Tradicionalismo político (España)

«Reinaré en España», Gran Promesa del Sagrado Corazón de Jesús al padre Hoyos, aludida históricamente por los tradicionalistas españoles para reivindicar en España el «reinado social de Jesucristo».

En relación con la organización del Estado y la sociedad, tradicionalismo es, según la actual definición de la Real Academia Española, el «sistema político que consiste en mantener o restablecer las instituciones antiguas». El diccionario esencial de la lengua española del Grupo Santillana lo define a su vez como el «sistema político surgido en Europa en el siglo XIX que defendía el mantenimiento o restablecimiento del Antiguo Régimen» y le da como sinónimo el término ultramontanismo.[1]

En España generalmente se ha identificado el tradicionalismo con el realismo, el carlismo y el integrismo,[2]​ si bien también se han considerado exponentes del tradicionalismo los pensadores llamados neocatólicos del reinado de Isabel II, además de algunos autores vinculados a la derecha reaccionaria de la Restauración y la Segunda República.[3]​ El tradicionalismo español se destacó especialmente por la defensa de la monarquía tradicional y la unidad católica de España.

Definición de la Enciclopedia Espasa

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La voz Tradicionalismo de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, publicada en 1928, definió el término tradicionalismo en política —en sentido amplio— como el sistema social y político opuesto al liberalismo. El tradicionalismo fundamentaba el régimen social y político de España en los principios tradicionales de la religión católica y de la monarquía católica pura, rechazando absolutamente los de la separación entre la Iglesia y el Estado, la soberanía popular, el sufragio universal y la «libertad sin trabas preventivas», según expresión de la Espasa. En este sentido, estaban dentro del tradicionalismo el carlismo, el integrismo y el llamado catolicismo social. Sin embargo, en sentido estricto esa palabra se ha aplicado solo al carlismo, por ser este el que desde más antiguo y con más intransigencia ha defendido esos principios, uniendo a esta defensa la de los derechos que han afirmado tener al trono Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII) y sus sucesores, sosteniéndolos unos y otros con las armas en diversas ocasiones.[4]

De acuerdo con la Enciclopedia Espasa, el carlismo fue en España el primer tradicionalismo y el tradicionalismo por antonomasia, siendo las demás tendencias tradicionalistas ramas separadas o derivadas del mismo, diferenciándose de él únicamente en no hacer cuestión capital la de los derechos de la rama proscrita de los Borbones españoles a la Corona. De modo que desde el Sexenio Democrático y hasta la primera escisión, que fue la del integrismo o nocedalismo, el tradicionalismo fue una sola y misma cosa con el carlismo, legitimismo o comunión católico-monárquica, que todos estos cuatro nombres recibió, dándosele el primero y el cuarto atendiendo al contenido doctrinal, social y político, y el segundo y tercero, a la cuestión dinástica.[4]

Pensadores tradicionalistas españoles

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Fr. Francisco Alvarado, conocido como «el Filósofo Rancio».

La invasión francesa y las Cortes de Cádiz son el hecho histórico que da motivo a una revisión de las posiciones políticas en España. En la Constitución de 1812 queda definida la posición inicial del liberalismo español, del que derivaría a lo largo del siglo XIX el liberalismo progresista y democrático. La posición del tradicionalismo cuaja en un amplio programa de reformas políticas presentado a Fernando VII a su regreso del destierro y que fue conocido con el nombre de «Manifiesto de los Persas». El heredero político de este ideario será el carlismo.[5]

Los pensadores contrarrevolucionarios más señalados de principios del siglo XIX, totalmente opuestos al texto constitucional de Cádiz, fueron Pedro de Inguanzo, Rafael de Vélez y Francisco Alvarado «el Filósofo Rancio»,[6]​ así como el obispo Raimundo Strauch.

Pese a la vinculación del pensamiento contrarrevolucionario con el carlismo, tras el convenio de Vergara y durante el reinado de Isabel II, en que el carlismo estuvo proscrito, la idea tradicionalista se expresaría también al margen de la cuestión dinástica (grupo conocido peyorativamente como «neocatólicos»), destacando Jaime Balmes y Juan Donoso Cortés como sus principales teóricos.[5]

Juan Donoso Cortés, considerado junto con Jaime Balmes uno de los mayores pensadores tradicionalistas del siglo XIX.

