Shlomo Sand | ||
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Shlomo Sand | ||
Información personal | ||
Nombre nativo | Hebreo: שלמה זנד | |
Nacimiento |
10 de septiembre de 1946 Linz, Austria, | |
Nacionalidad | Francesa (desde 2022) e israelí | |
Ciudadanía | Israelí | |
Educación | ||
Educación | doctorado | |
Educado en |
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Supervisor doctoral | Madeleine Rebérioux | |
Información profesional | ||
Ocupación | Historiador, profesor universitario y activista | |
Área | Historia, historia política y nacionalismo | |
Empleador |
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Movimiento | Nuevos Historiadores | |
Miembro de | Matzpen (1968-1970) | |
Sitio web | humanities.tau.ac.il/segel/shlomosa | |
Distinciones |
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Shlomo Sand, a veces transliterado como Shlomo Zand (en hebreo: שלמה זנד) (Linz, Austria, 10 de septiembre de 1946), es un historiador israelí y profesor en la Universidad de Tel Aviv, experto en nacionalismo, historia y cinematografía e historia intelectual francesa. Es el autor de un polémico libro, publicado en inglés con el título de The Invention of the Jewish People (La invención del pueblo judío) en 2009, y que fue durante varias semanas el libro más vendido en Israel.[1]
Sand nació en Linz, Austria, hijo de judíos polacos. Su trasfondo cultural se basó en la cultura yiddish. Su padre, habiendo tomado aversión a los rabinos, abandonó sus estudios talmúdicos en una ieshivá y dejó de asistir a las sinagogas, después de que a su madre se le negara un asiento delantero después de la muerte de su esposo y no pudieran pagar el precio del asiento.[2][3][4][5][6] Ambos padres tenían puntos de vista comunistas y antiimperialistas y se negaron a aceptar una compensación de Alemania por su sufrimiento durante la Segunda Guerra Mundial. Sand pasó sus primeros dos años en un campo de personas desplazadas cerca de Múnich y más tarde emigró con la familia a Jaffa en 1948, donde su padre consiguió un trabajo como portero nocturno en la sede del partido comunista local. Fue expulsado de la escuela secundaria a la edad de dieciséis años, estudió electrónica de noche y encontró empleo de día en un negocio de reparación de radios. Reclutado en 1965, sirvió en el kibutz comunista de Yad Hanna . Según una entrevista, "Sand pasó los últimos años de la década de 1960 y principios de la de 1970 trabajando en una serie de trabajos ocasionales, incluidos varios años como instalador de líneas telefónicas". Completó sus estudios secundarios a los 25 años y pasó tres años en el ejército. La Guerra de los Seis Días , en la que sirvió (su unidad conquistó con grandes pérdidas el área de Abu Tor en Jerusalén Este), lo empujó hacia la izquierda radical. Después de la guerra, sirvió en Jericó, donde, dice, los palestinos que intentaban regresar al país eran asesinados a tiros si se infiltraban de noche, pero eran arrestados si se les pillaba haciéndolo de día. Tales experiencias, un incidente en particular, lo dejó con la sensación de que había perdido su patria. Renunciando a la Unión de la Juventud Comunista Israelí (Banki), se unió a Matzpen, más radical y antisionista, en 1968. Renunció a Matzpen en 1970 debido a su desilusión con la organización.
Rechazando una oferta del Partido Comunista Maki israelí para ser enviado a estudiar cine en Polonia, Sand se graduó en Historia en la Universidad de Tel Aviv en 1975. Decidido a "abandonar todo" lo israelí, se mudó a Francia , donde , de 1975 a 1985, después de ganar una beca, estudió y enseñó en París , obteniendo una maestría en Historia de Francia y un doctorado por su tesis sobre Georges Sorel y el marxismo. Desde 1982, Sand ha enseñado en la Universidad de Tel Aviv, así como en la Universidad de California, Berkeley , y en la École des hautes études en sciences sociales de París.
En 1983, según una fuente, Sand "participó en un acalorado intercambio sobre Ni droite, ni gauche: l'idéologie fasciste en France de Zeev Sternhell , y luego provocó la ira de Claude Lanzmann con su libro de 2002 en hebreo, Film as History , en el que no solo emitió un juicio mordaz sobre la Shoah de Lanzmann , sino que también reveló que la película había sido financiada en secreto por el gobierno israelí". Ha enseñado en Tel Aviv, Berkeley y París ciudad en la que hizo un doctorado sobre Jean Jaurès, además de obtener diversos títulos y honores universitarios.
