El cine clásico de Hollywood fue el mayor período del estadounidense. Se originó en un estilo cinematográfico, tanto narrativo como visual, que se desarrolló por primera vez entre las décadas de 1910 y 1920, durante los últimos años de la era del cine mudo. Posteriormente, se convirtió en un distintivo del cine durante la era dorada de Hollywood (Golden Age of Hollywood en inglés). Esta época comenzó aproximadamente desde 1927, con el advenimiento del cine sonoro sincronizado, y finalizó gradualmente desde los años 1960, con la producción de las últimas películas narrativas.[1] Durante esta época surgieron los grandes estudios cinematográficos más representativos del cine clásico, como 20th Century-Fox, Columbia Pictures, MGM, Paramount Pictures, RKO Radio Pictures, United Artists, Universal Studios, Walt Disney Pictures y Warner Bros. Pictures.[2]
Este período destacó por el impacto estético del cine estadounidense a nivel internacional, lo que contribuyó al cine para convertirse en el séptimo arte. Asimismo, Hollywood adquirió la suficiente relevancia mundial como para convertirse en un referente de la industria cinematográfica, ya que tuvo la mayor colección de actores y directores más destacados de la historia del cine.[2]
Hollywood se iría convirtiendo, no solamente en sinónimo de cine norteamericano, sino también en el paradigma del cine institucional. Este paradigma estuvo vigente entre los décadas de 1910 y 1960 aproximadamente. David Bordwell ha planteado que alrededor de los años 1910, la mayoría de películas de ficción utilizaban sistemas narrativos, temporales y espaciales, destacando las producciones cinematográficas de D. W. Griffith, al tiempo que se consolidaba el sistema de producción en estudio con su particular división del trabajo y su carácter marcadamente industrial. En los años 1960, la mayor parte de las compañías productoras se habían pasado a la televisión, que desde la década anterior se había constituido como el medio de entretenimiento hegemónico. Las estrellas habían dejado de tener contratos de exclusividad con los estudios, los productores también se habían vuelto independientes y se había roto la integración vertical a través de la cual unas cuantas compañías controlaban la producción, la distribución y la exhibición, además que el código Hays, un regulador que indicaba los valores de producción, estaba siendo desechado. Asimismo, el cine arte y el ensayo atravesaba su mejor momento formal y comercial, alcanzado cierto estándar tecnológico con el color de gran definición, el sonido de alta fidelidad y el formato panorámico.
En este sentido, el cine clásico de Hollywood no hace referencia exclusivamente a ciertas convenciones formales ni a un conjunto de películas específicas, sino que es un sistema de práctica cinematográfica. Esta consiste en una serie de normas estilísticas ampliamente aceptadas, que constituyen un sistema integral de producción cinematográfica que a su vez las soporta a ellas. Estas normas constituyen una determinada serie de supuestos acerca de cómo debe comportarse una película, acerca de qué historias debe contar y cómo debe contarlas, del alcance y las funciones de la técnica cinematográfica y acerca de las actividades del espectador. Estas normas formales y las funciones se crearán, tomarán forma y encontrarán apoyo dentro de un modo de producción: un conjunto característico de objetivos económicos, una división específica del trabajo y modos particulares de concebir y ejecutar el trabajo cinematográfico. Si bien no hay ninguna película totalmente “clásica”, pues todas estas representan un equilibrio inestable de las normas clásicas, es posible identificar el clasicismo de este sistema dado su énfasis en la armonía formal, la destreza técnica y el control de las respuestas del espectador. Este énfasis se sustentaba en una serie de normas estilísticas basadas en el realismo (entendido como verosimilitud de los acontecimientos, aunque obviamente con amplias excepciones que variaban según los géneros), el montaje de continuidad, la invisibilidad de la narración, la reducción de la ambigüedad y la universalidad de las historias.[3]
Se trata de un cine marcadamente narrativo, en el cual, todos los elementos cinematográficos se subordinaban a la narración. Se trataba, entonces, de un cine de desglose o, si se prefiere, de un cine que tenía que recurrir constantemente a la metonimia en tanto solamente propone fragmentos al interlocutor para que este pueda referirse, inmediatamente, a la totalidad sugerida. Pero esto únicamente es posible si entre cada uno de los fragmentos, así como entre estos y la totalidad, existen relaciones obvias, lazos muy estrechos. La idea de continuidad resulta por lo tanto indispensable para este principio de desglose: continuidad cronológica entre los planos que se suceden, pero también continuidad lógica entre los primerísimos primeros planos y los grandes planos generales, como entre los varios trozos de acción o del mundo que se representan por separado.
En otras palabras, el cine clásico de Hollywood busca “disimular su artificio por medio de técnicas de continuidad y una narrativa <<invisible>>” [4] De esta manera, la cámara actúa como un narrador omnisciente, guiando la experiencia visual y permitiendo que el espectador se sumerja más en la trama, sintiéndose parte de la acción. La obviedad de las relaciones entre los fragmentos está dada por una lógica que privilegia decididamente la causalidad, centrada en los personajes. Causalidad, consecuencia, motivaciones psicológicas claras, deseo de superar los obstáculos y conseguir los objetivos, son los motores de las películas clásicas.
