Los Magos (del latín magus, cf. en persa: مغ pronunciado /moɣ/) eran sacerdotes en el zoroastrismo y las religiones tempranas de los iranios occidentales. El primer uso conocido de la palabra magos está en la inscripción trilingüe escrita por Darío el Grande, conocida como la Inscripción de Behistún. Textos persas antiguos, anteriores al período helenístico, se refieren a un magus como un sacerdote zurvánico y presumiblemente zoroastriano.
Ubicuo a lo largo de todo el Mediterráneo oriental y Asia occidental hasta la antigüedad tardía y posteriormente, la palabra mágos fue influenciada por el griego goēs (γόης) (a la que acabó sustituyendo), que era la palabra más antigua para referirse a un practicante de magia, incluyendo astronomía/astrología, alquimia y otras formas de conocimiento esotérico. Esta asociación fue a su vez producto de la fascinación helenística por Pseudo-Zoroastro, a quien los griegos consideraban el fundador caldeo de los Magos e inventor tanto de la astrología como de la magia, un significado que aún sobrevive en las palabras modernas «magia» y «mago».
En el Evangelio de Mateo, «μάγοι» (magoi) del oriente le rinden homenaje al Jesús recién nacido (este uso particular también se traduce comúnmente como «reyes», «reyes magos» y también como «sabios»).[1]
El sacerdocio zoroastriano hereditario ha sobrevivido en India[2][3] e Irán. Reciben allí el nombre de Herbad, Mobad (Magupat, es decir, jefe de los Maga) o Dastur dependiendo de su rango.
El término aparece apenas dos veces en textos iranios previos al siglo V a. C., y solo uno de ellos puede fecharse con precisión. Este único caso ocurre en la inscripción trilingüe de Behistún hecha por Darío el Grande, y que se puede fechar alrededor del 520 a. C. En este texto trilingüe, ciertos rebeldes reciben el adjetivo magiano como atributo, en la porción persa antigua como maγu- (generalmente se asume que es una palabra prestada de medo). El significado del término en este contexto es incierto.
El otro caso aparece en los textos del Avesta, la literatura sagrada del zoroastrismo. En este caso, que se encuentra en la porción del avéstico más reciente, el término aparece en el hápax moghu.tbiš, que significa «hostil a los moghu», donde moghu no significa «magus» (como se pensaba anteriormente), sino más bien «un miembro de la tribu»[4] o se refería a una clase social particular en el idioma proto-iranio y luego siguió haciéndolo en el avéstico.[5]
Un término no relacionado, pero que previamente se asumía estaba relacionado, aparece en textos del idioma avéstico gáthico más antiguo. Esta palabra, el adjetivo magavan que significa «poseer maga-», sirvió anteriormente como la premisa del argumento de que el avéstico maga- y el medo (es decir, persa antiguo) magu- eran coetáneos (y también que ambos eran cognados del sánscrito védico magha-). Mientras que «en los Gathas la palabra parece significar tanto la enseñanza de Zoroastro como la comunidad que aceptó tales enseñanzas», y parece que el avéstico maga- está relacionado con el sánscrito magha-, «no hay razón para suponer que la forma irania occidental magu tiene exactamente el mismo significado».[6] «Puede ser, sin embargo», que el avéstico moghu (que no es igual al avéstico maga- ) «y el medo magu fueran la misma palabra en su origen, un término iranio común para ‹miembro de la tribu› habiéndose desarrollado entre los medos el sentido especial de ‹miembro de la tribu (sacerdotal)›, por lo tanto, un sacerdote».[4] véase[5]
La referencia griega más antigua a los magos – del griego μάγος (mágos, plural: magoi) – que aún se conserva podría ser de Heráclito (apud Clemente de Alejandría Protrepticus 12), en el siglo VI a. C., quien maldice a los magos por sus ritos y rituales «impíos». No ha sobrevivido ninguna descripción de los rituales a los que se refiere Heráclito, y no hay nada que sugiera que Heráclito se refería a extranjeros.
