Manuel Martínez Barrionuevo (Torrox, 23 de julio de 1857-Madrid, 5 de enero de 1917) fue un escritor y periodista español.
De modestísima familia, hasta los quince años fue aprendiz en distintos oficios: pastelero, ebanista, tipógrafo, herrero... Su verdadera vocación era sin embargo la literatura. Publicó sus primeros trabajos (artículos y poemas) en la prensa local de Málaga, y entró como redactor en varios diarios de vida efímera. En 1885 se trasladó a Madrid, mereciendo la protección de Gaspar Núñez de Arce, quien lo colocó en el diario El Progreso;[1] también escribió en Bandera Liberal y Diario Mercantil. Ocho años después marchó a Barcelona. Entre 1905 y 1917 viajó por toda España, sin lograr nada más que malvivir con el producto de su pluma incansable, pues fue escritor muy fecundo. Cultivó la lírica (Rasgos y pinceladas, Málaga, 1878), el teatro (Los Carvajales, 1885; Luchar por los hijos 1894...), la narración corta (El padre eterno. Novelas españolas, 1887; Guerras pasadas: (narraciones militares), sin año, o El Decálogo, una colección de diez novelas cortas sobre cada uno de los diez mandamientos) y larga (El sepulturero de Aldoba, Málaga, 1879; Señores de Saldívar: novela española, 1887; La fiesta: novela española, 1888; Filigrana : (historia de un secuestro), Barcelona, 1893; El buque de Combate, Barcelona, 1899, 2 vols; El filón: (novela española), 1904; Fin de una raza, novela española 1906; Paca Cielos: (los humildes): novela española, 1909; El sacrilegio de sor Adoración, 1910; Almas solitarias: novela española, 1911), el libro de viajes (Andalucía: costumbres y recuerdos, Barcelona, 1890, 2 vols) y el ensayo polémico (Un libro funesto... Pequeñeces del padre Coloma, 1891); bastantes de sus narraciones están ambientadas en Andalucía y narró sus primeros años en Mi infancia (Barcelona, 1906). Poseyó un buen estilo, pero no tuvo la suerte de conocer un éxito definitivo que le consagrara. a partir de los 90 abandonó la "buena literatura"e ingresó en las filas de la novela por entregas de tendencia moral, dualista y católica, con lo que tampoco logró salir de la pobreza: murió casi en la miseria.[2]