Nuevo periodismo es una corriente periodística desarrollada en los años 1960 en los Estados Unidos en el contexto de los cambios sociales y culturales que se vivieron en esa época, caracterizada por una redacción libre que priorizaba las emociones y las imágenes de sensaciones.
El nuevo periodismo es un movimiento periodístico y literario específico y acotado que surgió a mediados de los 60 en Colombia y que fue bautizado por Tom Wolfe. Esto es independiente de que antes o después de este movimiento haya habido otras aproximaciones entre literatura y periodismo y no hay que confundirlo con la novela de no ficción, que es un género (mucho más amplio) y no un movimiento. Tampoco hay que confundirlo con la novela testimonio, que sí está más relacionado con otros autores que no son los que cita el artículo.[1][2][3]
La ligereza y la brevedad de los textos periodísticos estadounidenses, donde primaba la regla de la pirámide invertida, sirvieron de detonante para nuevos escritores que veían una oportunidad de cambiar el estigma del paradigma de Harold Lasswell, donde el qué, quién, cómo, cuándo y por qué, encabezaban los principales diarios de ese país. Sin embargo, los nuevos estudiosos del oficio vieron una oportunidad de trabajo en ese estándar vacío que estaba brindando información escueta y superficial de los hechos y que en muchos casos pasaban inadvertidos por la falta de profundidad y seriedad impuesta desde sus redactores.
Es así como jóvenes escritores enfocaron la finalidad de este nuevo periodismo en la de contar historias que respondan a hechos reales que aparenten ser ficcionales, para que el espectador pueda recrear de manera más amena las circunstancias que lo convirtieron en noticia, teniendo en cuenta un hilo conductor, un lenguaje literario cuyo asidero esté en el uso de adjetivos y figuras literarias y, en la eficacia de un diálogo que deje entrever el carácter y las emociones de los personajes.
Durante mucho tiempo las dos profesiones trabajaban separadas, sin darse cuenta de que si bien eran diferentes en su forma, apuntan a la misma finalidad, razón por la cual tanto periodistas como literatos, empleaban sus herramientas con su estilo claro y bastante definido.
El Boom Literario latinoamericano sirvió de plataforma para que esta nueva forma de periodismo cobrara vida con mayor arraigo y sentido impermeable desde del periodismo de oficina. Ejemplos: al citar por Perú, a Mario Vargas Llosa; por Argentina a Tomás Eloy Martínez; por México, Alma Guillermoprieto, Octavio Paz; por Colombia, a Gabriel García Márquez, Juan José Hoyos y Alberto Salcedo Ramos; y por Venezuela, Miguel Otero Silva, José Ignacio Cabrujas, Mariahé Pabón y Ben Amí Fihman, entre otros que entendieron la dinámica de llegarle al lector con historias cotidianas, sencillas, fascinantes y sorprendentes, materializadas en géneros como crónica, reportaje, perfil y entrevista de personaje.
A pocos años del Boom latinoamericano, hay un dato que no debe pasar inadvertido, y es la obra Operación Masacre de Rodolfo Walsh, en 1957, fiel reflejo de lo que luego se denominó New Journalism (Nuevo Periodismo). En esta obra, se retratan las versiones no contadas del terrorismo de Estado en Argentina, versiones que Walsh logra mezclar muy bien con un estilo literario propio, imprimiéndole una noción de texto obligado.
Sin embargo, el hito mundial nació en EE. UU. con la publicación de A sangre fría, de Truman Capote, novela de no ficción en la que se combinan elementos literarios con otros propios de la investigación periodística, y los aportes desde el reportaje realizados por Gay Talese.
La crónica con herramienta de la ficción se ha trabajado hace 2500 años. Heródoto, por ejemplo, era un excelente periodista, sus crónicas de viaje son de lo mejor que se ha escrito, pero se le tiene como padre de la Historia y como literato.
El argentino Martín Caparrós define a la literatura como un conjunto amplio que incluye formas de periodismo. Él asegura, como otros grandes autores, que dentro de la literatura, dentro de lo que se hace valiéndose de cierta estructura de palabras y demás, están tanto la ficción como el periodismo. Además la finalidad última de las dos corrientes es usar las herramientas del relato para crear en el lector la sensación de que los hechos que son objeto de su lectura fueron sacados de un cuento de hadas. Caparrós deja para la reflexión “robarle a la ficción lo que se pueda para hacer mejor periodismo”.[4]
Se caracteriza por aplicar recursos y técnicas de la literatura de ficción y otras corrientes, consideradas hasta entonces incorrectas por el periodismo tradicional. Por este motivo, el nuevo periodismo supone una renovación en las formas de narración de reportajes, crónicas y entrevistas, combinando lo mejor de la literatura con lo mejor del periodismo. Se distinguen así las dos claves básicas de la renovación periodística que pretende el movimiento:
Ahora los nuevos escritores tienden a tener en cuenta otras características como: