Un quiste es un estado de reposo o inactividad de un microorganismo, usualmente bacterias o protistas o raramente un animal invertebrado, que ayuda al organismo a sobrevivir a condiciones ambientales desfavorables. Puede considerarse como un estado de animación suspendida en el cual los procesos metabólicos de la célula son ralentizados y cesan actividades como la alimentación y locomoción. El enquistamiento también ayuda al microbio a dispersarse con facilidad, desde un huésped a otro o hacia un ambiente más favorable. Cuando el organismo enquistado alcanza un ambiente favorable para su crecimiento y supervivencia, la barrera quística se rompe, y el organismo se desenquista y madura en un trofozoito.
Condiciones ambientales desfavorables como la carencia de oxígeno o nutrientes, temperaturas extremas, falta de humedad o presencia de químicos tóxicos, los que no son propicios para el desarrollo del organismo desencadenan la formación del quiste.[1]
En bacterias (por ejemplo, Azotobacter, sp.), el enquistamiento ocurre por cambios en la pared celular; el citoplasma se contrae y la pared celular se engruesa. Los quistes de bacterias se diferencian de las endosporas en el modo de su formación y en el grado de resistencia a los condiciones desfavorables. Las endoesporas son mucho más resistentes que los quistes.
Los protistas, especialmente los protozoarios parásitos, son con frecuencia expuestos a condiciones poco favorables en varios estados de su ciclo de vida. Por ejemplo, la Entamoeba histolytica, un parásito intestinal común responsable de la disentería, enfrenta el ambiente altamente ácido del estómago antes de alcanzar el intestino, y varias condiciones impredecibles como la desecación y la falta de nutrientes mientras se encuentra fuera de un huésped.[2] Un quiste es una forma muy adecuada para afrontar dichas situaciones, sin embargo, los quistes de protozoarios son menos resistentes antes las condiciones adversas comparados con los quistes bacterianos.[1] Además de la supervivencia, la composición química de la pared celular de ciertos protozoarios juega un rol importante en su dispersión. Los grupos siálicos presentes en la pared quística de la Entamoeba histolytica, le confieren una carga negativa que evita su unión a la pared intestinal, lo que causa su eliminación a través de las heces.[3] Otros parásitos intestinales, Giardia lamblia y Cryptosporidium también producen quistes como parte de su ciclo vital (véase ooquiste). En algunos protozoarios, el organismo unicelular se multiplica durante o después de enquistamiento y libera múltiples trofozoitos.[2]
Algunos nematodos parásitos de plantas que habitan en el suelo, como el nematodo enquistador de la soja, o el nematodo enquistador de la patata, Heterodera glycines, o Globodera sp. forman quistes como parte normal de su ciclo vital.
En Heterodera rostochiensis (nematodo dorado), la supervivencia de los quistes se evaluó en un estudio realizado por el Departamento de Patología Vegetal de la Facultad de Agricultura del Estado de Nueva York. Este estudio demostró que la viabilidad de las larvas enquistadas disminuía rápidamente a humedades relativas del 88% y por debajo del 2%. Las larvas libres no sobrevivieron a la exposición prolongada a humedades relativas de más de 80 °F, 20% y 3% tanto a 75 °F como a 40 °F. La supervivencia de las larvas enquistadas en suelos secos, húmedos e inundados mostró una rápida regresión con el aumento de la humedad del suelo. Aunque algunos quistes fueron viables tras la inundación durante un periodo de ocho meses, el número de supervivientes fue mayor en suelos secos al aire.[4]
Varios tipos de branquiópodos pueden producir quistes de diapausa.[5] Se trata de una adaptación para vivir en charcas efímeras en hábitats de agua dulce o salada. También ayuda en la dispersión a través del viento o en el tracto digestivo de las aves.[6] Incluso se han revivido quistes de Daphnia después de haber estado enterrados durante 600 años.[7] Los ejemplos entre los branquiópodos incluyen: Artemia[8][9][10] y Streptocephalus en Anostraca; Triops] en Notostraca; Cyzicus] en Diplostraca; y y Alona], Latonopsis, Macrothrix, Moina, y Sida]' en Cladocera.[6]
Entre otros crustáceos, algunos ostrácodoss -como Cypridopsis, Cyprinotus, Physocypria, y Potamocypris- desarrollan quistes de diapausa.[6] Entre los copépodoss, Cyclops también lo hace.[11]
La composición de la pared quística varía en los diferentes organismos. Las paredes quísticas en bacterias están formadas por el engrosamiento de la pared celular con la agregación de capas de peptidoglicano, mientras las paredes en quistes de protozoarios están constituidas de quitina un tipo de glucoproteína.[3] Las paredes en nematodos están compuestas de quitina reforzada con colágeno.
Aunque el componente del quiste en sí mismo no es patógeno, la formación de un quiste es lo que da a Giardia su principal herramienta de supervivencia y su capacidad de propagación de huésped a huésped. La ingestión de agua, alimentos o materia fecal contaminada da lugar a la enfermedad intestinal más comúnmente diagnosticada, la giardiasis.
Mientras que antes se creía que el enquistamiento sólo servía para el propio organismo, se ha descubierto que los quistes de protozoos tienen un efecto de albergue. También se pueden encontrar bacterias patógenas comunes que se refugian en el quiste de protozoos de vida libre. El tiempo de supervivencia de las bacterias en estos quistes oscila entre unos días y unos meses en entornos difíciles.[12] No todas las bacterias tienen garantizada la supervivencia en la formación de quistes de un protozoo; muchas especies de bacterias son digeridas por el protozoo cuando éste experimenta un crecimiento quístico.[13]