Confesiones de un espía nazi | ||
---|---|---|
Ficha técnica | ||
Dirección | ||
Producción | Hal B. Wallis, Jack L. Warner y Robert Lord | |
Guion | Milton Krims y John Wexley | |
Basada en | Los artículos de Leon G. Turrou | |
Música | Max Steiner (sin acreditar) | |
Fotografía | Sol Polito y Ernest Haller | |
Montaje | Owen Marks | |
Protagonistas | Edward G. Robinson, Francis Lederer, George Sanders y Paul Lukas. | |
Ver todos los créditos (IMDb) | ||
Datos y cifras | ||
País | Estados Unidos | |
Año | 1939 | |
Estreno | 6 de mayo de 1939 | |
Género | Cine de espionaje, cine propagandístico, drama y cine bélico | |
Duración | 104 minutos | |
Idioma(s) | Inglés | |
Compañías | ||
Productora | Warner Bros. | |
Distribución | Warner Bros. | |
Presupuesto | 1,5 millones de dólares | |
Ficha en IMDb Ficha en FilmAffinity | ||
Confesiones de un espía nazi (título original: Confessions of a Nazi Spy) es una película estadounidense propagandística y de suspense dirigida por Anatole Litvak para Warner Bros. Estrenada en mayo de 1939, cuatro meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial y dos años y medio antes de la entrada de los Estados Unidos en el conflicto bélico, ha pasado a la historia como la primera película explícitamente antinazi producida por un estudio de Hollywood.[1]
La película está protagonizada por Edward G. Robinson, Francis Lederer, George Sanders, Paul Lukas. Completan el reparto un nutrido grupo de actores alemanes, de los cuales varios habían emigrado a los Estados Unidos tras el ascenso al poder de Adolf Hitler.[2] Dado el tema que trata la cinta, muchos de ellos se vieron obligados a cambiar sus nombres por miedo a represalias contra sus familiares que aún vivían en Alemania. Harry, Albert y Jack Warner, quienes eran dueños de Warner Bros en ese entonces, eran judíos.[3]
La trama de la película está basada en una serie de artículos escritos por el agente del FBI Leon G. Turrou, quien investigó las redes de espionaje nazi que operaron en los Estados Unidos. Además, partes de la película se inspiran en el Caso de espionaje Rumrich, el primer gran caso internacional de espionaje en la historia de los Estados Unidos.
El narrador, representado por una silueta, es la figura por medio de la cual se conecta la película con acontecimientos recientes. La acción, que transcurre en el año 1937, empieza en un lugar apacible de Escocia. Un cartero le entrega una serie de cartas provenientes de partes del mundo entero a una tal señora MacLaughlin, quien reenvía el contenido de una de ellas al Dr. Karl Kassel, asentado en Nueva York. Más tarde y en el Café Nuremberg, Kassel sermonea a un grupo de germano-americanos, vestidos en su mayoría con el uniforme de la Federación Germano Estadounidense. Kassel les cuenta que el Führer ha declarado la guerra a los villanos de la democracia y que, como alemanes, deberían cumplir sus deseos y tomar el poder. La multitud grita: «¡Sieg Heil!».
Kurt Schneider, un desempleado insatisfecho, encuentra en el espionaje una fuente de motivación, así que contacta con el periódico personal de Hitler para proponerse como espía. El Servicio Federal de Inteligencia alemán sabe que no es un agente doble porque los estadounidenses no cuentan con un sistema de contraespionaje oficial. Franz Schlager, un oficial de la marina que navegaba hacia Nueva York en el barco de vapor Bismarck, es ordenado contactar con Schneider. Mientras, la bella operadora Hilda Kleinhauer denuncia a sus clientes ante la Gestapo y lleva material para Schlager.
Un miembro de la Legión Estadounidense desafía a Kassel en una reunión, cuando él y otros asistentes se pronuncian a favor de la democracia. Schneider, por su parte, presume ante su amigo Werner, un soldado raso de los Fuerzas Aéreas, de que recibe instrucciones de Hitler.
Werner consigue el código Z y Schneider, por su parte, obtiene historiales médicos con los que pone al descubierto la fuerza militar en Nueva York. Lleno de orgullo Schneider le entrega la información a Schlager. Como reconocimiento por su labor, Schneider recibe 50 dólares al mes, la dirección de la señora MacLaughlin y una lista de nuevos objetivos.
Cuando Kassel es requerido para regresar a Alemania, este se lleva a su amante, Erika Wolf, con él y deja a su mujer atrás. El narrador ofrece entonces una descripción detallada de la vida durante el fascismo. Kassel es nombrado responsable de todas las actividades nazis en los Estados Unidos. A partir de este momento, los espías toman como objetivo las operaciones militares. Al mismo tiempo, el país, bajo el eslógan «América para los americanos», se inunda de propaganda.
