Se conoce como laringales a un conjunto de tres sonidos consonantes que aparecen en las reconstrucciones de la lengua protoindoeuropea. La teoría fue propuesta por primera vez por Ferdinand de Saussure en 1879; sin embargo, no obtuvo aceptación general hasta que la lengua hitita fue descubierta y descifrada lentamente a mediados del siglo XX. Pronto se hallaron fonemas en la lengua hitita para los que la teoría de las laringales constituía la mejor explicación, lo que supuso la aceptación de la teoría por parte de la mayoría de los indoeuropeístas.
No se sospechó de la existencia de estos sonidos hasta hace relativamente poco tiempo, por ser las lenguas anatolias las únicas lenguas indoeuropeas en las que las laringales sobrevivieron en la escritura. La mayoría de filólogos han aceptado que las laringales existieron, porque teniéndolas en cuenta se simplifican las explicaciones sobre algunos cambios de sonidos desde PIE a las lenguas descendientes que de otro modo serían bastante difíciles de comprender.
Son tres los sonidos conocidos como laringales:
Winfred P. Lehmann, no obstante, ha mantenido que *h₁ agrupaba realmente dos sonidos distintos, debido a reflejos inconsistentes en hitita.[1] (Lehmann asumió que una fue una oclusiva glotal y la otra una fricativa glotal. Ver más abajo.)
En griego, entre consonantes y al inicio, h₁ > e, h₂ > a, y h₃ > o. En lenguas indo-iranias como el sánscrito, cada laringal se transforma en i, y en el resto de lenguas indoeuropeas, cada laringal (no inicial) se convierte en a. Esto explica el siguiente fenómeno:
La evidencia principal de la existencia de las laringales se observa cuando en conexión con la vocal del PIE *e-, h₂ la colorea en *a-, y h₃ en *o-. En anatolio, sin embargo, h₂ se conservó, igual que h₃ en algunas posiciones. Por ejemplo:
La teoría de las laringales ha sido considerada la mejor explicación a la misteriosa aparición de h- en el léxico anatolio, y a la diferencia vocálica entre las lenguas anatolias y la mayoría de las otras lenguas indoeuropeas, como el latín ovis = "oveja".
La teoría laringalista también explica algunas secuencias de apofonía (alternancia vocálica) que aparecen en muchas raíces indoeuropeas, haciendo que parezcan menos arbitrarias y más regulares. Por ejemplo, la secuencia observada:
La teoría laringalista requiere bastantes ajustes en el modelo flexivo indoeuropeo. El género femenino que comparten la mayoría de las antiguas lenguas indoeuropeas parece haber sido creado con un sufijo, *-eh₂, que se coloreó por efecto de la laringal en *-a, que a su vez sufrió un alargamiento compensatorio tras la pérdida de la laringal. Esto lleva a pensar que los nombres y adjetivos femeninos tuvieran originariamente raíces consonantes, en lugar de raíces vocálicas, lo que ayudaría a explicar la razón por la cual su flexión es distinta de otros nombres con raíces vocálicas reales.
Puesto que el género femenino se formó usando un sufijo reconocible, algunos investigadores piensan que fue una innovación reciente. Según su punto de vista, el PIE temprano tendría sólo dos géneros gramaticales originales: el masculino o animado, y el neutro o inanimado.
Otras evidencias de las laringales provienen de las lenguas urálicas (fino-ugrias). A pesar de que el proto-urálico y el proto-indoeuropeo no tienen correspondencias fonológicas regulares y que no están genéticamente emparentadas, algunas palabras reconstruidas en «proto-dialectos» urálicos (como el proto-fino-ugrio, proto-fino-pérmico, etc.) han sido tomadas de dialectos indoeuropeos (p.ej., finés nimi «nombre» y porsas «cerdito; carne de cerdo»). Tras asumir que las laringales protoindoeuropeas podrían haberse traducido como fonemas guturales en las lenguas que tomaron las palabras prestadas, se van encontrando cada vez más préstamos desde el pIE a las lenguas urálicas.
Tres fonemas urálicos aparecen en las posiciones donde PIE tiene laringales. Desafortunadamente, el urálico, que era más rico en alveolares, tenía varios fonemas guturales donde elegir. Dependiendo de la antigüedad del préstamo, se aproximaron a unos u otros fonemas. Algunos ejemplos:
Aún existe un considerable debate acerca de la pronunciación de las laringales. Las evidencias del hitita y el urálico son suficientes para concluir que estos sonidos fueron «guturales» o pronunciados bastante atrás en la cavidad bucal. La misma evidencia es también consistente asumiendo que fueron sonidos fricativos (como oposición de aproximantes u oclusivas), lo que estaría fuertemente respaldado por el comportamiento de las laringales en grupos consonánticos. La suposición de que *h₁ es una oclusiva glotal está todavía muy extendida. Sin embargo, resulta improbable que una oclusiva glotal se reflejara como fricativa en préstamos urálicos, como parece ser el caso, por ejemplo, en la palabra finesa lehti «hoja» < *lešte < pIE *bʰlh₁-tó-. Además, todas las laringales siguen el mismo patrón fonológico, de un modo que es bastante diferente de las oclusivas protoindoeuropeas, pero similar a la fricativa *s.
