- 1. Der Engel
- In der Kindheit frühen Tagen
- Hört ich oft von Engeln sagen,
- Die des Himmels hehre Wonne
- Tauschen mit der Erdensonne,
- Daß, wo bang ein Herz in Sorgen
- Schmachtet vor der Welt verborgen,
- Daß, wo still es will verbluten,
- Und vergehn in Tränenfluten,
- Daß, wo brünstig sein Gebet
- Einzig um Erlösung fleht,
- Da der Engel niederschwebt,
- Und es sanft gen Himmel hebt.
- Ja, es stieg auch mir ein Engel nieder,
- Und auf leuchtendem Gefieder
- Führt er, ferne jedem Schmerz,
- Meinen Geist nun himmelwärts!
- 2. Stehe still!
- Sausendes, brausendes Rad der Zeit,
- Messer du der Ewigkeit;
- Leuchtende Sphären im weiten All,
- Die ihr umringt den Weltenball;
- Urewige Schöpfung, halte doch ein,
- Genug des Werdens, laß mich sein!
- Halte an dich, zeugende Kraft,
- Urgedanke, der ewig schafft!
- Hemmet den Atem, stillet den Drang,
- Schweiget nur eine Sekunde lang!
- Schwellende Pulse, fesselt den Schlag;
- Ende, des Wollens ew'ger Tag!
- Daß in selig süßem Vergessen
- Ich mög alle Wonnen ermessen!
- Wenn Aug' in Auge wonnig trinken,
- Seele ganz in Seele versinken;
- Wesen in Wesen sich wiederfindet,
- Und alles Hoffens Ende sich kündet,
- Die Lippe verstummt in staunendem Schweigen,
- Keinen Wunsch mehr will das Innre zeugen:
- Erkennt der Mensch des Ew'gen Spur,
- Und löst dein Rätsel, heil'ge Natur!
- 3. Im Treibhaus
- Hochgewölbte Blätterkronen,
- Baldachine von Smaragd,
- Kinder ihr aus fernen Zonen,
- Saget mir, warum ihr klagt?
- Schweigend neiget ihr die Zweige,
- Malet Zeichen in die Luft,
- Und der Leiden stummer Zeuge
- Steiget aufwärts, süßer Duft.
- Weit in sehnendem Verlangen
- Breitet ihr die Arme aus,
- Und umschlinget wahnbefangen
- Öder Leere nicht'gen Graus.
- Wohl, ich weiß es, arme Pflanze;
- Ein Geschicke teilen wir,
- Ob umstrahlt von Licht und Glanze,
- Unsre Heimat ist nicht hier!
- Und wie froh die Sonne scheidet
- Von des Tages leerem Schein,
- Hüllet der, der wahrhaft leidet,
- Sich in Schweigens Dunkel ein.
- Stille wird's, ein säuselnd Weben
- Füllet bang den dunklen Raum:
- Schwere Tropfen seh ich schweben
- An der Blätter grünem Saum.
- 4. Schmerzen
- Sonne, weinest jeden Abend
- Dir die schönen Augen rot,
- Wenn im Meeresspiegel badend
- Dich erreicht der frühe Tod;
- Doch erstehst in alter Pracht,
- Glorie der düstren Welt,
- Du am Morgen neu erwacht,
- Wie ein stolzer Siegesheld!
- Ach, wie sollte ich da klagen,
- Wie, mein Herz, so schwer dich sehn,
- Muß die Sonne selbst verzagen,
- Muß die Sonne untergehn?
- Und gebieret Tod nur Leben,
- Geben Schmerzen Wonne nur:
- O wie dank ich, daß gegeben
- Solche Schmerzen mir Natur!
- 5. Träume
- Sag, welch wunderbare Träume
- Halten meinen Sinn umfangen,
- Daß sie nicht wie leere Schäume
- Sind in ödes Nichts vergangen?
- Träume, die in jeder Stunde,
- Jedem Tage schöner blühn,
- Und mit ihrer Himmelskunde
- Selig durchs Gemüte ziehn!
- Träume, die wie hehre Strahlen
- In die Seele sich versenken,
- Dort ein ewig Bild zu malen:
- Allvergessen, Eingedenken!
- Träume, wie wenn Frühlingssonne
- Aus dem Schnee die Blüten küßt,
- Daß zu nie geahnter Wonne
- Sie der neue Tag begrüßt,
- Daß sie wachsen, daß sie blühen,
- Träumed spenden ihren Duft,
- Sanft an deiner Brust verglühen,
- Und dann sinken in die Gruft.