Los personajes son claramente definidos desde un comienzo y generalmente presentan personalidades estables en todo el filme, lo cual, sumado a una historia casi siempre estructurada en torno a un estado de equilibrio, la ruptura de este y, finalmente, su restablecimiento, hacen que el espectador sea conducido a través de la película. Gilles Deleuze ha denominado a esta estructura “la gran forma”, que ha representado como "SAS", en la cual S equivale a situación y A a acción, en donde la desviación o ruptura provocada por una acción solamente existe para ser colmada o resuelta a través de otras acciones.
Como parte del cine institucional, el cine clásico de Hollywood construye un sujeto cuya ubicación es difícil de definir, que viaja a través del espacio-tiempo del filme, viaje que está garantizado por el montaje en continuidad. En la dimensión temporal, la continuidad de los gestos y las acciones de un plano a otro, fueron las principales herramientas para dejar lo suficientemente claro que un cambio de plano era un avance en el desarrollo cronológico. En la dimensión espacial, fue fundamental orientar al espectador y esto se realizó a partir del supuesto de que los planos se filmarían y se montarían de modo que este quedará siempre en el mismo lado con respecto al desarrollo de la historia, más allá de la cuarta pared, aunque en una butaca móvil a diferencia del espectador teatral. Para esto se utilizó la denominada regla de los 180°, acompañada del plano contraplano, la continuidad de mirada y de dirección. Todos estos recursos se constituirían en convenciones cinematográficas que siguen utilizándose ampliamente. Puede concluirse que los rasgos clásicos gozan de una envidiable vitalidad, pero el sistema en el que se formaron y adquirieron sentido ha desaparecido, lo que ha hecho que estos rasgos se sustituyan en la actualidad por elementos cinematográficos “modernos”.
Los historiadores del cine utilizan los términos «era dorada de Hollywood» y narrativa clásica de Hollywood para designar a la vez un estilo visual y de sonido para películas sobre un modo de producción artístico, que se volvió recurrente en la industria del cine, aproximadamente entre las décadas de 1920 y 1960. Los historiadores suelen situar el inicio de este período desde 1927, con el estreno del largometraje sonoro The Jazz Singer, abarcando hasta las últimas películas narrativas de los años 1960, como Cleopatra (1963) o The Sound of Music (1965). También se incluyen a determinadas películas de estreno posterior con una producción en el sistema de estudios y coincidiendo en temáticas similares, como es el caso de las innovadoras 2001: A Space Odyssey (1968) y Bedknobs and Broomsticks (1971). De hecho, algunos autores destacan el final definitivo de esta época en 1972, cuando se empezó a introducir el sistema Dolby como formato principal para la reducción del ruido en el sonido cinematográfico.[1]
El estilo clásico significa fundamentalmente un cine basado en el principio de la continuidad o en la edición con un estilo "invisible". Es decir, la cámara y la grabación de sonido no deberían llamar la atención del espectador. En esa época, las películas en los estudios de Hollywood se rodaban de forma parecida a la que se utilizaba para ensamblar los coches en las cadenas de montaje de Henry Ford. No había dos películas exactamente iguales, pero la mayoría seguían un género: animación, bélico, biográfico, cómico, ciencia ficción, dramático, fantástico, misterio, musical, negro, terror, wéstern, etc., y los mismos equipos creativos solían trabajar en las películas producidas por el mismo estudio. Por ejemplo, Cedric Gibbons y Herbert Stothart siempre trabajaron en las películas de MGM; Alfred Newman trabajó para 20th Century-Fox durante 20 años; casi todas las películas de Cecil B. De Mille fueron producidas por Paramount Pictures; las películas del director Henry King fueron en su mayoría rodadas para 20th Century Fox, etc. Se podía llegar a adivinar qué estudio había producido cada película por los actores que aparecían en ella, ya que cada estudio tenía su propio estilo y su toque característico que hacía posible averiguarlo (una cualidad que ya no existe en la industria cinematográfica actual).
Cada película tenía ligeras diferencias y, en contraposición a los fabricantes de automóviles, la mayoría de las personas que intervenían en el rodaje eran artistas. Por ejemplo, Tener y no tener (1944) es famosa no solo por su pareja de protagonistas, Humphrey Bogart y Lauren Bacall, sino también por haber sido escrita por dos futuros ganadores del Premio Nobel de Literatura. Ernest Hemingway, autor de la novela en la que se basó la película, y William Faulkner, que trabajó en la adaptación para la pantalla grande. Sin embargo, rodar películas todavía era un negocio y las productoras hacían dinero operando bajo el llamado sistema de estudios. Los principales estudios tenían a miles de personas en nómina: actores, productores, directores, escritores, especialistas, mecánicos y técnicos. También poseían cientos de teatros en ciudades y pueblos repartidos por todo el país, teatros que proyectaban sus películas y que siempre necesitaban material nuevo. El sistema de estudios en Hollywood alcanzó su mayor apogeo a lo largo de las décadas de 1930, 1940 y 1950, ya que el cine de la era dorada de Hollywood coincidió con el advenimiento de la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y los inicios de la Guerra Fría, convirtiéndose en un referente del escapismo sociopolítico para gran parte del público.
