de mantenerse al día con esta afluencia de personas, lo que ha obligado a muchos a aceptar cualquier vivienda disponible.[1] El gobierno peruano ha permitido que estas comunidades continúen en gran parte porque se da cuenta de que, si las erradicaran, los habitantes simplemente se mudarían a otra parte de las áreas periféricas de la ciudad.[1]
Desde mediados del siglo XX, mientras Lima crecía y se modernizaba con modernas construcciones e inmensos conglomerados de departamentos para vivienda, la ciudad comenzó a recibir un importante número de inmigrantes venidos desde el interior del país. El éxodo rural se intensificó entre las décadas de 1960 a 1980, y su magnitud contribuyó a cambiar de manera decisiva la composición étnica de la capital peruana; puesto que, los nuevos asentamientos humanos que surgieron estaban constituidos fundamentalmente por habitantes de origen mayoritariamente indígena.
La magnitud del problema de los pueblos jóvenes en el Perú, ha contribuido a que el país haya sido uno de los países latinoamericanos objeto de mayor número de investigaciones sociológicas sobre las barriadas de viviendas precarias, convirtiéndose el fenómeno de las infraviviendas en objeto de estudio por parte de diversas universidades, científicos sociales y organizaciones no gubernamentales.[5]
Con el paso del tiempo, han disminuido las características rurales del conglomerado de personas que habitan los asentamientos informales, puesto que las nuevas generaciones ya han crecido en la ciudad y han adoptado las costumbres urbanas en conjunto con las propias. En la actualidad el crecimiento de la ciudad no se basa tanto en la inmigración desde el campo, sino en el natural crecimiento de la población de la misma ciudad.
A pesar de que progresivamente han mejorado los índices de salubridad y acceso a los servicios públicos en las zonas más pobres de la ciudad, los niveles de desigualdad social aún persisten. Las zonas de la capital que presentan estas circunstancias se encuentran mayoritariamente a las afueras de la misma, en sectores conocidos como «conos», que a su vez dividen la ciudad en norte, este y sur. No obstante, la gran abundancia de comercio en esas zonas es la que hace que sigan expandiéndose y sus habitantes tengan puestos de trabajo para poder sostener a sus familias.
Cerca de 1,7 millones de personas no están conectadas a la red de agua potable y se ven obligadas a comprar agua a camiones cisterna, aunque no siempre sea potable. El problema del acceso al agua sigue agravándose debido a la sequía, la contaminación, las deficientes infraestructuras, la sobreexplotación por grandes empresas y la agricultura intensiva.El problema del agua afecta principalmente a las zonas periféricas de la capital. La historia del agua en Lima está ligada a la cuestión de la desigualdad social. En los barrios más acomodados, el consumo medio de agua per cápita es de 350 litros al día. En los distritos más pobres, oscila entre 20 y 70 litros diarios.
En los años 80, el conflicto armado que asolaba el campo llevó a parte de la población rural (entre 600.000 y 1 millón de personas) a refugiarse en Lima. Los recién llegados, a menudo muy pobres, se apresuraron a construir chabolas. Algunos residentes de estos barrios han adquirido títulos de propiedad, pero la planificación urbana sigue siendo en gran medida inexistente. Los barrios ricos levantaron muros de hasta 3 metros de altura con alambre de espino en la parte superior para aislarse de los barrios pobres. En la actualidad, estos muros son objeto de controversia, sobre todo porque muchos residentes de los barrios más pobres cruzan el muro todos los días para trabajar en el barrio vecino, como jardineros o empleados domésticos.
En Lima, la gran mayoría de los pueblos jóvenes se ubican en los «conos de Lima» (Cono Norte, Cono Este y Cono Sur), áreas periféricas al centro de la capital, donde las personas que viven allí pertenecen a la cultura popular limeña y son denominados despectivamente «coneros»[6] y también «barriadosos».
Los pueblos jóvenes, en conjunto con las expansiones agrícolas, han sido responsables del deterioro o la destrucción de una gran cantidad de yacimientos arqueológicos y zonas naturales.[7][8][9]
Entre los casos de daños a sitios y complejos arqueológicos más famosos están La Florida, Armatambo, Pampa de Cueva, Huaca Aznapuquio, Huanchihuaylas, el complejo Condevilla Señor y el templo en U de Huacoy.[10][11]
Entre los destruidos, destacan los geoglifos de Canto Grande,[12] Atocongo[13] y el templo de 15 de enero.[14]
Acerca de los ecosistemas naturales afectados, tenemos a la mayoría de los conjuntos de lomas estacionales que se forman en las estribaciones andinas limeñas, los cauces de los ríos Rímac, Chillón y Lurín, además de los humedales de Ventanilla y Villa El Salvador. Incluso los ecosistemas desérticos, habitados por alacranes, serpientes y otros animales, se vieron enormemente agravados. Entre los destruidos, destaca la pampa de Amancaes.[15]