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- 1. El Ángel
- En los albores de mi infancia
- oí decir que los ángeles
- cambiaban las felicidades celestes
- por la luz del sol terrenal
- Así, cuando un corazón apenado
- oculta al mundo su pesar,
- cuando sangra en silencio
- y se funde entre lágrimas,
- cuando ruega con fervor
- pidiendo solo su liberación
- el Ángel desciende hacia él
- y, dulcemente, le conduce al Cielo.
- Si, también un Ángel ha descendido sobre mí
- y sobre sus alas resplandecientes
- eleva, lejos de cualquier dolor,
- mi espíritu hacia el Cielo
- 2. ¡Deténte!
- Oh incesante Rueca del Tiempo,
- medidora de la Eternidad
- Esferas centelleantes del gran Todo
- que rodea nuestro globo
- Creación original ¡detente!
- Cesad en vuestro perpetuo devenir ¡dejadme ser!
- ¡Detente fuerza creadora!
- pensamiento primero en constante creación
- ¡Deteneos, hálitos! ¡Enmudeced deseos!
- Concededme un solo segundo de silencio.
- ¡Pulso enloquecido, calma tus latidos!
- ¡Detente, día eterno de la voluntad!
- A fin de que, en un afortunado y dulce olvido,
- pueda medir toda mi alegría.
- Cuando los ojos beben la alegría en otros ojos,
- cuando el alma entera se anega en otra alma,
- cuando el ser se encuentra en otro ser
- y la meta de toda esperanza está cerca
- enmudecen los labios, silenciosos en su asombro
- y nuestro corazón secreto ya no tiene ningún anhelo.
- El hombre reconoce el sello de la Eternidad
- y resuelve su enigma, Santa Naturaleza.
- 3. En el invernadero
- Coronas de follaje en altas arcadas,
- baldaquines de esmeralda,
- vosotros, hijos de lejanas religiones,
- decidme ¿por qué os lamentáis?
- Inclináis en silencio vuestras ramas,
- dibujáis signos en el aire
- y, como mudo testigo de vuestras penas,
- se exhala un dulce perfume.
- Grandes, en vuestro ardiente deseo,
- abrís vuestros brazos
- para estrechar vanamente
- el horror espantoso del vacío.
- Sé muy bien, pobres plantas,
- que compartimos un igual destino.
- Aunque viviésemos entre una luz radiante
- nuestro hogar no está aquí.
- Al igual que el sol gozoso, que abandona
- el vacío esplendor del día,
- aquel que verdaderamente sufre
- se envuelve con el obscuro manto del silencio.
- Todo se calma. Un susurro ansioso
- llena la estancia obscura.
- Estoy viendo cómo pesadas gotas se hinchan
- en los verdes bordes de las hojas.
- 4. Penas (Tormentos)
- Sol, lloras todas las noches
- hasta que logras enrojecer tus bellos ojos
- cuando, bañándote en el espejo del mar,
- te ves abatido por una muerte prematura.
- Pero regresas con tu antiguo esplendor,
- gloria del mundo obscuro,
- despertando en la aurora
- como un orgulloso héroe vencedor
- ¿Por qué, pues, debería lamentarme?
- ¿Por qué mi corazón ha de ser tan pesado?
- ¿Por qué incluso el propio Sol ha de desesperarse?
- ¿Por qué el Sol tiene que desaparecer?
- Y si solo la muerte da nacimiento a la vida,
- si solo los tormentos proporcionan la alegría,
- ¡oh, cómo te doy las gracias, Naturaleza,
- por los tormentos que me has dado!
- 5. Sueños
- Dime ¿qué sueños maravillosos
- retienen prisionera a mi alma,
- sin desaparecer, como pompas de jabón,
- en una nada desolada?
- Sueños que a cada hora
- de cada día florecen más hermosos.
- Y que, con sus prefiguraciones del Cielo,
- pasan felizmente a través de mi espíritu.
- Sueños que, como rayos de gloria,
- penetran en el alma
- para pintar en ella una imagen eterna:
- ¡el olvido de todo! ¡el recuerdo único!
- Sueños parecidos al sol de la primavera
- cuyos besos hacen brotar las flores entre la nieve
- y que, con una inimaginable felicidad,
- acogen al nuevo día.
- Y creciendo, y floreciendo,
- y soñando, exhalan su perfume,
- y se marchitan, dulcemente, sobre tu pecho
- para descender después al sepulcro.
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