Muchos historiadores hacen hincapié en la gran cantidad de buenas películas que surgieron en este período de férreo control sobre los rodajes. Una de las razones que hizo esto posible fue que, con tantas películas en producción simultáneamente, no todas tenían que ser un éxito de taquilla. Un estudio podía arriesgarse con un proyecto de presupuesto medio que tuviese un buen guion y actores relativamente desconocidos. Por ejemplo, Casablanca (1942) cumplía con varias de estas premisas. En otros casos, directores con una gran personalidad, como Frank Capra y Howard Hawks, se peleaban con los estudios para imponer sus visiones artísticas.
Algunos ejemplos de la era dorada de Hollywood son:
Este período fue una época de grandes actores como: Angela Lansbury, Audrey Hepburn, Barbara Stanwyck, Bette Davis, Cary Grant, Clark Gable, Elizabeth Taylor, Fred Astaire, Gene Kelly, Greta Garbo, Humphrey Bogart, Ingrid Bergman, James Cagney, James Dean, James Stewart, Joan Bennett, Joan Crawford, John Wayne, Judy Garland, Katharine Hepburn, Marilyn Monroe, Marlon Brando, Robert Mitchum, etc., todos aproximadamente contemporáneos. Asimismo, surgieron grandes directores como: Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Cecil B. DeMille, Douglas Sirk, Elia Kazan, Ernst Lubitsch, George Cukor, John Ford, Josef von Sternberg, King Vidor, Nicholas Ray, Orson Welles, Samuel Fuller, Vincente Minnelli, William Wyler, etc. Esta fue la mayor colección de talentos reunidos en Hollywood y en la historia del cine, lo que inevitablemente condujo a una increíble expansión de energía creativa.[5]
Varias celebridades del cine y de la música han expresado su admiración por las producciones de la época:
"Crecí en un pequeño pueblo escondido del mundo exterior, y las películas de los años 40 y 50 eran como una ventana al futuro... No se trataban de nosotros, se trataban de gente más grande que nosotros, que vivía al límite, historias extrañas con moraleja, más como el teatro griego. Los individuos superaban los problemas en lugar de simplemente sobrevivir a ellos, así que sabías que tú también podías hacer eso. La gente que veíamos en la pantalla era más real que la gente real... Figuras de culto. Héroes y heroínas. Antihéroes. La cima del mundo. Fuerza bruta. Temas de salvación. Ecos de Shakespeare y de Esquilo. Esas películas tuvieron un poderoso efecto en todos los que crecimos con ellas."
"Una vez, mientras yo me lamentaba del fin de la era dorada del cine, Welles se rió y dijo: "Bueno, vamos, ¿qué esperabas? ¡Incluso el apogeo del Renacimiento sólo duró 60 años!"."Peter Bogdanovich, recordando sus experiencias con los directores del cine clásico de Hollywood.[6]
"Vengo de un país y pertenezco a una generación para la que Estados Unidos y el cine eran casi la misma cosa, y ahora estar aquí con ustedes, mis queridos estadounidenses, me hace sentir como en casa."
La era dorada de Hollywood provoca mucha nostalgia entre el público general. Esto se debe a que fue la época en la que el cine era el medio de masas indiscutible, sin contendientes ni rivales reales como la televisión y el internet. De hecho, muchas de las películas realizadas en ese período suelen ser redescubiertas y admiradas por nuevas generaciones, las cuales, se sorprenden por la antigüedad y el diseño de dichas cintas. A esto se le añade el glamur y los vehículos representados en las producciones cinematográficas de dicho período. Asimismo, esta fue la época en la que Hollywood realizaba más películas en un año de las que el público tenía tiempo de ver, superando con creces el número de estrenos teatrales actuales, y las entradas eran mucho más asequibles para gran parte de la audiencia. Debido a la importancia que tuvo Hollywood por aquel entonces, otros medios de difusión contemporáneos al período, como la animación, el cómic, la radio y la televisión, los cuales estaban viviendo también sus respectivas eras doradas, utilizaron el cine como un referente artístico para seguir su estilo narrativo y visual. Sin embargo, tras finalizar la era dorada de Hollywood, ni el cine ni ningún otro medio de comunicación tuvieron ese nivel absoluto de favor público desde entonces.[5]
Las películas del Nuevo Hollywood y de la Nouvelle vague fueron influenciadas por el romanticismo del cine clásico de Hollywood.[8][9] Actualmente, la era dorada de Hollywood es el primer período en el que más películas han sido registradas en el National Film Registry para su preservación, además de haber sido seleccionadas en varias de las listas cinematográficas del American Film Institute (AFI).[10]