Tryphé (en idioma griego: τρυφἠ), traducido diversamente como suavidad,[2] voluptuosidad,[3] magnificencia[4] y extravagancia,[5] aunque ninguno totalmente certero, es un concepto relacionado con el actuar de un gobernante o autoridad mostrando excesivamente su esplendor y brillantez, mediante la exhibición ostentosa de su riqueza y fortuna.[6] Proviene del verbo tryphao, que puede ser traducido como «vivir lujosa o suntuosamente».[7]
Este comportamiento llamó la atención (y crítica severa) en la antigüedad romana, cuando se convirtió en un factor significativo en el reinado de la dinastía ptolemaica.[1] Fue considerado como una calculada estrategia política, en el sentido de que desplegaba no solo el consumo conspicuo sino también simbolizaba magnificencia, así como beneficencia y una delicadeza refinada, como un conjunto de ideas propagandísticas con señales autoreforzantes de la dinastía ptolemaica.[1][4]
Autores clásicos como Esquines y Plutarco condenaron el tryphé de los romanos como Craso y Lúculo, que incluía la preparación de fastuosas cenas y la construcción de edificios ostentosos,[5] lo que llevó a que se asociara también con la tiranía y los excesos de la monarquía. Isócrates, a su vez, consideraba que los persas, cuya riqueza era legendaria, habían caído en la ruina por su tryphé, y otros historiadores describieron la delgada línea que separaba el ploutos (riqueza) de la tryphé y de la apoleia (destrucción).[7]
Con todo, el concepto no era completamente negativo, pues en algún momento se asoció con el concepto de areté, o excelencia aristocrática. Asimismo, en Gorgias, Calicles enlaza la idea de tryphé con hedone (placer) y eleutheria (libertad), en el sentido que un hombre libre no debería encarcelar sus apetitos, y que aquellos sin poder eran quienes no podían satisfacer sus propios deseos, considerándose la manifestación del lujo como una señal de autonomía.[7]