Susana Campos | ||
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Susana Campos en Rosaura a las diez. | ||
Información personal | ||
Nacimiento |
31 de agosto de 1933 Buenos Aires, Argentina | |
Fallecimiento |
16 de octubre de 2004 (70 años) Buenos Aires, Argentina | |
Causa de muerte | Tumor cerebral | |
Sepultura | Cementerio de la Chacarita | |
Nacionalidad | Argentina | |
Familia | ||
Cónyuge |
Alberto Berco Rudy Carrié | |
Hijos |
Javier Sola Roxana Berco María Morena | |
Información profesional | ||
Ocupación | Actriz | |
Años activa | 1946-2004 | |
Susana Campos (Buenos Aires, 31 de agosto de 1934 -Buenos Aires, 16 de octubre de 2004) fue una actriz de teatro, cine y televisión argentina cuya carrera se extendió a otros países de Hispanoamérica.
Desde muy joven demostró su vocación por la actuación. Tuvo su primera oportunidad, según algunos registros, en 1946 con Tres millones... y el amor, de Luis Bayón Herrera. Otros investigadores establecen que su carrera se inició en 1947, cuando fue seleccionada junto a otras muchachas, entre ellas Analía Gadé, en un concurso para acompañar a María Duval en La serpiente de cascabel, de Carlos Schlieper[1] y otros ubican a la joven actriz en una película anterior, Mi novia es un fantasma, de Francisco Mugica.[2]
Luego siguieron otros papeles, pero en su vida profesional hubo tres directores que iban a enriquecer su veta dramática: Leopoldo Torre Nilsson, en Graciela (1956); Mario Soffici, en Rosaura a las diez (1958), y René Mugica, en Hombre de la esquina rosada (1962), donde interpreta a La Lujanera. Su ductilidad como actriz y algo mucho más importante: la sobriedad con que podía componer sin caer en excesos era asombrosa. Basta ver la excelente Rosaura a las diez (1958), en la que, a las órdenes de Mario Soffici, interpretaba a una ambigua y misteriosa muchacha, exquisita en el sueño de su autor, vulgar y repugnante en la realidad, que se convierte en el eje central de una pensión familiar, varios de cuyos habitantes fueron interpretados por republicanos españoles exiliados.[3]
En los años sesenta viajó a España, donde filmó varias películas, como Mi calle de Edgar Neville. La actriz solía aparecer en el cine teñida de rubia, lo que no gustaba a José Luis Borau, que la admiraba por su belleza serena y limpia tanto como por su talento. Al elegirla para protagonizar Crimen de doble filo (1964) logró convencerla de que luciera su color natural, algo de lo que se siente orgulloso. «Era una mujer muy inteligente —recuerda— siempre sabía por dónde ibas en cuanto abrías la boca».[4] Otras actuaciones recordadas fueron en Del brazo y por la calle (1966), Los muchachos de antes no usaban gomina (1969), El día que me quieras (1969), con Hugo del Carril, Los chicos crecen (1976) y Los viernes de la eternidad (1980).
Subió al escenario teatral de la mano de Enrique Santos Discépolo, en Blum; luego sería el turno de La muerte de un viajante, de Arthur Miller, y Culpable, junto a Narciso Ibáñez Menta; Diálogo de Carmelitas, para luego continuar con Póker de amor (1969), ¿Quién soy yo...? (1970), de Luca, y Pato a la naranja (1973). En 1974, junto a quien era su marido, Rudy Carrié, alquiló el teatro Colonial, y puso Pijama de seda, de Arthur Long, que luego llevó a Madrid. También tuvo el protagonismo en Muchas felicidades (1980), de Sergio Jockymann y El farsante (1976), de Richard Nash. Hizo asimismo varias temporadas junto a Alberto Closas. En 2004, Carlos Furnaro la convocó para interpretar una pieza de su autoría, Afectos compartidos, dirigida por Lía Jelín, pero fue un proyecto que no pudo concretar. De su trabajo teatral resulta inolvidable la exitosa obra Brujas, que coprotagonizó con Nora Cárpena, Moria Casán, Thelma Biral y Graciela Dufau, que en los últimos tiempos le ayudaban en el escenario para moverse y superar sus limitaciones oculares producidas por la enfermedad que finalmente ocasionó su muerte.