Se preservan mejor las descripciones de Heródoto, a mediados del siglo V a. C., quien al describir a los expatriados iranios que vivían en Asia Menor usa el término «magos» en dos sentidos diferentes. En el primer sentido (Historias 1.101), Heródoto menciona a los magos como una de las tribus/pueblos (ethnous) de los medos. En otro sentido (1.132), Heródoto usa el término «magos» para referirse genéricamente a una «casta sacerdotal», pero «cuyo origen étnico nunca más siquiera se menciona».[6] De acuerdo con Robert Charles Zaehner, en otros relatos, «se escucha de magos no solo en Persia, Partia, Bactria, Corasmia, Aria, Media o entre los Sacas, sino también en tierras no iranias como Samaria, Etiopía o Egipto. Su influencia también se habría extendido por toda Asia Menor. Por lo tanto, es bastante probable que la casta sacerdotal de los magos fuera distinta de la tribu meda homónima».[6]
Ya en el siglo V a. C., la palabra magos griega había generado las de mageia y magike para describir la actividad de un mago, es decir, su arte y práctica. Sin embargo, casi desde el principio, el sustantivo usado para la acción y el usado para el actor se separaron. A partir de entonces, el término mageia no se usó para referirse a lo que hacían los magos reales, sino para referirse a algo relacionado con la palabra «magia» en su sentido moderno, es decir, el supuesto uso de medios sobrenaturales para lograr un efecto en el mundo natural, o la apariencia de lograr estos efectos por medio de engaños o juego de manos. Los textos griegos tempranos suelen tener un sentido peyorativo, que a su vez influyó en el significado de magos para denotar un ilusionista y un charlatán. Ya para mediados del siglo V a. C., Heródoto identifica a los magos como intérpretes de augurios y sueños (Historias 7.19, 7.37, 1.107, 1.108, 1.120, 1.128).
Otras fuentes griegas previas al período helenístico incluyen a Jenofonte, que tuvo experiencia de primera mano en la corte persa aqueménida. En su Ciropedia de comienzos del siglo IV a. C., Jenofonte describe a los magos como autoridades en todos los asuntos religiosos (8.3.11), e imagina que los magos han de ser responsables de la educación del futuro emperador.
Una vez que los magos empezaron a ser asociados con la «magia» (el griego magikos), ocurrió una progresión natural según la cual la imagen de Zoroastro de los griegos también fue metamorfoseada en la de un mago.[7] Plinio el Viejo, en el siglo I d. de C., nombra a «Zoroastro» como el inventor de la magia (Historia Natural xxx.2.3), pero un «principio de la división del trabajo parece haber librado a Zoroastro de la mayor parte de la responsabilidad de introducir las artes oscuras a los mundos griegos y romanos. Tal dudoso honor recayó en otro mago fabuloso, Ostanes, a quien se atribuyó la mayor parte de la literatura mágica pseudoepigráfica.»[7] Para Plinio, esta magia era un «arte monstruoso» que dio a los griegos no sólo una «lujuria» (aviditatem) por la magia, sino una franca «locura» (rabiem) por ella, y suponía que los filósofos griegos, entre ellos Pitágoras, Empédocles, Demócrito y Platón, habían viajado al extranjero a estudiarla y luego regresaron a enseñarla (xxx.2.8–10).
«Zoroastro» – o más bien lo que los griegos suponían que éste era – fue para los helenistas la figura insigne de los «magos», y el fundador de esa orden (o lo que los griegos consideraban era una orden). Se le proyectó además como el autor de un vasto compendio de pseudoepígrafos «zoroastristas», compuesto principalmente para desacreditar los textos de rivales. «Los griegos consideraban que la mejor sabiduría era la sabiduría exótica» y «¿qué mejor y más conveniente autoridad que el lejano, temporal y geográficamente, Zoroastro?»[7] El tema central de tales textos, cuya autenticidad solo muy rara vez fue cuestionada, iba desde tratados sobre la naturaleza hasta tratados sobre la nigromancia. Con todo, a mayor parte de estos textos trataban sobre especulaciones astronómicas y conocimientos mágicos.
