En los estudios de género, se denomina techo de cristal a la limitación velada del ascenso laboral de las personas dentro de las organizaciones. El término fue inventado por Marilyn Loden en 1978[1][2][3]. Se trata de un techo que limita sus carreras profesionales, difícil de traspasar y que les impide seguir avanzando. Es invisible porque no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en la carrera laboral a las mujeres.[4] El techo de cristal es una discriminación de tipo vertical (frente a la desigual distribución de las mujeres en los sectores que es de tipo horizontal), existiendo herramientas para detectar ambas con el Índice del Techo de Cristal y el Índice de Disimilitud, entre otros[5].
La expresión «techo de cristal» («glass ceiling», el original en inglés) se atribuye a Marilyn Loden en 1978[6][7] durante un discurso.
A partir de entonces, varios estudiosos de la sociología han descrito este concepto, en referencia al trabajo femenino; dado que las mujeres representan la mitad de la población mundial, pero ocupan un porcentaje desproporcionadamente bajo de los cargos directivos. Así lo afirman autores como Carr-Ruffino (1991), Lynn Martin (1991), Davidson y Cooper (1992), Morrison (1992), Holloway (2002) entre otros.
El techo de cristal está construido sobre la base de rasgos que son difíciles de detectar; por eso no se ve y se llama de cristal. Esta barrera invisible aparece cuando las mujeres se acercan a la parte superior de la jerarquía corporativa y se les bloquea la posibilidad de avanzar en su carrera profesional hacia cargos de nivel gerencial y ejecutivo[8].
Las investigaciones realizadas por la «Federal Glass Ceiling Commission» del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos indican que donde hay mujeres y minorías en las altas esferas, su compensación económica salarial siempre es menor.[9]
Según el Instituto Alemán de Investigación Económica, en 2010, solo 2% de los miembros de consejos de dirección de todas las empresas alemanas eran mujeres.[10][11]
Algunas investigadoras, como Holloway, sostienen que estas diferencias se deben tanto al sexismo como a antiguas tradiciones que vinculan las expectativas de los docentes según el género.[12]
Diversas investigaciones desde entonces se han dedicado a averiguar por qué tan pocas mujeres llegan a los cargos gerenciales o de poder[13] y por qué es tan escasa la cantidad de mujeres en el campo de las ciencias puras.[14]
Algunos estudios realizados sugieren que a las mujeres no les gusta competir tanto como a los varones y quizás por eso tienen menos posibilidades de promoción. En ese sentido las políticas de discriminación positiva ayudarían a motivar a mujeres tan capaces y talentosas como sus pares masculinos a ascender sin tener que colocarse en una posición incómoda de competir,[15] si bien esto es criticado ya que favorecería injustamente a las mujeres basándose en cuestiones que son ajenas a sus méritos y habilidades.
En muchas situaciones la sutil barrera que frena el acceso de las mujeres a altos puestos y a su promoción profesional, se explica por su doble papel de mujeres y madres, lo que genera las escaleras rotas.[16] Un estudio comparativo realizado entre profesionales con la misma trayectoria y distinto género muestra cómo la maternidad —sin estar prohibida o desaconsejada por ningún organismo o empresa "oficialmente"— termina siendo una barrera. Al ser las madres las principales responsables de la crianza y las mujeres las encargadas de las tareas domésticas -en España el 70% de las labores domésticas son realizadas por mujeres- esto es un freno natural a su promoción; y varones con igual recorrido (formación universitaria, postgrados, desarrollo profesional) al no dedicar el mismo tiempo, dedicación y responsabilidad a la tarea de la crianza, terminan ascendiendo con más facilidad. Así, entre muchas mujeres la decisión entre promoción y/o maternidad termina por ser un dramático dilema.[17]
Aunque el concepto fue originariamente utilizado para analizar la carrera laboral de las mujeres que habían tenido altas calificaciones en sus trabajos gracias a su formación educativa superior y no podían ascender porque se topaban con esa superficie superior invisible o techo de cristal, la metáfora rápidamente se extendió para referirse a los obstáculos que impiden el avance de las minorías en general: sean minorías raciales, religiosas, por orientación sexual, por nacionalidad, etc.[cita requerida]