Gracias a la curiosidad del cartero, la inteligencia militar británica descubre que la señora MacLaughlin colabora con una red internacional de espionaje. Por otro lado, los integrantes de la sede neoyorkina de la inteligencia militar estadounidense, formada por el teniente Williams y un asistente, acuden, pese a que la agencia nunca antes había centrado su trabajo en el espionaje, al FBI para alertar de la presencia de espías. A raíz de la denuncia el agente del FBI Ed Renard se hace cargo del caso.
Tras su regreso a los Estados Unidos, Kassel visita el campamento Horst Wessel, donde niños de origen germano-estadounidense son entrenados para abrazar los ideales nazis y desarrollar habilidades militares. En cuanto a Schneider, recibe órdenes de usar un alias para obtener pasaportes, lo que acaba levantando sospechas. El FBI rastrea el paquete que contiene los pasaportes y lo detienen. Al descubrir su verdadera identidad, los agentes se dan cuenta de que tienen una carta que envió a MacLaughlin. Renard lo adula durante horas hasta lograr arrancarle así una confesión reveladora. A través de Schneider, Renard localiza a Wenz, Kleinhauer y Kassel a bordo del Bismarck, que permanece atracado en el puerto. Durante el encuentro Kassel le muestra con orgullo a Renard una serie de expedientes sobre estadounidenses importantes que documentan su «impunidad» racial. Acto seguido intenta quemar la llave del código, pero Renard se lo impide. Además, Renard se enfrenta a Kleinhauer, quien confirma su vínculo con Schlager. Cuando Renard revela que conoce a Erika, Kassel confiesa todo lo que sabe acerca de la red de espionaje alemana, sacando a la luz sus ramificaciones y extensión. Le sueltan, aunque la Gestapo le está esperando. Él jura que no ha confesado nada, a pesar de lo cual son detenidos en las inmediaciones de su apartamento.
Un gran número de agentes y cómplices son capturados por medio de una redada federal y el 13 de marzo de 1938 Hitler anexiona el territorio de Austria. Renard le hace saber a la mujer de Kassel que la Gestapo ha pagado la fianza. Tras haber estado con Erika, Karl regresa a casa y miente a su mujer. Hace las maletas, negándose a llevársela con él, pero ella le oculta lo que sabe. La Gestapo le captura y le lleva a Bismarck, ordenándole a mantener una versión falsa según la cual fue torturado por los agentes del FBI y forzado a confesar una mentira. En Nueva York, Hilda recibe las mismas instrucciones.
Dieciocho personas son acusadas de espionaje, cuatro de las cuales (Schneider, Wenz, Kleinhauer y Helldorf) permanecen bajo custodia policial. El fiscal de los Estados Unidos, Kellogg, da cuenta del papel desempeñado por una red de quinta columna de alemanes en Estados Unidos y en la Europa ocupada por los nazis. Aprovecha entonces para hacer un llamamiento a los estadounidenses a que aprendan la lección, dado la impronta de Hitler en Europa y la lección que esto encierra: «la supremacía de una propaganda organizada y respaldada por la fuerza». Los espías son condenados.
Kellogg y Renard hablan sobre los sucesos acontecidos en Estados Unidos y Europa mientras se toman un café. Renard describe a los nazis como «dementes» y Kellogg cree que «cuando las libertades básicas son amenazadas, nos despertamos».
Los créditos de la película aparecen mientras suena America the Beautiful.
Varios de los actores de la película eran inmigrantes alemanes u originarios de otros países de Europa que se habían asentado en Estados Unidos, algunos huyendo de la persecución nazi. Para evitar represalias contra sus familiares que aún vivían en Alemania, muchos aparecieron sin acreditar en la película o bajo un pseudónimo. Estos actores fueron Hedwiga Reicher («Celia Sibelius»), Wolfgang Zilzer («John Voigt»), Rudolph Anders («Robert Davis»), Wilhelm von Brincken («William Vaughn»), y Martin Kosleck (no acreditado).
El guion de John Wexley está basado en hechos reales y en los artículos escritos por el ex agente de la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) Leon G. Turrou, quien había estado muy involucrado en la investigación de redes de espionaje en Estados Unidos antes de la guerra y había perdido su puesto en el FBI tras publicar los artículos sin permiso.[4][5]Paul Buhle y David Wagner afirmaron en Radical Hollywood que «se trataba de un caso de la vida real» y que el Comité Dies había emitido una nota de advertencia a Warner Bros por difamar a «un país amigo».