En 1966 trabajó en el programa Galería Polyana que con buena repercusión se transmitió entre mayo y octubre por Canal 9 de lunes a viernes con libros de la autora teatral Clara Giol Bressan y un elenco que incluía a Virginia Lago, Fanny Navarro, Enzo Viena, Ricardo Passano, Patricia Shaw, Aída Luz, María José Demare, Nelly Darén y Gloria Raines.[5] También trabajó en otros ciclos como El hombre que volvió de la muerte, Estación Retiro, Lo mejor de nuestra vida, nuestros hijos, Profesión ama de casa, Jorchu, Libertad condicionada, Dulce Ana, Los ángeles no lloran, Milady y últimamente grabó El deseo, en una elogiada actuación interpretando a una mujer que sufría de arterioesclerosis y que revelaba secretos que nadie quería conocer.
Su incansable vocación actoral la mantuvo activa hasta el final. En 2002 había filmado Cautiva, ópera prima de Gastón Biraben, junto con Hugo Arana, en la que compuso el papel de la abuela de una niña apropiada durante la última dictadura, y en el año de su muerte actuó en Cómo pasan las horas, en la que interpreta a una mujer enferma de cáncer. Se trata de una historia familiar que se desarrolla en un día.
Mesurada, distinguida para asumir con responsabilidad cada uno de sus personajes. Así era Susana Campos y así queda demostrado en cada una de sus actuaciones[6]
Filmada en 2004 y dirigida por Inés de Oliveira Cézar, Cómo pasan las horas tiene guion de la directora en colaboración con el dramaturgo Daniel Veronese. Se trata de la historia de un matrimonio con un hijo, cuyos caminos se bifurcan en dos viajes paralelos. Por un lado, un largo paseo que emprenden el padre (Guillermo Arengo) y su hijo (Agustín Alcoba), que viajan en camioneta hasta un desolado paraje playero y siguen en una larga caminata que incluye sencillas conversaciones y largos silencios, con los que se va construyendo una lenta tensión dramática. Por otra parte la mujer (Roxana Berco) va a buscar a su madre, enferma (interpretada por su madre en la vida real, Susana Campos), que vive en un paraje alejado y boscoso y que se encuentra enferma de cáncer. Con una sensación de finalidad, de ser probablemente el último encuentro entre ambas, las dos caminan, charlan, se sientan en el bosque, cantan y se miman, siendo inevitable percibir el paralelo con Madre e hijo, de Aleksandr Sokurov, máxime que la directora utiliza por momentos el mismo lente distorsionador, anamórfico, que el ruso usó en aquel clásico filme, cuyo tema tenía bastantes puntos de contacto con este.
El filme respeta los tiempos, los silencios y los movimientos pausados de estos cuatro seres a lo largo de unas pocas horas de un día que evoluciona hacia lugares inesperados. En su afán de «ser» más que de «representar», el filme es profundamente cinematográfico, dejando de lado casi todos los resortes dramáticos convencionales y de estructura conocidos. Con una clara influencia del cine contemplativo de autores del Este de Europa (como Bela Tarr, Angelopoulos, Tarkovski o el citado Sokurov), resulta una película verdadera, honesta y tocante. Un filme que está entre lo mejor de este discreto año del cine nacional, al menos en términos de descubrimientos.[7][8]
La película fue estrenada en el Festival Internacional de Cine de Berlín de 2005, el mismo año recibió el premio Fipresci a Mejor Película Nacional y fue nominada en los rubros película, dirección y fotografía para los Cóndor de Plata.
Víctima de un tumor cerebral del que había sido operada en 1999, la intérprete pasó buena parte de las últimas semanas en el Hospital Italiano, hasta que fue trasladada a su casa con «internación domiciliaria», donde falleció. Conforme su voluntad expresada sus restos fueron cremados.
Estuvo casada con los actores Alberto Berco y Rudy Carrié, de los que se divorció. De sus matrimonios tuvo tres hijos: Javier Sola, que falleció en un accidente automovilístico; Roxana Berco, que sigue los pasos artísticos de su madre; y María Morena Cortabarría.