Un factor relevante para entender la asociación con la astrología fue el nombre mismo de Zoroastro, o más bien, la forma en que los griegos lo trasliteraron. Su nombre se identificó en un principio con el culto a las estrellas (astrothytes «sacrificador de estrellas») y, con el Zo-, incluso como la estrella viviente. Posteriormente, se desarrolló una mito-etimología aún más elaborada: Zoroastro murió por el viviente (zo-) flujo (-ro-) del fuego de la estrella (-astr-) que él mismo había invocado, e incluso que las estrellas lo habían matado en venganza porque él les reprimía.[8] El segundo factor, y «más serio»,[8] respecto a la asociación con la astrología fue la noción de que Zoroastro era caldeo. El nombre griego alternativo de Zoroastro era Zaratas/Zaradas/Zaratos (cf. Agathias 2.23–5, Clemente de Alejandría, Stromata I.15), que, según Bidez y Cumont, deriva de una forma semítica de su nombre. El capítulo de la Suda sobre astronomía destaca que los babilonios habían aprendido su astrología de Zoroastro. Luciano de Samósata (Mennipus 6) decide viajar a Babilonia «a pedirle su opinión a uno de los magos, discípulos y sucesores de Zoroastro».
La palabra mágos (griego) y sus variantes aparecen tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.[9] Ordinariamente esta palabra es traducida como «mago» o «hechicero» en el sentido de ilusionista o adivino, y así es como se traduce en todas sus apariciones (ej. Hechos de los Apóstoles, 13:6) a excepción del Evangelio de Mateo, donde se deja sin traducir como Magos (o como «sabios» en idiomas como el inglés), típicamente con una nota explicativa. Sin embargo, los primeros padres de la iglesia, como Justino, Orígenes, Agustín y Jerónimo, no hicieron una excepción con el Evangelio y tradujeron la palabra en su sentido ordinario, es decir, como «mago».[10] El Evangelio de Mateo afirma que los magos visitaron al niño Jesús para rendirle homenaje poco después de su nacimiento (Mateo 2:1-12). El evangelio describe cómo los magos de oriente fueron alertados del nacimiento de un rey en Judea por la aparición de su estrella. A su llegada a Jerusalén, visitaron al rey Herodes para determinar la ubicación del lugar de nacimiento del rey de los judíos. Herodes, perturbado, les dijo que no había oído hablar del niño, pero les informó de una profecía según la cual el Mesías nacería en Belén. Luego pidió a los magos que le informasen cuando encontraren al niño para que Herodes también pudiera ir a adorarlo. Guiados por la Estrella de Belén, los reyes magos encontraron al niño Jesús en una casa (Mateo no dice si la casa estaba en Belén). Lo adoraron y le ofrecieron «regalos de oro, incienso y mirra». (2.11) En un sueño reciben la advertencia de que no regresen a Herodes, y por lo tanto regresen a sus hogares por otra ruta. Desde que fue escrito a finales del siglo I, numerosas historias apócrifas han embellecido el relato del evangelio.[cita requerida] Mateo 2:16 implica que Herodes se enteró por medio de los magos que ya habían pasado hasta dos años desde que había nacido, razón por la cual todos los niños varones menores de dos años fueron sacrificados.
Además de la historia más famosa de Simón el Mago que aparece en el capítulo 8, los Hechos de los Apóstoles (13:6–11) también describe a otro mago que actuaba como consejero de Sergio Paulo, el procónsul romano en Pafos en la isla de Chipre. Era un judío llamado Bar-Jesús (hijo de Jesús), o alternativamente Elimas. (Flavio Josefo hace referencia a otro mago chipriota de nombre Atomos, que trabajaba en la corte de Félix en Cesarea.)