Según Alexandra Wilhelmsen, los primeros pensadores propiamente carlistas fueron los clérigos Vicente Pou, Magín Ferrer, Atilano Melguizo y Félix Lázaro García, así como el periodista Pedro de la Hoz, director del diario La Esperanza.[7]

Tras la revolución de 1868, que desencadenó el gran resurgimiento del carlismo, Antonio Aparisi y Guijarro sería uno de los más íntimos colaboradores del pretendiente Carlos VII, al que ayudó a redactar su primera exposición doctrinal, la Carta-Manifiesto a mi hermano Alfonso. Durante el Sexenio Revolucionario también asesoraron a Don Carlos pensadores como Antonio Juan de Vildósola, Vicente de la Hoz, Gabino Tejado, Francisco Navarro Villoslada y Bienvenido Comín.[8]

Juan Vázquez de Mella, apodado «el Verbo de la Tradición», se convertiría a principios del siglo XX en el ideólogo por antonomasia del carlismo. Su obra quedó reflejada en sus discursos, pronunciados generalmente en las Cortes, y en sus artículos publicados en El Correo Español y otros periódicos tradicionalistas. Otros autores carlistas señalados de la Restauración fueron Luis María de Llauder, Leandro Herrero, Benigno Bolaños, Miguel Fernández Peñaflor, Manuel Polo y Peyrolón, Enrique Gil Robles, José Roca y Ponsa y Luis Hernando de Larramendi[cita requerida].

Juan Vázquez de Mella.

Dentro del tradicionalismo integrista, fueron pensadores destacados el sacerdote Félix Sardá y Salvany, Francisco Mateos Gago, Juan Manuel Ortí y Lara y Ramón Nocedal, fundador este último del Partido Integrista y director del diario El Siglo Futuro.

El político y ensayista Gonzalo Fernández de la Mora cuestionó en 1981 que «tradicionalismo» en España fuese exactamente lo mismo que «carlismo», poniendo como ejemplo de pensador tradicionalista de la Restauración al polígrafo Marcelino Menéndez Pelayo, de adscripción pidalina, y, durante la Segunda República, a Ramiro de Maeztu y el grupo de la revista Acción Española,[9]​ vinculado al partido antiliberal alfonsino Renovación Española, si bien algunos de los redactores de la revista, como Víctor Pradera y Emilio Ruiz Muñoz, militaron en la Comunión Tradicionalista.

El P. Joachim Fernández expone como principales teóricos de la doctrina tradicionalista bajo el aspecto sociológico a Balmes y Aparisi y Guijarro y, en el aspecto teológico, a Donoso Cortés y Juan Vázquez de Mella, cada uno de los cuales desarrolló una doctrina positiva y una crítica del liberalismo y del socialismo, aportando también soluciones a la cuestión social de su tiempo.[5]

Miguel Ayuso, director de la revista Verbo.

Por su parte, José Manuel Cuenca Toribio señala a Donoso, Aparisi y Guijarro, Vázquez de Mella y Víctor Pradera como los nombres más importantes en la conformación del pensamiento contrarrevolucionario en España, si bien sostiene que serían autores como Inguanzo, Vélez, Sardá y Salvany o Castro Albarrán los que hallasen más eco e influencia en el país.[10]

Dentro del campo estrictamente carlista, durante la década de 1930 destacaron pensadores como Víctor Pradera y Marcial Solana y, en la segunda mitad del siglo XX, autores como Francisco Elías de Tejada, Rafael Gambra y Álvaro d'Ors.[11]

Según Aurelio de Gregorio, redactor de la revista católica pamplonesa Siempre p'alante, durante el franquismo los carlistas Luis Hernando de Larramendi, Marcial Solana, Luis Ortiz y Estrada, Manuel Fal Conde, Francisco Elías de Tejada, Rafael Gambra, Jaime de Carlos, Melchor Ferrer y otros cuyos trabajos fueron editados desde Sevilla por Ediciones Montejurra, estudiaron el «auténtico pensamiento político tradicionalista español», que no sería el del Antiguo Régimen, sino el del régimen inmediatamente precedente a este. En opinión de Gregorio, en la actualidad quedan solo los epígonos del profesor Elías de Tejada, acaudillados por Miguel Ayuso y los hermanos Andrés y José Miguel Gambra.[12]​ El filósofo catalán Javier Barraycoa, vinculado al carlismo desde su juventud, sería otro ejemplo destacado. Desde una postura menos mediatizada por la herencia política carlista, podría considerarse también como integrante de esta escuela de pensamiento al escritor Juan Manuel de Prada.[13][14]

Véase también

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Referencias

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Bibliografía

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