La Religión helenística es cualquiera de los diversos sistemas de creencias y prácticas de las personas que vivieron bajo la influencia de cultura griega antigua durante el período helenístico y el Imperio romano (c. 300 a. C. hasta 300 d. C.). Hubo mucha continuidad en la religión helenística: los dioses griegos continuaron siendo adorados, y los mismos ritos fueron practicados como antes.
El cambio vino de la adición de nuevas religiones de otros países, incluyendo las deidades egipcias Isis y Serapis, y los dioses sirios Atargatis y Hadad. Estas proporcionaron una nueva salida a las personas que buscaban la conexión entre la vida presente y la del más allá. El culto a los gobernantes helenísticos también fue una característica de este período, especialmente en Egipto. Los gobernantes ptolemaicos adoptaron la práctica egipcia anterior con el culto a los héroes griegos y su establecimiento como faraones dentro del nuevo sincretismo del culto ptolemaico a Alejandro Magno. En otros lugares, los gobernantes podrían recibir el estatus divino sin el estatus absoluto de un dios.
La magia en el mundo grecorromano se practicó ampliamente, siendo también una práctica continuista de los tiempos anteriores. A lo largo del mundo helenístico, las personas consultaban oráculos , y utilizaban amuletos y figurillas para disuadir la desgracia o lanzar hechizos. También se desarrolló en esta era el complejo sistema de astrología, que buscaba determinar el carácter y el futuro de una persona con los movimientos del sol, la luna, y los planetas. Los sistemas de filosofía helenísticos, como el Estoicismo y el Epicureísmo, ofrecieron una alternativa a la religión tradicional, incluso si su impacto estaba limitado en gran parte a la élite educada.
La posición central de la religión griega en tiempos clásicos estaba dirigida por las doce deidades olímpicas con el mando de Zeus. Cada dios era venerado con templos de piedra y estatuas, y santuarios (recintos sagrados) que, aunque dedicados a una deidad específica, a menudo incorporaban esculturas que conmemoraban otros dioses.[1] Las ciudades estado realizaban diversos festivales y rituales durante todo el año, con un énfasis especial dirigido hacia el dios patrón de la ciudad, como Atenea en Atenas, o Apolo en Corinto.
La práctica religiosa también implicaba el culto a héroes, personas que eran consideradas semi-divinidades. Estos héroes los podemos identificar tanto con las figuras míticas de las épicas de Homero como personalidades históricas que podían ser los fundadores de una ciudad. Al nivel local, el paisaje estaba lleno de lugares y monumentos sagrados. Se encontraron muchas estatuas de ninfas cerca y alrededor de las fuentes, las figuras estilizadas de Hermes a menudo se podían encontrar en las esquinas de las calles.
La magia era una parte central de la religión griega,[2] y los oráculos permitirían que la gente determinara la voluntad divina en el murmullo de las hojas, la forma de una llama, el humo de un altar, el vuelo de los pájaros , el ruido hecho por una fuente, o las entrañas de un animal sacrificado.[3] También se establecieron los Misterios eleusinos , vinculados a Deméter y Perséfone. La gente estaba adoctrinada en religiones mistéricas a través de ceremonias de iniciación, que tradicionalmente se mantenían en secreto. Estas religiones menudo tenían un objetivo de mejora personal, que también se extendería al más allá.