Si, como indican algunas pruebas, existieron dos sonidos *h₁, uno podría haber sido la oclusiva glotal /ʔ/ y el otro podría haber sido el sonido /h/, como en inglés hat. Otros autores por el contrario toman *h₁ siempre como el mismo sonido, unos autores consideran /h/ y otros /ʔ/.
Se han dado varios argumentos para determinar el lugar exacto de la articulación de las laringales. En primer lugar, el efecto que estos sonidos han tenido en los fonemas adyacentes está bien documentado. De lo que se conoce de esta condición fonética por idiomas contemporáneos, sobre todo las lenguas semíticas, *h₂ (la laringal a-colorante) podría haber sido una consonante faríngea fricativa. Las fricativas faríngeas (como la letra árabe ح en Muħammad) normalmente causan un coloreado de a en las lenguas semíticas (esto ocurre en hebreo, por ejemplo). Por esta razón, la suposición de que pudiera tener un comportamiento faríngeo es bastante fuerte. Otros autores suponen en lugar de lugar de un sonido faríngeo /ħ/, *h₂ podría haber sido un velar /x/ o uvular /χ/.
Igualmente está generalmente asumido que *h₃ fue redondeada (labializada) a causa de su efecto o-colorante. Es habitual considerarla sonora basándose en la forma del presente *pibh₃- (< *pi-ph₃-) de la raíz *peh₃. Utilizando analogías del árabe, algunos lingüistas han supuesto que *h₃ fue también faríngea (como la letra árabe /ع/, como en muعallim «maestro»), aunque la suposición de que fuera velar /ɣʷ/ es probablemente más común (los reflejos en lenguas urálicas podría ser lo mismo si el fonema original fuese velar o faríngeo /ʕʷ/).
Lo mismo se ve en algunas correspondencias entre semita e indoeuropeo, ya sean debidas a préstamos prehistóricos o a un ancestro común (véase la teoría del nostrático):
La historia de la génesis de la teoría se remonta a un jovencísimo Saussure que a los 21 años de edad, en diciembre de 1878, publicó la Mémoire sur le système primitif des voyelles dans les lagues indo-européenes,[2] que reexaminaba el sistema apofónico del latín, griego y sánscrito proponiendo la reconstrucción de dos «coeficientes sonánticos» *A y *O (más tade *h₂ y *h₃) para explicar varios casos anómalos de alternancia vocálica y explicar unificadamente el patrón de tres conjugaciones verbales del sánscrito. Más tarde algunos autores retomaron la cuestión y propusieron un tercer elemento *E (más tade *h₁). Dicha propuesta fue marginal y no recibió demasiada atención en los siguientes 50 años, considerada como una abstracción de difícil interpretación, aunque parece que Saussure las pensó como algún tipo de elemento vocálico (no consonántico como sugiere la evidencia actualmente disponible).
Sin embargo, en 1927[3] el erudito polaco Jerzy Kuryłowicz mostró que en hitita, por aquel entonces una lengua recientemente descifrada, el grafema ḫ aparecía justo en las posiciones para las cuales Saussure había postulado la presencia de *A. Fue Kuryłowicz quien redesignó los elementos *E, *A y *O como *H₁, *H₂ y *H₃. Contribuyeron con aportaciones de importancia Möller[4] y Cuny,[5] que no eran indoeuropeístas, y cuya intención al desarrollar la teoría de las laringales era encontrar conexiones de las lenguas indoeuropeas con las lenguas semíticas, donde existen fonemas laringales (guturales). De hecho fue Möller quien había propuesto el elemento *E y quien había supuesto que *A y *O podían ser consonantes y no vocales, basándose en ciertos procesos fonológicos de los sonidos guturales en semítico. También fue Möller quien acuñó el término laringal. Cuny fue quien probó que, cuando las laringales se encuentran con alguna de las sonantes *r, *l, *m o *n, eran estas las que se transformaban en vocal, por lo que *E, *A y *O debían tener un carácter consonántico más fuerte que las sonantes.[6]
En los comienzos de la lingüística indoeuropea las larignales eran un elemento ausente y hacia 1880 casi ningún indoeuropeísta de ninguna universidad europea hubiera considerado su necesidad, excepto por algunos casos marginales en Alemania. Sesenta años más tarde la situación había cambiado y la teoría laringalista se consideraba parte importante de los estudios indoeuropeos.[7]