Adrián Villar Rojas | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
1980 Rosario (Argentina) | |
Nacionalidad | Argentina | |
Información profesional | ||
Ocupación | Artista de instalaciones, dibujante y escultor | |
Años activo | 2000-2016 | |
Adrián Villar Rojas (Rosario, Argentina, 1980) es un artista argentino, dedicado al arte contemporáneo.[1][2] En dicha expresión ha ocupado recursos como escultura —especialmente la de gran formato y con materiales como la arcilla, materia orgánica, residuos sólidos, cemento— dibujo, artesanía, música e instalación, en los que son frecuentes alusiones al fin del mundo[2] o el llamado Antropoceno (la era geológica en la que vivimos). Ha sido calificado como un destacado artista contemporáneo por medios tanto internacionales como de su país.[3]
En el 2011 representó a Argentina en la 54.ª Bienal de Venecia, participación por la cual recibió el noveno Benesse Prize. Además, Villar Rojas ha recibido numerosos premios, entre los que se cuentan: Sharjah Biennial Prize, otorgado por Sharjah Art Foundation (2015); The Zurich Art Prize en Museum Haus Konstruktiv (2013); Premio Konex (2012 y 2022);[4] Beca Nuevo Banco de Santa Fe para Jóvenes Artistas (2006); y 1.º Premio Bienal Nacional de Arte de Bahía Blanca en Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca (2005).
Adrián Villar Rojas es representado por las galerías: kurimanzutto, Ciudad de México, Nueva York; Marian Goodman, Nueva York, Londres, París; Luisa Strina, Sao Paulo y Ruth Benzacar, Buenos Aires.
Se graduó en la Escuela de Bellas Artes de Rosario, Argentina. Su carrera tuvo mayor notoriedad cuando ganó el certamen "Curriculum Cero" de la galería Ruth Benzacar de Buenos Aires, en 2003. En la exposición Lo que el fuego me trajo, presentada en esa misma galería en 2009,[5] el artista combinó elementos antiguos y modernos como puntas de flecha de piedra del Paleolítico, bustos de sus familiares, sus propios tenis y un iPod, entre otros. El suelo de la exposición fue cubierto, igualmente, de escombros de ruinas. Según una reseña, con ello Villar convirtió "las ruinas en íconos", produciendo "un estilo de la pérdida —no de riquezas o de conocimiento sino de la materialidad de la civilización".[6] Desde entonces ha expuesto en espacios públicos como el Jardín de las Tullerías en París, en galerías como la Serpentine Sackler Gallery,[7] en museos como el Metropolitano de Arte en Nueva York; y en instituciones públicas y privadas en ciudades como La Habana, Ciudad de México, Estocolmo o Emiratos Árabes Unidos.
La obra de Villar Rojas tiene distintas constantes tanto en los formatos, los materiales y la situación en la que son dispuestas sus obras, muchas de las cuales asemejan esculturas antiguas, dispuestas en medio de la nada,[1] así como el uso y disposición de materiales baratos derivados de las ruinas y los escombros.[3] Según la galería kurimanzutto, las creaciones de Villar Rojas:[1]
...parecen atemporales y antiguas a la vez, reliquias de un pasado o un futuro ambiguo que cuestionan la noción que tenemos del tiempo, la historia y la modernidad. El y su equipo de trabajo combinan elementos orgánicos y artificiales en sus experimentos –tierra, pigmentos, vegetales, cemento, fósiles, plástico, ropa, aparatos tecnológicos y joyería–para crear obras de una abrumadora extrañeza.Galería Kurimanzutto
El método de Villar Rojas es radicalmente site-specific. Para cada proyecto el artista y su estudio se adentran en el entorno social, cultural, geográfico e institucional en donde se presentará el proyecto. Villar Rojas reside durante meses en cada lugar donde trabaja, explorando junto a su grupo de colaboradores las potencialidades de una experiencia ante todo territorial y humana. De esta experiencia temporal, permanece un residuo precario como testimonio material: la exposición. Esta dinámica de residencia temporal e itinerante lo define como un artista nómada que, a través de viajes e investigaciones constantes, ha ido desarrollando un profundo compromiso con la diversidad del mundo.
A causa de la utilización de materiales orgánicos perecederos y cambiantes, la obra de Villar Rojas está condenada a la desaparición, lo que no podrá ser preservado también cuestiona las reglas de la comercialización de la obra de arte al no poderse conservar, reproducir, comercializar ni transportar en su totalidad.