Una de las fuentes cristianas no canónicas, el Evangelio siríaco de la infancia, incluye, en su tercer capítulo, una historia de los magos de oriente que es muy similar a gran parte de la narrativa en el Evangelio de Mateo. Este relato cita a Zoradascht (Zoroastro) como la fuente de la profecía que motivó a los magos a buscar al niño Jesús.[11]
En el Talmud hay registros de instancias de diálogo entre los sabios judíos y varios magos. Otras referencias incluyen a los sabios ridiculizando las prácticas realizadas por varios magos, y un sabio prohíbe aprender de estos.[12][13][14]
En árabe, «magianos» (mayus) es el término usado para referirse a los zoroastrianos. El término se menciona en el Corán, en la sura 22 versículo 17, donde los «magos» se mencionan junto a judíos, sabeos y cristianos en una lista de religiones que serán juzgadas el Día de la Resurrección.
En la década de 1980, el Partido Ba'az de Saddam Hussein utilizó el término mayus durante la Guerra entre Irán e Irak como una generalización para referirse a todos los iraníes de la actualidad. «Al referirse a los iraníes en estos documentos como mayus, el aparato de seguridad [implicaba] que los iraníes no [eran] musulmanes sinceros, sino que practicaban de forma encubierta sus creencias preislámicas. Por lo tanto, a sus ojos, la guerra de Irak adquiría las dimensiones no solo de una lucha por el nacionalismo árabe, sino también de una campaña en nombre del Islam».[15]
En la India, los brahmanes Sakaldwipiya son considerados como los descendientes de los diez sacerdotes Maga (en sánscrito मग) que fueron invitados a realizar la adoración de Mitra (Suria) en Mitravana (Multán), tal y como se describe en el Samba-purana, el Bhavishia-purana y el Mahabharata. Su lugar de origen era una región llamada Sakadvipa. Según Varahamijira (c. 505 - c. 587), la estatua del dios Sol (Mitra) se representa con vestido «norteño» (esto es, asiático central), específicamente con botas de montar. Varias comunidades brahmánicas de la India trazan su descendencia hasta los Magas. Varios de los astrónomos y matemáticos clásicos de la India, como Varahamijira, se consideran descendientes de los Magas.[16][17]
Varahamijira especifica que la instalación y consagración de las imágenes del Sol debe ser realizada por los Magas. Al-biruni señala que los sacerdotes del Templo del Sol en Multán eran Magas. Los Magas tenían colonias en varios lugares de la India y eran los sacerdotes en Konark, Martanda y otros templos del sol.[18]
Victor H. Mair (1990) sugirió que el chino wū (巫 «chamán; bruja, brujo, hechicero, mago») puede haberse originado como un préstamo lingüístico del persa antiguo *maguš «magos». Mair reconstruye un término chino antiguo *myag .[19] La reconstrucción de las formas del chino antiguo es algo especulativa. La velar final -g en * myag (巫) de Mair es evidente en varias reconstrucciones del chino antiguo (*mywag de Dong Tonghe, *mjwaγ de Zhou Fagao y *mjag de Li Fang-kuei), pero no en todas (p. ej., en la obra de Bernhard Karlgren *mywo y *ma en la de Axel Schuessler).
Mair aduce el descubrimiento de dos figurillas con características inequívocamente caucásicas o europoides que datan del siglo VIII a. C., encontradas en una excavación de 1980 en un palacio de la dinastía Zhou en el condado de Fufeng, provincia de Shaanxi. Una de las figurillas está marcada en la parte superior de su cabeza con un gráfico ☩ inciso.[20]
La sugerencia de Mair se basa en una propuesta de Jao Tsung-I (1990), que conecta el glifo de escritura en bronce de «cruz potente» para wu 巫 con la misma forma que se encuentra en el neolítico de Asia occidental, específicamente una cruz potente tallada en el hombro de una figurilla de una diosa del periodo Halaf.[21]