Después de las conquistas de Alejandro Magno, la cultura griega se extendió ampliamente y entró con un contacto mucho más cercano con las civilizaciones del Oriente Próximo y Egipto. Los cambios más significativos de impacto en la religión griega fueron la pérdida de independencia de las ciudades-estado griegas de los gobernantes macedonios; la importación de deidades extranjeras; y el desarrollo de nuevos sistemas filosóficos.[4] Las investigaciones más antiguas sobre la religión helenística tendían a describir la época como una etapa de declive religioso, mostrando un incremento del escepticismo, agnosticismo y ateísmo, así como un mayor predilección por la superstición, misticismo, y la astrología.[5]
Sin embargo, no hay ninguna razón para suponer que hubiera un declive en la religión tradicional.[6] Hay mucha evidencia documental de que los griegos siguieron adorando los mismos dioses con los mismos sacrificios, dedicaciones y festivales como en el periodo clásico.[7] En este periodo aparecieron nuevas religiones, pero sin excluir las deidades locales,[8] y únicamente una minoría de griegos las adoptó.[9]
La religión egipcia que seguía a Isis era la más famosa de las nuevas religiones. La religión fue llevada a Grecia por sacerdotes egipcios, inicialmente para las comunidades egipcias en las ciudades portuarias del mundo griego.[9] Aunque la religión egipcia encontró una pequeña audiencia entre los griegos, su popularidad se expandió por todo el Imperio romano. Diodoro Sículo escribió que la religión era conocida en casi todo el mundo habitado.[10][11]
Casi tan famoso era el culto de Serapis, una deidad griega a pesar del nombre egipcio, que se creó en Egipto bajo la dinastía ptolemaica.[12] Serapis fue promovido por los griegos que se habían instalado en Egipto. Esta religión implicaba la práctica de ritos de iniciación como los Misterios eleusinos.[13] Estrabón escribió sobre la Serapeum en Canopo cerca de Alejandría que fue patrocinado por los hombres de mayor reputación.[14]
La religión de Atargatis (relacionada con el Ishtar babilónico-asirio, y el fenicio Baaltis), una diosa de la fertilidad y del mar del país de Sham, era también muy popular. Al siglo III a. C. su culto se extendió de Siria a Egipto y Grecia, y finalmente llegó a Italia y al oeste.[10] La religión que siguió a Cibeles (o la Gran Madre) vino de Frigia a Grecia y luego a Egipto e Italia, donde el 204 a. C. el Senado romano permitió su culto. Era una diosa curativa y protectora, y una guardiana de la fertilidad y la naturaleza salvaje.[10]
Otra religión mistérica se centró en Dioniso. Aunque rara en la Grecia continental, era común en las islas y Anatolia. Sus miembros eran conocidas como las bacantes, y los ritos tenían un carácter orgiástico.[15]
Estas religiones y dioses recientemente introducidos, únicamente tuvieron un impacto limitado en la propia Grecia. Aunque hubo la excepción principal de Delos, que era un importante centro comercial y portuario.[16] La isla era sagrada como lugar de nacimiento de Apolo y Artemisa, y en el siglo II a. C., también había religiones griegas nativas que seguían a Zeus, Atenea, Dioniso, Hermes, Pan, y Asclepio. Pero también había centros de culto para los egipcios Serapis e Isis, y los sirios Atargatis y Hadad.[17] En el siglo I a. C. había otras religiones que siguieron a Baal y Astarté, una sinagoga del judaísmo, y romanos que seguían las religiones propias originales de dioses como Apolo y Neptuno.[17]
Otra innovación en el período helenístico fue la institución de los cultos dedicados a los gobernantes de los reinos helenísticos. El primero de ellos fue establecido bajo Alejandro Magno, cuyas conquistas, poder y estatus lo habían elevado hasta un grado que requería un reconocimiento especial. Sus sucesores continuaron su culto, hasta el punto que en Egipto bajo Ptolomeo I, encontramos el culto ptolemaico a Alejandro Magno honrado como un dios.[18] Su hijo Ptolomeo II, proclamó también a su padre difunto como un dios, y él mismo se convirtió en un dios viviente.[18]