Algunas partes de la película son un relato ficticio de un caso real de espionaje, Caso de espionaje Rumrich, y del juicio celebrado en 1938 en el que se juzgó a personas condenadas por espiar para el gobierno alemán.[6][7][8]El FBI afirma que el Caso de espionaje Rumrich fue su primer gran caso de espionaje internacional y que Leon Turrou «fue puesto al mando» y finalmente despedido. Guenther Gustave Maria Rumrich fue detenido el 14 de febrero de 1938 y acusado de espiar para Alemania.[9]Rumrich levantó las sospechas del FBI al tratar de obtener 50 formularios de solicitud de pasaporte de la Oficina de Pasaportes de Nueva York.[7][10]En la película, Francis Lederer, en el papel de Schneider, interpreta al verdadero Rumrich.
La escena en la que un legionario estadounidense sin nombre, interpretado por War Bond, desafía durante una reunión, con el apoyo de otros defensores de la democracia, al personaje de Kassel y provoca que los miembros de la Federación Germano Estadounidense lleven a cabo un ataque está basada en un acontecimiento real que ocurrió a finales de abril en 1938. Alrededor de 30 veteranos de la Legión Estadounidense de la Primera Guerra Mundial se alzaron contra los nazis en Nueva York durante la celebración del cumpleaños de Hitler. Los veteranos terminaron gravemente heridos y más tarde Cecil Schubert, el cual sufrió una fractura de cráneo, fue personalmente reconocido por el alcalde La Guardia por su valentía.
La PCA (Production Code Administration), dirigida por Joseph Breen, primero había recomendado posponer la grabación de la película debido a las preocupaciones sobre la pérdida de su acceso al mercado alemán y por su crítica exagerada hacia un líder mundial en específico (Hitler), pero después se logró rodar tras realizar algunas modificaciones en ella como, por ejemplo, la eliminación de cualquier mención sobre la gente judía, que es en lo que se basaba la técnica propagandística de Hitler, la gran mentira.[5]El gobierno alemán ejerció una fuerte presión sobre la PCA, especialmente desde su consulado en Los Ángeles, para impedir el estreno de películas antinazis.[3]Tras el estreno de la película, anunciaron que no permitirían el estreno de ninguna otra película de este género.[3]
Muchos actores rechazaron los papeles de la película por miedo a represalias, que incluían violencia. Además, nadie quería interpretar a Hitler por mucho dinero que se ofreciera.[5]En el rodaje de la película se saboteó que cayera una grúa de grabación de unos 30 kilos que casi acabó con la vida de uno de los actores principales.
Confesiones de un espía nazi fue la primera película antinazi producida por un gran estudio americano. En el preestreno había tantos policías y agentes especiales entre el público como espectadores.[11]El guion de Wexley se esforzó en seguir los hechos y acontecimientos reales del caso de espionaje Rumrich, cuyos implicados fueron a juicio en 1938.[6][8][10][12]La película se volvió a estrenar en 1940 con escenas que describían acontecimientos que habían tenido lugar desde el estreno inicial, como las invasiones de Noruega y los Países Bajos.
La película provocó rechazo en los nazis y sus seguidores locales, por lo tanto se produjeron piquetes y actos vandálicos en los cines de los Estados Unidos, lo que ocasionó que el estreno se restringiese.[5][13]Incluso Fritz Kuhn, líder de la Federación Germano Estadounidense, demandó a Warner Bros por 5 millones de dólares.[3]Confesiones de un espía nazi fue prohibida en Alemania, Japón y en muchos países de Latinoamérica y Europa,[11][14]entre ellos Noruega, que la prohibió en 1939.[15]Adolf Hitler, en concreto, prohibió la proyección de todas las producciones de Warner Bros en la Alemania nazi como consecuencia de la participación del estudio en la película.[2]
En Estados Unidos, la cinta estuvo en cartelera durante un mes.[3]Louis B. Mayer exigió a todos los empleados de la productora Metro-Goldwyn-Mayer que asistieran a la celebración del 61 cumpleaños de Lionel Barrymore, retransmitida en directo por radio en 1939, para evitar que acudieran al estreno.[3]
Confesiones de un espía nazi fue premiada a mejor película en 1939 por el Consejo Nacional de Crítica de Cine (NBR, por sus siglas en inglés). Algunas escenas de la cinta se reproducen en películas como La guerra llega a Estados Unidos, la última entrega de la serie cinematográfica propagandística Why We Fight y también en el documental Imaginary Witness: Hollywood and the Holocaust, que no ha sido distribuida en español, de 2004. Rachel Maddow calificó la película como una de las más importantes del siglo XX.[5]