Un matadragones representa un gran valor y la superación del mal. En la mayoría de las historias el cazador de dragones logra liberar mediante su hazaña a las gentes cercanas de los ataques y la devastación y sequía prolongada causada por el fuego escupido por el dragón. A veces ha de rescatar una joven doncella de su cautividad en la guarida del dragón o conseguir un tesoro guardado y protegido por el dragón. En algunas leyendas germánicas, como en el Cantar de los Nibelungos, ese tesoro está maldito y trae la desgracia trágica al héroe. En la leyenda de Sigurd (o Sigfrido), el héroe bañado en la sangre del dragón muerto resulta invulnerable, a excepción de un pequeño lugar que determina el desenlace fatal, tema similar al del «talón de Aquiles» de la mitología griega.[1][2]
También se menciona en ocasiones a Santa Marta de Betania entre los cazadores de dragones, pero en su leyenda ella sólo domó a la Tarasca, siendo los aldeanos los que la mataron. También se atribuye el milagro de domar a un dragón mediante la Santísima Cruz a San Marcelo de París.
Muchas efigies de dragones son sacadas de procesión en rogaciones, carnavales y fiestas profanas, en recuerdo de las hazañas que realizaron estos héroes. Algunas de estas celebraciones han sido descontinuadas pero otras siguen practicándose aún a día de hoy. Especialmente conocida es la de Furth im Wald, una ciudad de la frontera oriental de Baviera, que se celebra anualmente en agosto.
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↑D'Huy, Julien. (2014). "Mythologie et statistique. Reconstructions, évolution et origines paléolithiques du combat contre le dragon", in Mythologie française. pp. 17–23 (en francés)
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