Los gobernantes ptolomeos adoptaron las ideas egipcias anteriores en la adoración faraónica . En otros lugares, la práctica podía variar: un gobernante podría recibir estatus de divinidad sin el estatus completo de un dios,[9] tal como ocurrió en Atenas en el 307 a. C., cuando Antígono I el Tuerto y su hijo Demetrio Poliorcetes fueron honrados como salvadores (soteres) por liberar la ciudad y en consecuencia, se les erigió un altar, se organizó un festival anual en su nombre y se introdujo un oficio de «sacerdote de los salvadores».[19] Los templos dedicados a los gobernantes eran raros, pero sus estatuas eran a menudo erigidas en otros templos, y los reyes fueron adorados como «dioses que comparten el templo».[20]
Hay muchas evidencias sobre el uso de superstición y magia en este periodo. Los cultos a los oráculos y a los santuarios eran populares.[3] Hay también se encuentran evidencias para el uso de encantos y maldiciones. Los símbolos se colocaban en las puertas de las casas para traer buena suerte o disimular la desgracia para los ocupantes.[2]
Los hechizos, a menudo tallados en piedras preciosas o semipreciosas, tenían poder protector.[2] Las figurillas, fabricadas en bronce, plomo, o terracota, estaban agujereadas con pasadores o clavos, y se utilizaban para hacer hechizos. Las tabletas de maldición se hacían de mármol o metal (especialmente plomo) y se utilizaban para estos rituales mágicos.[2]
La astrología —la creencia de que las estrellas y los planetas influyen en el futuro de una persona—, surgió en Babilonia, donde únicamente se aplicó al rey o al estado.[21] Los griegos, en la época helenística, elaboraron un fantástico sistema complejo de astrología familiar. El interés por esta ciencia creció rápidamente a partir del siglo I a. C.[21]
Una alternativa a la religión tradicional fue la que promovió la filosofía helenística . Uno de estas filosofías era el estoicismo, que enseñaba que la vida debía ser vivida según el orden racional que los estoicos consideraban gobernaba el universo. Los seres humanos tenían que aceptar su destino según la voluntad divina, y los actos virtuosos se tenían que hacer por su propio valor intrínseco. Otra filosofía era el epicureismo, que enseñaba que el universo estaba sujeto a los movimientos aleatorios de los átomos, y que se vivía la vida para conseguir el contento psicológico y la ausencia de dolor. Otras filosofías incluían el pirronismo que enseñaba cómo alcanzar la paz interior a través de suspensión de juicio; e cinismo, que expresaba desprecio por la convención y las posesiones materiales; el platonismo que seguía las enseñanzas de Platón, y los peripatéticos que seguían a Aristóteles. Todas estas filosofías, en mayor o menor grado, buscaban dar cabida a la religión griega tradicional, pero los filósofos y los que estudiaban bajo su guía, se mantuvieron en unos pequeños grupos selectos, limitados principalmente a la élite educada.[7]
El judaísmo helenístico era una forma de judaísmo en el mundo antiguo que combinaba la tradición religiosa judía con elementos de la cultura griega. Hasta la caída del Imperio romano y las conquistas musulmanas del Mediterráneo Oriental, los centros principales de judaísmo helenístico eran Alejandría (Egipto) y Antioquia (ahora en el sur de Turquía), los dos principales asentamientos urbanos griegos de Oriente medio y área del África del Norte. Ambos se fundaron a finales del siglo IV a. C. como consecuencia de las conquistas de Alejandro Magno. El judaísmo helenístico también existió en Jerusalén durante el período del Segundo Templo, donde había un conflicto entre helenizadores y tradicionalistas —a veces llamados judaizantes—.
La principal producción literaria de contacto del período del Segundo Templo y la cultura helenística fue la Septuaginta: traducción de la Biblia hebrea del hebreo antiguo y el arameo antiguo al Koiné griego, concretamente, el Koiné griego judío. También se mencionan los tratados filosóficos y éticos de Filón de Alejandría y las obras historiográficas de los otros autores judíos helenísticos.[22][23]
El declive del judaísmo helenístico comenzó en el siglo II d. C., y sus causas todavía no son bien conocidas. Puede que fuera eventualmente marginado, parcialmente absorbido o convertido progresivamente en el núcleo del Koiné del cristianismo primitivo centrado en Antioquia, y sus tradiciones, como la Iglesia greco-melquita católica, y la Iglesia ortodoxa de Grecia originada a partir de los primeros centros de la cristiandad.