El libro La invención del pueblo judío es según el propio autor una obra de historiografía que no hace, en su opinión, sino recoger información largo tiempo conocida. Es una revisión de los fundamentos históricos e ideológicos del sionismo, basándose en la idea de que si bien existió un pueblo judío histórico, los judíos de hoy en día, son los descendientes de aquellos sumados a los conversos. Se afirma así que lo que era una etnia única, es en realidad un conjunto heterogéneo de pueblos unidos por una religión (la judía), que incluiría desde bereberes, yemeníes y jázaros, hasta diversos pueblos como itureos, idumeos, eslavos, etcétera. Es decir, contra todo lo hasta ahora considerado, el judaísmo sí fue una religión proselitista, al menos en el entorno del comienzo de la era cristiana, y hasta la Edad Media. Por otro lado, Sand niega la veracidad del exilio forzado por los romanos en el siglo I (destrucción del segundo templo) y en el II d. C. (Rebelión de Bar Kojba), afirmando que «los romanos no exiliaron a ningún pueblo en el Mediterráneo oriental. Con excepción de los judíos hechos esclavos, los residentes de Judea siguieron viviendo en sus tierras».[7]
Pero, sin duda, la tesis más controvertida afirma que los actuales palestinos proceden de los judíos de la época neotestamentaria, que habrían sido cristianizados al principio e islamizados generalizadamente tras la expansión musulmana de los siglos VII y VIII. Esto lo afirma citando a Ben Gurion y a Ben Zvi en su obra reeditada en hebreo en 1980: Eretz Israel en el pasado y en el futuro.[8][9] El mito del exilio sería de origen cristiano, buscando reclutar nuevos adeptos entre los judíos para la fe. El sionismo sería en origen una adaptación de ideas procedentes de la Alemania decimonónica, nacionalista, con los intelectuales judíos centroeuropeos deseosos de encontrar en lontananza un pueblo con su carácter ya establecido de siglos ancestrales.
Otra tesis que se deriva del libro es si la Biblia puede ser considerada como un libro de historia. Los primeros historiadores judíos modernos, como Isaak Markus Jost o Leopold Zunz, en la primera mitad del siglo XIX, no la percibían así: con sus ojos, el Antiguo Testamento se presentaba como un libro de teología constitutivo de las comunidades religiosas judías después de la destrucción del primer templo. Hubo que esperar a la segunda mitad del mismo siglo para encontrar a historiadores, en primer lugar Heinrich Graetz, portadores de una visión «nacional» de la Biblia: transformaron la salida de Abraham hacia Canaán, la salida de Egipto, o incluso el reino unificado por David y Salomón, en relatos de un pasado auténticamente nacional.[10] Los historiadores sionistas no dejaron, después, de reiterar supuestas «verdades bíblicas», que alimentaron la educación pública. Pero ya en el curso de los años 1980 las cosa cambian, y se empieza a negar la veracidad de los mitos fundadores. La nueva historia israelí con los historiadores Simha Flapan, Benny Morris, Tom Segev, Ilan Pappé y Avi Shlaim[11] y los descubrimientos de la «nueva arqueología», Israel Finkelstein, Neil Asher Silberman, contradicen la posibilidad de un gran éxodo en el siglo XIII antes de nuestra era. Lo mismo, Moisés no pudo hacer salir a los hebreos de Egipto y conducirlos hacia la «tierra prometida» por la buena razón de que en esta época estaba en manos de los egipcios. No encontramos por otra parte ningún rastro de una rebelión de esclavos en el imperio de los faraones, ni de la conquista rápida de la Tierra de Canaán por un elemento extranjero.[12]
En Israel, el libro provocó diversas respuestas. Así el periódico Haaretz que lo calificó de «notable» lo vio de manera muy distinta a universitarios de la Universidad Hebrea de Jerusalén que lo definieron como un libro sin fundamento, carente de un tratamiento riguroso de las fuentes, sensacionalista e incoherente; por ejemplo, Israel Bartal, de la Facultad de Humanidades de la Universidad Hebrea de Jerusalén.[13] Por lo demás, ha sido acusado de actuar por motivos no precisamente ingenuos, según afirma Jeffrey Goldberg, manteniendo una hipótesis que vendría a conceder argumentos a la teoría de conspiración.[cita requerida]
En junio de 2010, un artículo de la revista Newsweek titulado «The DNA of Abraham's Children» mostró los resultados de un estudio sobre el origen genético de los judíos. Según la publicación, el estudio refuta la afirmación de Sand de que los judíos europeos serían, parcialmente, descendientes de los jázaros, un grupo étnico de Asia central: «El ADN ha hablado y la respuesta es: No». Los análisis genéticos no solo implicarían que esa hipótesis es falsa, sino que el pueblo judío en sus distintas ramas se originó en el Oriente Medio.[14] Un artículo del New York Times sobre el mencionado estudio señala que el mismo refutaría lo sugerido por el historiador Shlomo Sand en su libro La invención del pueblo judío. No obstante, el genetista Noah Rosenberg, de la Universidad de Míchigan, Ann Arbor, señala en un artículo en la revista Science que aunque el estudio no parece apoyar la hipótesis jázara, no la elimina completamente.[15]
Un estudio genético posterior llevado a cabo por Eran Elhaik, profesor de la Universidad Johns Hopkins, analizó las últimas secuenciaciones genéticas realizadas con los pueblos del Cáucaso, lo que le llevó a una revisión de las dos teorías predominantes sobre el origen del pueblo judío. Su estudio concluye que «nuestros descubrimientos apoyan la hipótesis jázara y describen el genoma judío europeo como un mosaico de antepasados europeos, caucásicos y semíticos, consolidando así anteriores informes contradictorios sobre la ascendencia judía».[16] Sin embargo, diversos historiadores y varios genetistas criticaron esa afirmación.[17]
Tampoco debe olvidarse que en el año 2000 el profesor M. F. Hammer, de la Academia de Ciencias de EE. UU. había afirmado que todos los judíos tenían un origen común algo que fue imposible de confirmar por otros genetistas. Además, personas como André Langaney, profesor en la Universidad de Ginebra, declaró a propósito de los estudios que buscan afirmar la identidad nacional en la genética: «son una nueva charlatanería». Catherine Nash, profesora de la universidad de Londres, habla sobre: «las consecuencias sociales del lenguaje que asimila etnicidad, raza y genética».[18]